Para algunas personas, para muchas, tanto vale un libro como otro. El que tengan a mano, el que les presten, el que les caiga en gracia, para pasar el rato y para hacer como que leen. Nada en contra, cada uno hace con su tiempo libre lo que quiere, y nadie te obliga a querer elegir. Pero esta pequeña guía que voy a elaborar aquí es precisamente para los que caigan en estas páginas mías y se pregunten cómo diablos elegir un buen libro, cómo hacen esos elitistas que cuando ven una portada ponen cara rancia y cuando ven otra parece que han encontrado un oasis en el desierto. No es tan difícil, en realidad.
Porque no todas las novelas son iguales. Y esto, aunque parezca una obviedad, no lo es tanto cuando constatamos que el personal igual se compra un libro de Tom Clancy que uno de Leopoldo Alas «Clarín». Empecemos por lo primero que se ve:
La portada
Amigo lector, compañero de fatigas literarias, no es lo mismo esto:

Que esto:

Y no por el hecho de las gafas rotas en el primer ejemplo, que dan a entender un relato de violencia o por lo menos intriga, mientras que en el segundo una foto en blanco y negro, bastante desenfocada, nos adelante quizá una historia más densa, más ambiciosa desde un punto de vista formal, sino por algo bastante más evidente y quizá por ello bastante más sutil: el tamaño del nombre del autor. Es evidente que Roth es bastante mejor escritor que Grisham, pero en el primer caso, JOHN GRISHAM aparece escrito en unas dimensiones colosales, casi como si el editor te lo dijera a gritos, para que te quedase claro lo que tienes delante, mientras que PHILIP ROTH aparece bastante más pequeño, más humilde. Por si el lector avispado ya está adivinando por donde vamos, del primer libro hay que huir como de la peste si se quiere aprovechar el tiempo lector.
Pero no vamos a despreciar el contenido de las imágenes de los libros a evitar, porque claro, no es lo mismo esto:

Que parece sacado de una película de Bela Lugosi o Boris Karloff, que esto:

Que es bastante más contenido y elegante. La primera no me la he leído (ni pienso) y de la segunda recomiendo su lectura, aunque sólo sea para paladear la cuidada prosa de McEwan. Pero no hace falta que nadie me diga que la primera ha vendido mucho más que la segunda. Y es que las editoriales no venden libros, sino películas, y a la gente, a mucha, la convencen por los ojos.
Claro que no todas las portadas peliculeras, espectaculares y con imágenes épicas guardan en su interior malas novelas, tampoco las que tienen el nombre del autor más grande que el título, pero desde luego es un buen indicativo. Y terminado esto, pasemos al segundo punto:
Las citas
No es que las dedicatorias den igual, por supuesto que no, porque en realidad son la primera muestra (acaso involuntaria) de la prosa del autor, pero son mucho mejor indicativo las citas que a menudo el novelista incluye antes de comenzar con la novela propiamente dicha. Y aquí es un verdadero mundo. Unos incluyen citas de los clásicos, otros de novelas famosas, otros de personalidades históricas importantes, de películas, de poemas, o bien refranes, dichos. O bien nada de nada. Personalmente, y esto es preferencia mía, creo que una buena cita es ideal para establecer, antes incluso de la primera página, el tono del libro. Y algo más que eso: para saber qué ha leído el autor, o qué autores le gustan, y hacernos una idea de qué tipo de persona es. Y de eso va esta guía: de hacernos una idea.
Y aquí podríamos extendernos mucho, pero yo dividiría las citas en cuatro grandes grupos: uno, las pedantes (en latín o en francés o en arameo, o de un autor árabe o hindú desconocido, o demasiado exquisita para encontrarle sentido); dos, las peliculeras (las demasiado épicas o directamente las extraídas de películas); tres, las crípticas (que no sabes a qué diablos vienen por muchas vueltas que le des); cuatro, las sugestivas (las que te despiertan la curiosidad y te hacen pensar si te están explicando algo de la futura trama). Ni que decir tiene que de los cuatro grupos prefiero el último. Y tampoco me importa el tercero. Pero recomiendo al lector huir de las novelas que incluyan las dos primeras.
Y ahora, entremos en harina:
El comienzo
Lo dicen en todos los talleres de escritura (jamás he ido a ninguno, ni pienso, pero lo dicen), en todos los manuales y en absolutamente todas partes: el comienzo es crucial para empezar bien la novela, para atrapar al lector y para vender bien tu libro a una editorial y bla, bla, bla. Todo eso es mentira. El comienzo de la novela le sirve sobre todo al desamparado lector, para saber si debe coger ese volumen y pasar por caja o bien buscar otra cosa… para estar seguro de que tiene ante sí a un verdadero escritor o a un imbécil redomado. Porque no es lo mismo esto:
«A Jon Gutiérrez no le gustan las escaleras.
No es una cuestión de estética. Son antiguas (el edificio es de 1901, se ha fijado al entrar), crujen y están hundidas por el centro después de ciento diecinueve años de uso, pero son firmes, están bien cuidadas y barnizadas.
Hay poca luz, y las bombillas de 30W que cuelgan del techo sólo sirven para hacer las sombras más densas. Por debajo de las puertas, a medida que va subiendo, se escapan voces extranjeras, olores exóticos, músicas extrañas de extraños instrumentos. Al fin y al cabo, estamos en Lavapiés, es domingo por la tarde y se acerca la hora de cenar.
Nada de todo esto le molesta a Jon de las escaleras, porque está acostumbrado a lidiar con cosas del siglo pasado (vive con su madre), con lugares oscuros (es gay) y ciudadanos extranjeros de ingresos dudosos y en dudosa situación (es inspector de policía).
Lo que a Jon Gutiérrez le jode de las escaleras es tener que subirlas.»
-‘Reina Roja’, Juan Gómez-Jurado.
Que esto:
«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.
¿Tuvo Lolita una precursora? Naturalmente que sí. En realidad, Lolita no hubiera podido existir para mí si un verano no hubiese amado a otra niña iniciática. En un principado junto al mar. ¿Cuándo? Aquel verano faltaban para que naciera Lolita casi tantos años como los que tenía yo entonces. Pueden confiar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante.
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que los serafines, los mal informados e ingenuos serafines de majestuosas alas, envidiaron. Contemplen esta maraña de espinas»
-‘Lolita’, Vladimir Nabokov.
Ya al comienzo, si quieres leer, si eres inteligente y tienes buen gusto, sabes si el novelista es alguien a quien merece la pena escuchar o si es un gilipollas como un piano de grande.
Y para terminar:
La composición del texto
Coge el libro, pon la yema del pulgar en el canto de las páginas, y déjalas pasar, con el tiempo suficiente para observar la composición general del texto. Si todo lo que ves son diálogos y párrafos cortos, que sepas que la novela no será, salvo rara excepción (a lo Beckett) nada interesante literariamente hablando. Y si ves que no hay puntos y a parte y que todo es un mazacote de palabras, que sepas que va a ser más bien densa. ¿Lo ideal? Variedad. Diálogos en algunas partes, claro que sí, pero también párrafos largos, elaborados, alternados con otros más cortos, que den riqueza expresiva.
Y con estos sencillos puntos, que si sigues a rajatabla te van a convertir en todo un sabueso de los libros, ya puedes salir por ahí, a librerías de viejo, de segunda mano o a grandes superficies, a gastar el dinero que tanto te cuesta conseguir, a la aventura. Mucha suerte.
La vas a necesitar.
6 respuestas a “Guía para no perder el tiempo con malas novelas”
Las portadas tipo a la de ‘El psicoanalista’ son de las cosas más horribles que he visto en una librería.
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Las hay peores, compañero…
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Hola Adrián, qué gusto poder ponerme en contacto contigo.
¿Podrías recomendarme algunos autores de poesía en español con los cuales iniciarme en este campo? ¿Algunos títulos, quizás? Para mí tu opinión es muy valiosa.
Te animo a seguir escribiendo siempre, es un verdadero gozo volver a leerte tan seguido.
Saludos querido Adrián.
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Hola, Miguel
Pues no soy mucho yo de recomendar, y en lo tocante a la poesía, lamento decir que tampoco soy ningún experto, pero bueno, algo puedo decirte.
Creo que el poeta español más grande del XX es Juan Ramón Jiménez. Te recomiendo su ‘Antolojía’. Y luego españoles, o en español, hay muchos. Quizá puedas echarle un vistazo al trabajo de Alejandra Pizarnik, José Hierro, Chantal Maillard, Andrés Trapiello, Pere Gimferrer, Blas de Otero, Luis Rosales, Vicente Aleixandre, César Vallejo… de la mayoría de ellos tienes antologías poéticas que resumen un poco lo mejor de su trayectoria.
Todos de escuelas y estilos muy diferentes, pero para ir abriendo boca yo creo que no está mal.
Gracias por los ánimos, que a veces desfallecen. A veces me olvido de que hay lectores que aprecian mi labor. Muchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo!
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Extraordinario, muchas gracias.
¡Nunca olvides que eres muy importante para los que te leemos, Adrián!
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De nada
No olvido que hay gente que me lee, pero a veces no es fácil seguir haciéndolo
Saludos!
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