La cruda realidad (II), sobre lo que se escribe, se filma y se publica

Claro, una cosa es hablar de lo que se lee o se ve en la tele y en el cine, de lo que nos llega, y valorarlo, y reflexionar qué es válido y qué no, qué es pésimo y qué es magnífico o formidable. Pero otra cosa muy distinta es hablar, o en mi caso escribir, sobre cómo y por qué se escribe, sobre en qué condiciones y con qué intenciones se filma, y con qué motivos y qué objetivos se publica. Y es lo que me propongo hacer, centrándome en todo lo posible en el estado de las cosas en España, que para eso vivo aquí y lo sufro aquí.

Empezando por un hecho obvio que creo que muy poca gente se para a pensar, pero que es una verdad como un piano de grande. Vamos a ver, si a un novelista o aspirante a novelista se le diese a elegir entre estas dos posibilidades:

  1. Escribir una novela importante, estéticamente revolucionaria, que de momento no vendiera ni quinientos ejemplares, o sea que no te sacara de pobre, pero que quizá en el futuro fuera una obra de referencia mundial.
  2. Escribir una novela mediocre e inane, pero que vendiera cuatro millones de ejemplares, y que dentro de diez años estuviera olvidada por todos.

¿Qué creen que elegiría el 95% de los encuestados? De hecho, ¿qué creen que están eligiendo? Y cuando digo novelista o aspirante a novelista lo digo con conocimiento de causa. Pero, y esto es muy importante dejarlo claro, una vez que te vendes, te has vendido para siempre. No me cabe duda de que bastantes de esos (cientos o miles) de escritores que tienen una novela que vende dos o veinte millones de ejemplares tienen verdadero talento literario, pero qué casualidad que nunca escriben nada de importancia, sino que continúan tratando de acumular más éxitos. No hay marcha atrás una vez que para las editoriales te has convertido en un mercenario.

Ahora bien, en cuanto a las editoriales, las grandes españolas, la situación es la siguiente: el que crea que publican por un criterio de calidad se equivoca absolutamente. Las editoriales no van a publicarte porque lean tu novela, o noveleta, o libro de cuentos, y se den cuenta de lo maravillosamente bien que escribes, o por lo preciosa, emocionante y redonda que te ha quedado tu novela. Y a ese escritor de éxito no le miman y le besan el culo porque consideren que es un artista formidable. Nada de eso. Las editoriales, las grandes, publican exclusivamente aquello que consideran que tiene alguna salida comercial, y créanme, aciertan una de cada diez veces. Pero ese es su criterio, y no adoptan ningún otro. Por supuesto que hay editoriales más pequeñas, más valientes, que se interesan por la literatura, que publican autores noveles con propuestas nuevas, que defienden otra forma de hacer las cosas. Pero no son la norma.

Y ahora, en un ejercicio de alquimia, juntemos en una realidad (que es la nuestra, la cruda) a editoriales que publican exclusivamente aquello a lo que le ven salida comercial, y no otra cosa, con escritores que no tienen el menor interés de escribir algo valioso, sino únicamente algo que venda mucho, y tenemos una radiografía exacta de la situación actual de la literatura en nuestro país. Y no, no voy a hablar de los premios literarios. ¿Para qué?

Y en cuanto al cine, eso es otro tema, aunque tiene flecos parecidos a la literatura. Pero es obligado decir que cuando tantos nos quejamos del grueso de películas españolas, que suelen ser, con bastante regularidad anual, comedias bobas, no queremos entender que los que las financian están convencidos de que es eso precisamente lo que le gusta al público español. Esa es la razón de que las hagan, y no otra. No hay una confabulación, ni un deseo de reírse de la gente. Y con esas comedias bobas, generalmente, cubren sus cupos, pagan las facturas, y la maquinaria sigue funcionando, a trancas y barrancas, pero funcionando. Y cuando no son comedias bobas, son thrillers bastante casposos y poco creíbles, o dramas más anquilosados que una pieza de Jacinto Benavente. Y esto se puede extrapolar al mundo televisivo español.

Ahora bien, a esta realidad hay que añadir otra: los pocos afortunados que escriben y/o filman películas, en muchos casos (no en todos, afortunadamente), adolecen de una deprimente falta de ambición. Se contentan con que por fin han conseguido la tan anhelada financiación, de que han vendido los derechos a las televisiones (con los criterios antes aludidos), y que han obtenido luz verde para filmar una película que no va a ser en ningún caso una gran película, pero que sí, que es una película, diablos, y podemos darnos con un canto en los dientes. A ver cómo funciona luego en taquilla, a ver si se estrena, también…. porque España es un país en el a que los guionistas no se les paga si la película no se hace finalmente, y es un país en el que muchas películas filmadas ni siquiera se estrenan.

Y finalmente quedan los depositarios, los espectadores, los lectores, en medio de todo esto. Hablemos un poco de ellos. En un país en el que se lee tan poco como el nuestro (según algunas encuestas, casi de la mitad de la población no coge jamás un libro, y de los que leen, un alto porcentaje lee 5 o 6 libros al año, lo que me van a perdonar, pero a mí me parece lo mismo que no leer nada) cuando un libro tiene un éxito masivo significa, por definición, que lo compra gente que no lee nunca. Es decir, que esos lectores-no lectores que convierten a un libro en un best-seller en este país son para los que escriben gente como P-Reverte o G-Jurado. Lectores a los que la literatura les interesa concretamente un carajo.

Y no es ningún secreto que un alto porcentaje de espectadores españoles abomina del cine español, aunque de vez en cuando se deja caer por sus comedias, y no tiene el menor interés en ver películas españolas realizadas por cineastas de talento, ambición y riesgo (y creánme que los hay, y no pocos). Quejarse se quejan mucho, de que el cine español no es tan bueno como el norteamericano, pero no ven ninguna película española, salvo las que ve todo el mundo.

Así las cosas, el término crudo se queda pequeño.

Pero yo sigo creyendo que las cosas pueden cambiar. Que hay gente que sabe lo que lee y por qué lo lee, y que tiene interés por un cine español de calidad. Y sigo creyendo que las editoriales pequeñas tienen un valor incalculable, y que hay que seguir luchando por revertir la dantesca situación cultural actual.

No creo haber dicho ni una sola cosa falsa o exagerada. Todo lo que escrito aquí es un hecho incontestable. Y ya mañana o pasado volveré a escribir sobre aquel libro o aquella película.

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