Jeff Buckley y su ‘Grace’

Existen algunos trabajos musicales que trascienden con mucho su época y su género, y que a los melómanos nos suponen un inefable regalo a los oídos e incluso al espíritu. No son muchos los casos, especialmente en el caso del rock, pero haberlos haylos. Y uno de ellos, sin ningún género de dudas, es el extraordinario ‘Grace’ de Jeff Buckley, que vio la luz hace ahora veintiséis años, y que conserva intactas sus magníficas virtudes como uno de los más importantes discos de su generación.

Huelga decir que está considerado por muchos artistas contemporáneos como una de esas obras maestras ineludibles, y de mayor alcance e influencia dentro de la música de su clase. Gente de la importancia de Robert Plant, Bob Dylan, Thom Yorke, y muchos otros, han declarado su admiración sin límites por este álbum, y no creo que sea para menos. Por desgracia, su máximo responsable, Jeff Buckley, murió en extrañas circunstancias, a los 30 años (3 después de la publicación del disco), mientras nadaba en el río Mississippi, a la altura de Memphis, convirtiéndose inmediatamente en otro de esos mitos musicales a que son tan propensos en los EEUU.

En lo personal, es un disco de gran importancia, tango en mi bagaje cultural como emocional, pues me resulta imposible no recibir una descarga de energía luminosa, pese a la melancolía de su conjunto, cada vez que escucho el disco, aunque sea en uno de esos días terribles que de cuando en cuando todos sufrimos. La prodigiosa voz de Jeff Buckley, de un rango vocal casi asombroso por su potencia y su riqueza expresiva, acompaña cada tema como si fuera el último que jamás nadie fuera a cantar sobre la tierra, entregándose a un lirismo en sus juegos vocales, que casi parece un virtuoso directo.

Once temas originales (y otros trece más en la edición Legacy, entre covers y nuevas versiones de sus propios temas) en el que nada sobra y nada falta y que son un compendio del tormento interior de un artista sensible y arriesgado. Destacaría, tras mucho pensármelo, y sin querer establecer una muy compleja jerarquía, tres de ellos: el conmovedor y muy sentido ‘Lover, You Should’ve Come Over’, el visceral y enérgico, muy guitarrero y vitalista ‘Eternal Life’, y el maravilloso cover del ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen, en el que llegó quizá más lejos que en ninguna otra en su prodigiosa voz. Buckley tenía verdadero talento para los covers, pero esta versión alcanza el rango de genialidad absoluta.

¿Quién sabe lo que podría haber hecho Jeff Buckley en trabajos posteriores? Nunca lo sabremos y habremos de contentarnos con esta imperecedera joya musical, de la que dejo su listado de canciones en Spotify, recomendando encarecidamente al lector que las disfrute con tranquilidad y sin prisas, permitiendo a la insuperable voz de Buckley desplegarse a sus oídos.

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