Premios cinematográficos locales: absurdos, mentiras y montajes

Ahora que se han entregado los Globos de Oro, y que dentro de poco tendrán lugar los Bafta, los Goya y los Óscar, entre muchos galardones de industrias premiándose a sí mismas, quizá merece la pena volver a incidir en todo el montaje y en todo el absurdo que este tinglado representa, y que cada año es un poco más falso, un poco más estrafalario y bastante más prescindible.

Se supone que estos premios los eligen lustrosas «academias» cinematográficas, o asociaciones de prensa, o en definitiva un nutrido grupo de profesionales, que se ven todas las películas del año, y luego votan como si esto se tratase de un plebiscito, un voto secreto y en el que no caben chantajes de ningún tipo. Esto es lo que se le vende al público y el público se lo traga tan contento. Y yo, la verdad, no sé cómo puede tragárselo.

Todos estos premios anuales son un montaje, establecido para mantener el status quo, en los que las nominaciones están decididas de antemano, y los premios mucho más, al menos en la mayoría de las disciplinas importantes. Es la única explicación posible a que Globos de Oro, Bafta y Óscars no solamente premien exactamente lo mismo, con muy pocas variaciones, sino que ya en un principio nominan las mismas películas y los mismos actores.

En el caso de los Goya, por quitárnoslo de en medio cuanto antes, teniendo en cuenta lo raquítica y anémica que es nuestra industria, tiene cierto sentido que tres o cuatro películas acaparen todos los apartados, y acumulen (esas tres o cuatro) diez, doce o catorce nominaciones. Pero no así en el cine norteamericano y británico, con una industria mucho más grande y en la que podrían esperarse lógica disensiones entre esos tres galardones.

Pero, realmente, ¿alguien puede creerse que la «Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood», que cubre los eventos de ese país para publicaciones en el extranjero, va a preferir exactamente los mismos títulos que pocas semanas después se nominan en los Óscar por la Academia de ese país? Y más aún, ¿quién puede aceptar que en los BAFTA, de la Academia Británica de artes televisivas y cinematográficas, va a ocurrir lo mismo? Luego hay títulos que, a pesar de su evidente relevancia, son ninguneados en los premios anuales…¿Cómo va a tener lugar lo contrario, si sucede este extraño poltergeist cada año? ¿No será que lo más lógico, que todo esto sea una patraña destinada a convencer al personal de que las decisiones de toda esta panda de académicos y críticos de prensa extranjera y demás seres en la sombra, son inapelables…cuando en realidad muchas veces son justamente lo contrario, tremendamente discutibles?

Porque más allá de las lógicas preferencias de cada cual, es cierto que más o menos recogen lo más relevante y recordado del año…más o menos. Con sangrantes excepciones. Pero más o menos digamos que sucede así. Sin embargo, indefectiblemente, cada año, la película ganadora es la que más conviene para salvaguardar las apariencias de una industria que elige ese título correcto, amable, que sigue fiel a cierto academicismo, a cierta imagen de fábrica de sueños, o por lo menos a cierto cine de prestigio, en el casi nunca lo más bello y revolucionario obtiene alguna mención.

Ciertos premios, también es verdad, resultan inapelables. Muchas veces se otorga el Óscar a mejor fotografía o a mejor música original precisamente a ese gran trabajo del año, o a uno de los incontestables trabajos del año. Pero siempre, absolutamente siempre, el premio a mejor película y a mejor director es una decisión política, de cara a la galería. Así fue cuando premiaron a ‘Crash’, o a ‘Moonlight’, o a ‘Argo’, o a ‘El discurso del rey’, o a ‘The Artist’, y tantas y tantas otras. Y los premios a actores, muchas veces, se entregan a una gran estrella que hace tiempo la masa social exige que lo tenga, o ese intérprete que ya tiene sus años y tiene su última oportunidad…

Y si alguien quiere una prueba de la falta de honestidad de estos premios, basta con mirar algunas entregas: ¿cómo es posible que cuando le dieron el Óscar a Almodóvar, se lo entregase Antonio Banderas y Penélope Cruz? ¿O a Martin Scorsese sus amigos Coppola, Spielberg y Lucas? Y así muchos ejemplos a los que la plebe, todos nosotros, asistimos pasmados, y muchos, la mayoría, lo aceptan como la broma que es.

Al menos en los festivales de cine, esos que muchos supuestos cinéfilos detestan y rechazan con desdén, se elige un grupo de películas que compite de forma más directa, con un jurado internacional que las ve por primera vez. Y por supuesto que habrá presiones, y las hay, y componendas, y tinglados, pero se respira otro ambiente, y no hay masa social ni crítica que imponga sus gustos y su ley, que es lo más importante. Los premios Óscar y los Bafta y los Globos de Oro, son premios económicos, y por eso la gente los quiere ganar, no se lleven a engaño. Algunos significan premios en metálico directo, y otros un resurgir en las salas o un cartelito en la carátula del blu-ray, que le de un marchamo de calidad. Pero no se fíen de eso tanto como de su propio criterio. El que lo tenga, claro.

2 respuestas a “Premios cinematográficos locales: absurdos, mentiras y montajes”

  1. Desde luego, es todo un circo. Cada año juego con mi novia a ver qué películas se llevan determinados galardones. Siempre grana ella, porque yo, iluso de mí, creo que algún año tendrán un mínimo de juicio y acierten, al menos, con la mejor película, pero no hay manera.
    Al final es como apuntas, un juego económico bien orquestado.

    ¡Un abrazo Adrián!

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