Algunas películas son interesantes de ver no tanto por sus grandes méritos, sino a veces por sus estupendas ideas, y por el modo en que sus responsables, por diversas razones, no acaban de llevar esas ideas a buen puerto. Claro, eso nos pone a nosotros, como espectadores, en una tesitura: los directores no supieron, o no pudieron, o no quisieron narrar de una forma más interesante esa estimulante propuesta… ¿cómo lo habríamos hecho nosotros? Criticar estos casos es fácil, pero proponer alguna alternativa es bastante difícil.
Esto es lo que sucede con dos filmes con planteamientos propios de la sci-fi más clásica, y que luego derivan a cierto estilo de terror. Además, ambas de terror con monstruos implacables que dan caza al pequeño grupo de protagonistas. Una es ‘Pitch Black’, escrita y dirigida por David Twohy, y otra es ‘A Quiet Place’, que aquí se llamó ‘Un lugar tranquilo’, producida, escrita, protagonizada y dirigida por John Krasinski. Ambas producciones de no muy elevado presupuesto, y ambas con puntos de partida realmente muy brillantes, que quizá habrían requerido de un guión a la altura de ese punto de partida, y de un director de mucho más fuste que los nombrados.
En ‘Pitch Black’ un grupo de personajes, que viajaba en una nave interestelar, se estrella a causa de un accidente en un planeta iluminado por un sistema ternario (tres soles), que a causa de eso no es más que un desierto, pero que pronto averiguan que por una combinación de factores, se mantiene a oscuras durante muchos días seguidos. El mayor problema al que tienen que enfrentarse es que en ese planeta viven unas criaturas que sólo despiertan cuando hay total ausencia de luz, y que pueden verles, y cazarles, en la absoluta oscuridad. Lo interesante es que uno de los personajes, el supuesto villano de la función, llamado Riddick, tiene los ojos operados y también puede ver en la oscuridad.
Este planteamiento podría haber dado de sí un gran filme de aventuras de Serie B, y sin embargo se queda en una estimable y entretenida película en la que los trucos de guión y de imagen se hacen muy evidentes. Habría hecho falta un tratamiento de la fotografía mucho más creativo, en una película en la que la falta de luz es el elemento narrativo más importante. Pero claro, se enfrentaban al gran problema de que en cine no puedes no ver nada. Aunque sea de noche en una llanura sin luna, en cine ves algo. Un reflejo, una leve luz detrás de los personajes. La pantalla no puede simplemente quedarse en negro, con unas voces detrás. Y en ‘Pitch Black’, no es que se vea algo, es que se ve muchísimo. El pequeño grupo de mal avenidos compañeros que para intentar intenta sobrevivir lucha por llegar a la nave de salvamento, por momentos parece iluminado por grandes arcos voltaicos en mitad de una oscuridad no tan oscura. Y así la idea de la película se desdibuja.
Algo parecido sucede, pero bastante peor, con la mucho más exitosa, y mucho más reciente, ‘A Quiet Place’, que nos cuenta la historia de una familia que ha sobrevivido a una invasión extraterrestre. Por lo visto, la clave para que las criaturas no te encuentren es no realizar ningún ruido, ni el más mínimo. Y así, la familia vive hablando con el lenguaje de signos, y caminando por senderos de arena. El planteamiento, de nuevo, es muy original y estimulante, pero queda lastrado por una serie de nefastas decisiones del director y protagonista. Porque en una película en la que los personajes no pueden hacer ningún ruido, sobra la música, salvo quizá en los ataques de las criaturas. Y falta ingenio. Construir una película a base de golpes de efecto, a estas alturas, no parece muy meritorio. Es una película en la que cada mínimo sonido debería aterrorizar, y que acaba convirtiéndose en un relato para glorificar la familia tradicional y el estilo de vida norteamericano.
En una el elemento clave narrativo es la luz misma (o la falta de luz), en otra es el sonido. Ninguna de las dos consigue emplearlos de forma creativa. Entre las dos prefiero desde luego ‘Pitch Black’, que por lo menos tiene personajes, alguna secuencia bien filmada, y te cuenta una historia de forma decente. El final, con ese doble sacrificio, es bastante emocionante. La película de Krasinski, por el contrario, tiene personajes de cartón piedra, y en ningún momento logra ni siquiera emocionar o despertar ningún interés, más allá de los consabidos sustos a base de golpes de sonido. El final es directamente horroroso, con la protagonista de pronto convertida en Rambo.
Y es que no es tan fácil ser John Carpenter. Este tipo de películas medianas te demuestran lo complicado que es triunfar en un marco tan poco valorado como la Serie B, concretamente en sci-fi, que a algunos tantas alegrías nos ha traído. Que no basta con una buena idea, sino que luego hay que desarrollarla y saber llevarla hasta el final. El guión (sí, yo lo escribo con tilde, ¿qué pasa?) es fundamental, y que el director sepa hacer algo más que pegar planos. David Twohy no es malo, pero Krasinski es un mediocre con ínfulas. Con cosas como estas te das cuenta de lo difícil que es hacer una buena, y además original, película.