‘Guerra Mundial Z’ y cómo hacer el más espantoso de los rídiculos

Hay ciertos fenómenos que uno no se explica de dónde salen, ni por qué ocurrieron, ni quién fue el sujeto que los perpetró, pero que de cuando en cuando suceden, y que nos dejan claro el estado de las cosas.

Hace algunos días hablaba yo de esa catástrofe narrativa en que se ha convertido, desde hace muchísimo tiempo, la multimillonaria saga de ‘Star Wars’, y cómo sus películas, al mismo tiempo que otras que beben de ella o que están inspiradas por ella, han abaratado el sentido de la aventura, y han convertido ese tipo de cine, en mi opinión primordial, en una montaña rusa elaborada no ya para adolescentes con escasa exigencia, sino directamente para niños. Y la película que nos ocupa es un caso más de este tipo. Un filme que, a pesar de las terribles críticas que le dedicaron, fue todo un éxito de taquilla…

Lo más increíble del asunto, y lo más doloroso para mí y para otros (me consta), es que esta película parte de una novela absolutamente sensacional, escrita por Max Brooks (hijo, por cierto, de Mel Brooks y Anne Bancroft), titulada como la película, ‘Guerra Mundial Z’, y que en la prescindible opinión de quien esto escribe es una de las novelas más importantes, al menos estadounidenses, de lo que llevamos de siglo XXI. Una obra, la primera estrictamente de ficción de Brooks, que seguía a su imprescindible ‘ZOMBI: Guía de supervivencia’, y que viene a ser no solamente la obra literaria más importante de este subgénero de terror, sino una obra en sí misma extraordinaria, contada con un pulso narrativo, una inteligencia y una astucia estratosféricas.

Tuvo sentido, claro, que la crítica «seria» la ignorase o simplemente la tratase como otra novela más de género, tanto sentido como el hecho de que Hollywood se fijara en ella para llevar a cabo una lógica adaptación con la que crear una de esas películas-evento, capaz de suscitar un precioso río de dólares. Lo que no tiene sentido es que lo hicieran tan rematadamente mal, a pesar de echar mano de un director tan interesante como Marc Forster (responsable de la magnífica ‘Monster’s Ball’), de contar con una estrella mundial como Brad Pitt (a la sazón, productor de la película), de un presupuesto más que generoso, y de partir de una novela con una premisa tan brillante. ¿Por qué la película es un desastre mayúsculo?

En la novela, un agente de una comisión de las Naciones Unidas, lleva a cabo una serie de entrevistas a supervivientes de lo que fue llamada la Guerra Zombi, finalizada diez años antes. En sus numerosas entrevistas, a individuos muy diferentes entre sí, de nacionalidades dispares, con experiencias y escenarios muy variados, nos proporciona una profundísima panorámica de los hechos, plagada de horror, suspense y momentos terribles. Y como viajamos a varios puntos del planeta, obtenemos la sensación de abarcar un suceso global. Y esto en la película, ¿cómo lo solucionan? La naturaleza de la novela, su esencia, es ese viaje por todo el globo, acompañados de voces dispares. Podrían haberlo hecho así, pero habría carecido de ese infatuado heroísmo del que precisan las grandes producciones yanquis…

En el filme, el protagonista, encarnado por supuesto por Brad Pitt, es un empleado de las Naciones Unidas que además de guapo y valiente, y abnegado padre de familia y amante esposo, es al parecer un genio de la táctica militar, un atleta, un científico y un guerrero alucinante. No explican exactamente quién es porque supongo que se dieron cuenta de que no podían hacerlo. Y tras dejar a salvo a su familia, se dedica a viajar por todo el globo (al menos, por algunas zonas), para encontrar al paciente cero y una posible cura. Lo más alucinante del asunto, es que allá donde viaja este superhéroe (al que no se le despeina ni un pelo de su rubia cabellera en toda la película) se desata el caos, y vemos a cientos, o miles, o incluso millones de zombis corriendo como posesos (desvirtuando así las reglas zombi, no solamente de Brooks, también de Romero), escalando unos sobre otros para salvar enormes murallas, arrasando con la población, mientras él sigue avanzando hasta una clímax convencional y sin garra.

Claro, con esto querían hacer algo parecido a ese relato de un agente de Naciones Unidas, pero con más acción. Todo se derrumba, claro, porque no hay nadie que pueda creerse lo que está viendo en pantalla. Mi pregunta es la de siempre: ¿qué aporta esto al espectador? Con tantos contenidos sobre zombis (con la magnífica serie ‘The Walking Dead’ como faro de todos ellos), ¿era necesaria esta ridiculez de aventura, que no tiene acción, ni suspense, ni ingenio ninguno, que no alberga ni una sola secuencia mínimamente interesante?

Lo peor de esto es que, a raíz de la película, muchos creen que la novela es lo mismo. Y no me cansaré de repetir, las veces que haga falta, que no. De las 35 novelas largas que me leí el año pasado (entre ellas, obras maestras de Faulkner, McCarthy o Mann), sin duda ‘Guerra Mundial Z’ me ha parecido una de las mejores, muy superior, en todo, a novelas de prestigio del siglo XXI, que no van a perdurar con la misma fuerza que ella. De modo que mi recomendación está clara: léanse la novela, que es portentosa, porque con esta excusa de historia fantástica consigue (como tantas historias fantásticas), trascender su género y hablar, de forma sutil pero nítida, de la realidad de este mundo desquiciado y asustado ante lo diferente, incapaz de trabajar unido por un futuro mejor. Y no vean la película, que es uno de esos últimos ejemplos de lo que antaño algunos llamábamos «americanadas».

Pitt, que se ha convertido en un buen actor, la hizo para ganar dinero (y ganó mucho con este negocio, créanme), no para hacer una película interesante. Y nosotros, pobres espectadores que apenas llegamos a fin de mes, haríamos mucho mejor empleando nuestro escaso dinero, o nuestro escaso tiempo, en mirar a la pared.

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