Cada uno tiene su personal panteón de gigantes, o de titanes. En la literatura, en el cine, en la música. En el cómic. Algunos se refieren a ellos como sus gustos, o sus preferencias. O sus debilidades. Yo no creo que sea nada de eso. Creo que son los tipos, o tipas, que te convencieron que no se puede hacer mejor, que no puede haber nadie más grande que ellos. Quizá similar, quizá compañeros de viaje, pero nada más grande. Por eso están en un panteón.

Como se podrá deducir sin mucho esfuerzo, Jordi Bernet es para mí uno de los diez o doce ilustradores de cómic más grandes que existen, y quizá que han existido. Y puedo prometer que es un club muy exclusivo, muy elitista y muy reflexionado, el mío. En ese panteón también estaría gente tan maravillosa como Richard Corben, David Mazzuchelli, Sergio Aragonés, John Buscema o Jean Giraud. Y puede que sobre todos ellos el artista catalán Jordi Bernet, más conocido por el gran público por ser el dibujante de ‘Clara…de noche’, que durante muchísimos años fue uno de los puntales de la ahora decadente revista ‘El jueves’. Disfruto de su magnífica obra casi desde que tengo uso de razón, y en cuanto descubrí que no tiene nada que envidiar (más bien es al contrario) a los sempiternos dibujantes estadounidenses, mi admiración por él no ha decaído.

Recuerdo aquella época de mi vida (entre los 6 y 12 años), en que los cómics lo eran absolutamente todo, o casi. Me pasaba la mitad del día entre todos los que podía conseguir de Francisco Ibáñez (‘Mortadelo y Filemón’, ‘Rompetechos’, y ‘El botones Sacarino’) y los norteamericanos, por supuesto. Los de superhéroes, claro, pero también ‘La espada salvaje de Conan el bárbaro’, que era mi favorito por aquella época. Y entre todo eso, como no podía ser de otra manera, estaban los prohibidos, los que no me tocaban por mi edad. En otras palabras: los que más me apetecía leer. Porque los de Conan, en algunas ocasiones, ya incluían ciertas cosas, ciertas imágenes, que hacían que a un chaval pre-adolescente le explotara la cabeza.

Erotismo, cinefilia, oscuridad

No recuerdo en qué momento exacto fue, pero sí recuerdo el modo en que me impactaron ciertos cómics. Eran mucho más violentos, con más carga sexual, con más mala leche, que muchas películas que podía ver a escondidas. Eran casi como la fruta prohibida, y conseguir leerlos, y no digamos ya adquirirlos, era algo apasionante, casi febril. Y de entre todos los que pude leer en aquella época, los que más me impresionaron, y en cierta forma siguen impresionándome, fueron los de Jordi Bernet. Estamos hablando de los años ochenta, claro, y de la extraordinaria obra ‘Torpedo 1936’, creada por el guionista Enrique Sánchez-Abulí.

Es muy interesante este cómic, en primer lugar, porque el dibujante inicial fue el gran Alex Toth, de estilo ligeramente parecido, en sus claroscuros y en su composición, al de Bernet. Pero si comparamos ambos trabajos, debemos convenir es que al gran pincel y buen gusto de Toth, le sucede la energía arrolladora, la genialidad visual de Bernet, que más que dibujar y entintar parece ejercer de director de fotografía de una película de cine negro de los años treinta y cuarenta.

‘Torpedo 1936’ es sin duda la obra maestras de Bernet. En ella no solamente vuelca su enorme amor por el cine norteamericano de la era «dorada» de Hollywood, sino que convierte el intenso humor negro de Abulí en una infinita colección de imágenes inolvidables. En sus manos, el asesino a sueldo Luca Torelli, alias ‘Torpedo’, un sujeto capaz de matar a cualquiera (incluyendo mujeres) con tal de ganarse la vida, se convierte en un carácter más grande que la vida, que parece evadido, por una suerte de sortilegio, de alguna obra maestra de Fritz Lang o Billy Wilder. La serie, bastante extensa, en la que se cuentan pequeñas historias autoconclusivas en las que abunda el erotismo, la sordidez y el humor salvaje, tiene viñetas que parecen dibujadas por el director de fotografía de ‘Sed de mal’ o de ‘Perdición’.

En otras palabras, es una serie de cómics que te dejan sin aliento, sobre todo si eres un cinéfilo empedernido. Y con ella, también, comenzaron las absurdas polémicas suscitadas por las obras de Bernet (ya fueran escritas por Abulí o por Trillo), dado el carácter abiertamente misógino, cuando no abiertamente cruel, de muchos de sus episodios. Memorables fueron los encontronazos con El País, que publicó en su semanal un número especialmente sórdido (uno de los mejores, por cierto) para luego retirarlo por ser demasiado fuerte, y con TVE, que iba a coproducir la serie de animación a mediados de los noventa y se apartó del proyecto. Para que luego digan que el puritanismo (en el que por cierto ahora mismo estamos inmersos) era cosa del pasado.

Y algunos años después vio la luz su colaboración con Carlos Trillo para crear la ya legendaria serie ‘Clara…de noche’, protagonizada, como todo el mundo sabe, por la maravillosa prostituta Clara y su hijo Pablito, que ya es historia de oro del cómic español.

Es extraordinario el modo en que este hombre domina la técnica de la sencillez, valiéndose de muy pocos trazos y detalles para caracterizar un personaje, y entintándolo después (otro día hablamos de la importancia del entintador, que puede cambiar de forma radical el aspecto final de una obra) con un gusto y una pericia yo diría que exquisitos. La finura de su trazo es tal que es capaz de mezclar, en una sola escena, el realismo más extremo con la idealización más abstracta, siendo, sin ninguna duda, uno de los grandes maestros del blanco y negro de la actualidad, y cuyos cómics en color, si bien muy brillantes, no alcanzan el mismo grado de tensión artística.

En comparación con Clara, o con Cicca Dum-Dum, la sensualidad de Milo Manara o del Serpieri de Druuna, me resbala, me parece falta de fuerza. En otras palabras, falsa. Porque Bernet, además de un dibujante estratosférico, y de creador de mundos sórdidos y apasionantes, es quizá el más hipnótico dibujante erótico de la actualidad. Sus heroínas femeninas, verdaderas pin-ups de finales del XX y principios del XXI, entroncan con esa querencia de Bernet por el cine americano de los estudios, pero él sabe dotarlas de una humanidad, de una fisicidad, difíciles de describir.

Da que pensar, ahora que Bernet empieza a tener una edad avanzada, y que el cine se ha vuelto tan conservador y tan puritano, si verdaderamente el erotismo va a desaparecer y se va a hacer tan oculto como hace treinta años, pero eso es otro tema que quizá de para otro artículo. Por lo pronto animo al ocasional lector de estas líneas amante del cómic de calidad que se haga con la obra completa de ‘Torpedo’ y con cualquier número recopilatorio de ‘Clara…de noche’, amén de cualquier cosa dibujada por este gran artista. Será un poco más feliz.

5 respuestas a “Jordi Bernet, el más grande”

  1. Interesante que también coincidamos en comics. Grandes comics los de Bernet, destacando Torpedo y su Clara de noche con lo mejor de El jueves junto a Martinez el Facha, Grouñidos del Desierto, Baldomero, La parejita, Curro Corner o Historias de la puta mili.

    En mi caso, aparte de Torpedo, Conan el Barbaro y toda su saga, los comics del Gran Fran Miller, Los muertos vivientes, Aliens, Terminator y Depredador, soy un nostálgico de revistas como Grimm Tales of Terror, Creepy, CreepShow, Vampus o Dossier Negro. Todavía conservo algunos y es una pena que no se hagan cosas así

    Otro gran artículo 😀

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