Acaba de terminar (sus créditos todavía pasan por la pantalla de mi televisor) y me es imposible no escribir sobre ella, pues las sensaciones (casi todas negativas), que me ha suscitado el nuevo trabajo de Alejandro Amenábar son tan intensas, tan viscerales, que despiertan ese impulso que siempre ha existido en mí, que me impele a argumentar mis ideas, pues a veces es lo único que tengo.
Viendo ‘Mientras dure la guerra’ me he sentido, a ratos, transportado al pasado. No precisamente a ese pasado al que quieren llevarme sus responsables, sino a otro bastante más prosaico, me temo: el primer visionado de ‘Mar adentro’, hace ya tantos años. Recuerdo bien las alabanzas generalizadas, recuerdo también mi instinto inicial, el de un tipo que todavía no las tenía todas consigo en cuanto a sus ideas, sus gustos e inclinaciones artísticas. El suplicio casi insoportable que me reportaron sus imágenes se ha visto multiplicado con el que me ha provocado su séptima película, ahora que Amenábar parece definitivamente instalado, por alguna razón inconfesable, en el melodrama de prestigio, esa suerte de estilo cinematográfico consistente en contar historias más grandes que la vida con absoluta corrección formal. Abandonando sus ciertamente atractivas primeras historias, sin duda menos, digamos, reputadas, pero al menos algo más ingeniosas.
Con esta nueva película, reincido en mis sentimientos respecto a ese tipo de cine, de modo que quizá no andaba yo tan desencaminado conmigo mismo hace quince años, o eso o sigo siendo tan majadero como por aquel entonces. No hay vuelta de hoja. Pero no. Ahora ya confío un poco más en mis emociones, en mis argumentos ante una obra artística, o por lo menos narrativa. Y pienso que esto es exactamente lo mismo que ‘Mar adentro’, un melodrama lacrimógeno muy mal armado pero muy bien maquillado, con un buen actor en el vértice de las imágenes (Javier Bardem allí, Karra Elejalde aquí), un tema grande, que suena a importante (nada menos que la eutanasia en aquella, y aquí los acontecimientos de la Universidad de Salamanca en plena Guerra Civil…tal como está España en estos días de caldeada), y todo con mucha enjundia, mucho empaque, un presupuesto holgado y unos cuantos juguetes audiovisuales al servicio del director.
Pero Amenábar no da la talla.
El director estrella con pies de barro
Es Amenábar el niño bonito del cine español desde que comenzó su andadura allá por 1996, cuando debutó con la ciertamente estimable ‘Tesis’ (sobre la que Jose Luis Cuerda afirmó, y yo estaba presente en aquella conferencia, algo de lo que casi nunca me acuerdo…, que cinco minutos suyos eran mejores que todo ‘El silencio de los corderos’….supongo que de ilusión también se vive, como decía el refrán), que le dio el primero de los tres premios Goya al mejor director (aunque ese primero fuera en la categoría de director novel), que el muchacho ganó en menos de diez años. Toda una hazaña que, como no podía ser de otra manera, le aupó a una condición de intocable al que ni siquiera el comercial y mucho más internacional J.A. Bayona puede aspirar…
Pero, al menos desde la prescindible óptica de quien esto suscribe, el arrollador descaro y el ciertamente astuto ingenio de ‘Tesis’ no se vio refrendado por su carrera posterior, cada vez más pendiente de afirmar esa condición, ese nivel de fama y de grandeza mediática, que de construirse una trayectoria sólida e interesante. Y en cierto sentido (el comercial, claro) le funcionó, pues hasta ‘Mar adentro’, su cuarta película, todas ellas se cuentan por éxitos en taquilla, y por el veleidoso respaldo de la crítica de este país, que no destaca precisamente por su exigencia, cabalidad ni altura de miras. El premio Óscar a ‘Mar adentro’, sobre la muy superior y, esa sí, estremecedora ‘El hundimiento’, fue su cumbre y, al mismo tiempo, el principio de su declive. A mí no me engañó nunca, pero algunos empiezan a descreer, lo cual es una buena noticia.
‘Ágora’ evidenció que su enorme ambición no vuela acorde con su talento y sobre todo con su verdadero calado como artista. ‘Regresión’, que pasó sin pena ni gloria por el cine, y que casi nadie ha visto, fue la primera de sus películas que muchos (como Carlos Heredero, mi antiguo profesor de cine español) dijeron que era impersonal (a mí impersonal me parece todo su cine…). Y ahora vuelve a España con un tema mucho más castizo (de hecho, más castizo imposible), pero de nuevo instalado en el melodrama menos sutil y más comercial, obteniendo buenos números de taquilla, convenciendo de nuevo a una gran parte de la crítica y el público, y a algunos como yo confirmándonos de una vez y para siempre que es un globo hinchado, una estrella con pies de barro.
Muchos creen que en cine, o en novela, una de las cosas más importantes es el tema, el material narrado. Estamos en eso, y me temo que seguiremos en eso mucho tiempo, tal como están las cosas. Y no es así. Hablar del famoso discurso de Unamuno en el pestilente Día de la Raza, o de la odisea de Oskar Schindler durante el Holocausto Judío, o de la eutanasia, o de cualquier otra cosa supuestamente importante, no hace de tu película, o tu novela, mejor. Las grandes narraciones no se elevan por hablar de grandes temas, sino a pesar de ellos. Es la narración lo que importa, el modo en que el plato se te sirve, no el plato en sí. Y es ahí donde Amenábar fracasa estrepitosamente. No entiende, o no quiere entender, tal como le sucede a su entregado público, que un día en tu casa tendiendo la ropa y jugando al parchís puede ser más emocionante que una batalla contra los orcos. Todo depende de cómo te lo narren.
Y una vez más cuenta con una producción de primerísimo nivel, con un diseño de producción muy cuidado, una esmerada reconstrucción histórica, una buena (aunque me limitaría a decir bonita) fotografía, algunos soberbios planos de efectos especiales, escenas de masas bien coreografiadas, un trabajado maquillaje para algunos de los caracteres, etc, etc… Sin embargo, a pesar de este envidiable aparato escenográfico, son los muñecos los que le fallan, es el alma del invento la que está ausente. Y lo está desde el minuto 0, hasta el minuto 100 de la película, sin que en ningún momento haya en ella algún detalle que la haga elevarse de la más aplastante mediocridad.
Como es bien sabido, esta película nos cuenta el enfrentamiento de Miguel de Unamuno, recién restituido rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, contra los poderes fácticos que pronto se harían con el control del gobierno de este desgraciado país, los cuales quieren que arrime el ascua a su sardina, pero se topan con su valentía y sus palabras. Pero este material, que se supone va a ofrecer tensión, suspense, momentos de alto voltaje social e íntimo, desencuentros, conversaciones antológicas, no entrega nada de eso al espectador, sino una colección de secuencias, arbitrariamente unidas entre sí, en las que el ritmo interno del relato y el tono de la narración se le van de las manos continuamente a Amenábar. Y eso, esas dos cosas, son las únicas que jamás pueden írsele de las manos a un buen cineasta.
Es imposible, así, creerse nada de lo que se está viendo. Parece que asistimos a una especie de telefilme sin el menor rango visual, cinematográfico, con un montaje superficial y una estructura muy poco trabajada, errática, frágil, mal cosida y peor armada. Es tremendamente significativo que este director se empeñe en hacer él la música (que resulta reiterativa, ñoña y poco dinámica), pues su película carece de música interior, de verdad, de ritmo, como ya he dicho. Un filme como este exigía una férrea armazón formal, un crescendo imparable, una antelación trágica de los hechos, un peso dramático que jamás saboreamos en sus borrosas imágenes que son todo cáscara, todo humo.
Con esto poco puede hacer un voluntarioso Karra Elejalde, un actor que es puro instinto, puro fuego interior. ¿Qué va a hacer él en una película tan mecánica y tan fría como esta, en la que la emoción no hace acto de presencia ni siquiera en sus impostados momentos sensibleros? Y así, al igual que el resto del reparto, sin excepción, está teatral, envarado, poco creíble. Es posible que se lleve el Goya a mejor actor, pero no se lo merece. En realidad, es posible que Amenábar tenga un Goya más, el cuarto, a mejor director, y que su película arrase en esos premios, pero no se los merece. Yo ni siquiera le daría el de mejor sonido a una película que debía sonar mucho mejor, dejar que el espectador escuchase el mundo de aquel entonces, que así respirase, en lugar de colarle su música, que es un disparate que también esté nominada.
Y así, el cine español seguirá esperando un gran director, o por lo menos un buen director, que haga acto de presencia, así como la crítica seguirá esperando a críticos, comentaristas, que vean las cosas como son, y no como se quiere que sean.
El otro día me enteré por casualidad que tenías este blog diferente del anterior (el cuaderno audiovisual) cosa que pasa porque eres un tío que se olvida de los amigos y apareces por el blog de Palazón de higos a brevas y al final nos olvidamos hasta de tu excelsa pluma, escribes tan bien a mi gusto que me da hasta vergüenza contestarte con mi estilo poligonero.
Bueno a medida que tenga tiempo te voy a seguir leyendo, ya me he “cascao” varios artículos, con el de Reverte disfruté como un enano y me dio hasta pánico coincidir tanto contigo, pero bueno en este sobre Amenabar y en particular sobre todo con el de Mientras dure la pandemia guerrera me has “matao” porque se la puse a mi madre en su tele y tanto a ella como a mi nos hizo pasar un buen/mal rato, pero es verdad que a nosotros en cuanto nos ponen una peli en que los Nazionales son representados como gilipollas ya se nos cae la baba de manera muy acrítica, en el resto de la obra de Amenabar solo he visto Agora y Los Otros hace mucho pero para lo que es el cine español en general pues no las encuentro demasiado mal.
Pero bueno el cometido principal del comentario era saludarte, recomendarte si es que no la ves “Better Call Saul”, agradecerte que sigas mi blog, no te dará trabajo porque no escribo nada en el, soy Carlos Bengoa alias Futbolín y nada mas ya nos iremos viendo, escribes con una gracia que me da gusto leerte aunque no esté del todo de acuerdo contigo, que por lo general no me suele suceder, jajajaja Un abrazo.
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Hola, Carlos/Futbolín!
Ya, soy lo peor. ¿Sabes qué pasa? Que empecé este blog con desgana y por hacer algo mas que escribir mis cuentos y mis novelas, y no pensaba ni siquiera ponerlo en modo público, pero luego cambié de opinión.
¡No exageres con mi estilo! Ojalá escribiera tan bien como dices. Sí, he visto que no dejas nada en tu página. Una pena, quería leer cosas tuyas…
La peliculita de Amenábar… en cuanto la ví me salió de dentro ese texto. O sea, que lo escribí con impulso irresistible. Es que es una película muy deficiente…
Venga, te haré caso y veré ‘Better Call Saul’, que para algunos es superior a la sacralizada ‘Breaking Bad’
Pásate por aquí cuando quieras, yo encantado de leer tus comentarios y saber de ti! Y dale un abrazo a Palazón de mi parte!
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Bueno no se quien dijo que en lo tocante a la guerra civil española que todavía no hemos podido hacer buen cine con esa temática, no se si los gringos hicieron películas buenas de la suya guerra que diría Mariano, yo por lo que recuerdo brumosamente haber visto, casi aseguraría que también me parecieron deficientes, las guerras fratricidas es lo que tienen, que son jodidas de contar, dicen que las batallas las cuentan siempre los que las ganan y entre hermanos está feo no reconciliarse y muchas veces sale un churro que no agrada ni a Tirios ni a Troyanos, sobre todo porque los Tirios son muy cabrones.
Mi Blog lo comencé cuando quedé en situación de prejubilación y pensé que me sobraría tiempo para todo y por mimetismo con el de Palazón y algún otro Blog que seguía, pronto descubrí que tanto organizando mi tiempo como escribiendo era demasiado torpe y ahí se quedó el pobre Blog criando malvas, escribir me da una pereza horrorosa y como hay tantos que se expresan tan bien prefiero leerlos yo que dedicarme a escribir y romper una cuartilla tras otra, es un decir claro, yo uso el PC casi desde que lo inventó IBM lo cual me costó un riñón porque había que cambiar el ordenador cada año por obsoleto.
Bueno volviendo a mi recomendación del “spin off”¡¡ manda huevos con el nombre¡¡ a mi me gusta mucho pero debo de decir que es una serie que la he ido viendo pausadamente semana a semana y con descansos anuales, no como Breaking que me la tragué en dos semanas y creo que casi me da un empacho, también me pegué un hartón con la que me recomendaste The Wire que ahora creo que ya está en formato 16:9. Grandes series, las primeras en mi vida que consumía de un tirón y eso era como enviciarme a la heroína y coartaban mi tiempo lo que me producía una agridulce sensación, rarito y desorganizado que soy solo me faltaba eso por lo que tuve que parar de ver series a ese ritmo y me ha quedado el remordimiento de no ver casi nada de Los Soprano, Deadwood o el par de metros bajo tierra y eso que enseguida ví que eran muy buenas mercancías, como no podía ser de otra forma con mentor tan exigente, jajaja
Yo os admiro no se como sois capaces de leer tanto escribir y ver tantas pelis, yo que ya no trabajo y hago bien poco en casa después de leer las noticias y algunas otras fruslerías en las redes no me queda tiempo para nada, me agencié 50 pelis de piratas o de origen pirata no lo se seguro, jajaja, de todas las recomendaciones que se daban para los tiempos de cuarentena y solo he sido capaz a de ver un par de Tarantino, vamos que soy un desastre y no me cunde el tiempo.
Como te comenté hable por teléfono con Palazón que te quiere un montón y le hizo muy feliz tu saludo tiene ya 92 años y hay que cuidarle para que aun le queden ganas de escribir yo le apadriné desde hace 10 años cual Sancho Panza al Quijote y así seguiré, soy de cambiar solo de reloj de pulsera, el Jazz ya evoluciona el solo sin darme trabajo y en lo demás me encantan las rutinas.
Nos seguimos viendo, que seguramente aun meteré baza en otros artículos tuyos, un abrazo y paciencia con la pandemia, que tengo la suerte de que me afecta poco, como jubilado económicamente y como muy casero que soy en cuanto a salir por ahí, pero todo y con eso estoy de ella hasta los………..
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Joder, 92 años son muchos años. ¿Cómo va de fuerzas y de ánimos? Al menos sigue escribiendo. En mi caso es una necesidad. Si no escribo, ya sea ficción o artículos, enfermo, o casi. Me siento vacío. Y con la lectura igual. Si no leo, todo lo que pueda, siento que estoy desperdiciando mis días, y eso ya lo he hecho mucho.
Le leo a Palazón, bastante, aunque no deje comentarios. Y aunque tú no escribas en tu blog sí veo que le dejas unos buenos comentarios, que son casi como artículos a veces, en los que complementas con información o con ideas su propio artículo. Eso también es escribir, digo yo.
En cuanto a películas de guerras civiles, bueno ahí está la magnífica ‘Lo que el viento se llevó’, sobre la guerra civil estadounidense, o la española ‘Silencio roto’, de Montxo Armendáriz, sobre la nuestra, aunque hay bastantes más. Puede que sea como tú dices, que mucha veces no convencen ni a tirios ni a troyanos, pero quizá la idea no sea esa, no sea convencer, simplemente dar un punto de vista y mostrar la verdad de los hechos. Aunque en un país tan inculto y reaccionario como este, la verdad de los hechos le importa muy poco a todo el mundo, eso también es verdad.
Yo por aquí estaré, y siempre que me escribas te contesto, con pandemia o sin pandemia, aunque es verdad que el tema empieza a ser estomagante, porque parece que no tiene fin, y a saber lo que nos encontramos cuando salgamos. Igual salimos y por fin estamos fuera de la caverna de Platón, también, o igual salimos y nos metemos todavía más en la caverna.
Un abrazo!
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