No sé quién dijo cierta vez que elegir qué libro leer, significa también elegir qué libro no leer, o qué libros. Nuestro tiempo es limitado, así que más nos vale elegir bien, aunque me temo que hay mucha gente a la que esta consideración le trae sin cuidado. Pero hagamos un sencillo cálculo. Digamos que al año, y es mucho decir, nos leemos unos cincuenta libros, entre ensayos, narrativa, teatro y poesía. Eso significa leer menos de un libro por semana… No, mejor: digamos que nos leemos cien libros al año… Tampoco: eso son muchos, pues significaría leer dos libros por semana, y aunque en efecto hay volúmenes que se leen en dos o tres días, hay otros que en cinco o seis no te los terminas, porque además de leer, hay que hacer muchas otras cosas durante el día, como por ejemplo trabajar para no morirte de hambre.
Bueno, pues pensemos en una cifra asequible, más o menos redonda: sesenta y cinco libros al año. Para algunos puede suponer mucho, pero creo que es una cifra que está bien. Eso al año. Por tanto en diez años son seiscientos cincuenta libros. En treinta años son mil novecientos cincuenta libros. Si empezamos a tomarnos en serio la lectura a los veinticinco años, significará que a los cincuenta y cinco, sin parar de leer como verdaderos obsesos, además de trabajar y de vivir, y cumplimos por tanto con esos sesenta y cinco volúmenes al año, no habremos añadido a nuestra lista de lecturas ni siquiera dos mil libros más. Tan sólo unos pocos menos. Insisto: a algunos les parecerán muchos libros. A otros nos parecen muy pocos.
Así, a bote pronto, se me ocurren, en una lista meramente superficial, unos seiscientos títulos obligatorios (entre clásicos, novela del siglo XIX y XX, ensayos…) que incluir en ese tercio del total. Eso nos deja con mil trescientos cincuenta libros. Pero, claro, algunos no tienen títulos obligatorios, y aquí ya entramos en otro tipo de consideraciones. Lejos de mi intención decirle a la gente qué debe leer, porque creo que no hay nada más personal que las lecturas de cada cual (y pocas cosas más funestas que obligar a leer… porque todos nosotros nos rebelamos de forma instintiva contra eso, como a menudo sucede en el colegio…), pero estoy seguro no ya de que la mayoría de las personas no se propondrán jamás leer sesenta y cinco volúmenes al año, sino de que en el caso de que lo hicieran, seguramente malgastarían gran parte de esos treinta años de lectura incesante, engañados por la industria cultural, que les dicta lo que tienen que leer, y por ellos mismos, que creen que con leer cualquier cosa pueden considerarse lectores.
Volvamos a esos seiscientos más mil trescientos cincuenta hipotéticos. Supongamos, aunque ya sé que es mucho suponer, que los que intentan llevar una vida de lecturas, ocupan esos hipotéticos seiscientos (que pueden llevarles treinta años o toda una vida) con lo mejor, lo más importante que se ha escrito (aunque insisto, seiscientos se quedan cortos), y que ocupan los otros mil trescientos cincuenta con literatura más…digamos…barata. Más de chavales. Más de kiosco. Más comercial, en definitiva, y para que nos entendamos. Yo, por ejemplo, he de reconocer que de esos mil trescientos cincuenta libros, algunos los han ocupado ciertos volúmenes de Stephen King, uno de los escritores de mayores ventas objetivas de la historia. No me arrepiento de haberle leído (y de seguir leyendo algunos títulos suyos que todavía no he podido obtener), sin embargo, porque King, en contra de lo que tantos (con el pelmazo de Harold Bloom a la cabeza) dicen, es un escritor de verdad, con sus luces y sus sombras, pero un verdadero narrador.
Otros ocupan sus lecturas en cosas, me temo, mucho peores. Más pendientes, supongo, de lo que está de moda o de lo que puede comentarse en corrillos y en reuniones de amigos, que en literatura que pueda considerarse de tal, que les aporte algo a sus vidas. Y parece muy probable que gran parte de esa literatura barata consumida por los que leen y compran libros con cierta asiduidad, sea esa del género histórico (ellos), o del género histórico-romántico (ellas), en una pinza de edad de entre los cuarenta y los setenta y cinco años (la de los lectores, claro). Y así tienen el éxito y la aceptación popular los Pérez-Reverte, Falcones, María Dueñas, Gómez-Jurado, Muñoz-Molina, Almudena Grandes, Carlos Ruiz-Zafón, Santiago Posteguillo, Matilde Asensi… muchos de ellos, o todos ellos, a la sombra de Ken Follett y otros como él (ya se sabe: Dan Brown, E.L. James, gente así).
Por mi parte, a pesar de que tengo cierta debilidad por Stephen King (ni mucho menos soy un fanático suyo, pero el tipo sabe contarte una historia con un desparpajo, un talento y una naturalidad, amén de un afecto por los personajes, una riqueza en los caracteres, un amor por el simple hecho de escribir un relato, que le da mil vueltas a todos los nombrados con una mano atada a la espalda), intento cuidar mis mil trescientos cincuenta libros, y los seiscientos restantes también. No sé si me quedan quince años más para completar mis dos mil, o si me quedaré en unos míseros mil novecientos cincuenta, pero sí sé una cosa:
‘Sidi’, el último relato (nunca novela, ábranlo y a la quinta página se darán cuenta, los que quieran darse cuenta, que llevo razón), de Pérez-Reverte, se vende ahora mismo en las librerías por el módico precio de 20,90€. He sido testigo, hace no muchos días, de cómo varias personas entraban en la Casa del Libro, iban directas al mostrador en el que se apilaban un par de cientos de ejemplares de la última obra maestra histórica de Pérez-Reverte, y se lo compraban, tan contentos. Bien. 20,90€. Yo, que de matemáticas tengo pocas nociones, aún sé sumar. Y, además, en lugar de comprar en la Casa del Libro, siempre que puedo voy a una librería de viejo o de segunda mano, y busco ejemplares si bien quizá no perfectos, sí casi nuevecitos. Paso a detallar algunos precios de libros que he adquirido:
‘Fortunata y Jacinta’, 3€ – ‘El amante de Lady Chatterley’, 2,5€ – ‘Dublineses’, 2,5€ – »Los cosacos’, 1€ – ‘El ruido y la furia’, 2€ – ‘Siddhartha’, 2€ – ‘Miss Lonelyhearts’, 2,5€ – ‘Todo modo’, 1€ – ‘El maestro y Margarita’, 2€.
Esto es lo que me han costado a mí esos libros, algunos verdaderas obras maestras de la literatura, y la suma de todos ellos es inferior a lo que cuesta ‘Sidi’. Cada uno elige lo que quiere meter en su cabeza.
1 Comment
Los comentarios están cerrados.