Géneros cinematográficos: el Western

Nadie sabe quién fue el cursi que dijo que el Western es el género de géneros. No solamente yo, en lo personal (aunque a nadie le importe, lógicamente), no lo creo, sino que quienquiera que fuese el que lo dijo con toda seguridad se limitaba a englobar las películas «de vaqueros» estadounidenses, cuando en realidad el Western es mucho más que eso, y muchas de esas películas no son en realidad westerns, sino dramas históricos. Pero ya llegaremos a eso.

Soy consciente de que ya la misma denominación, en sentido estricto, se refiere precisamente a esas películas dirigidas por John Ford, Raoul Walsh o Howard Hawks. Es un término que inventaron los anglosajones para designar no solamente a los relatos literarios del American Old West, también las pinturas de la época, y cualquier otra forma de arte, narrativo o no, que tuviera que ver con las aventuras de los colonos y los pistoleros y los aventureros de la segunda mitad del siglo XIX en EEUU. Pero es un término que a estas alturas ha perdido completamente esa connotación, y que se ha vuelto equívoco, pues en realidad el Western Norteamericano no es, en sí mismo, un género tan fuertemente codificado como se quiere creer, sino más bien un conjunto de arquetipos folklóricos, que muchos quieren identificar como un género tan cerrado como el Noir o el Sci-Fi, sin serlo.

En realidad, vamos a llamar a este género Western porque es un nombre más apropiado de lo que pueda parecer, aunque inicialmente induzca a cierta confusión. El Western Estadounidense canónico no es si no una manifestación más de lo que podría llamarse el Western Universal, una forma de relato de aventuras extremo, en la frontera (tanto física como moral), que casi cualquier cinematografía del mundo ha practicado en mayor o menor medida, por lo que el norteamericano sería en realidad un subgénero o subgrupo (y ya el Spaguetti-Western sería un sub-subgénero), y no otra cosa.

Aventuras en la frontera

Porque tratamos, trato, de clarificar, siempre dentro de mis limitaciones y sin olvidar que es mi punto de vista, todo este follón de los géneros, tal como empecé a delimitar en el anterior ensayo, y me parece que la introducción de este es apropiada para empezar a conseguirlo. El Western Estadounidense, cuando lo es y no se trata de drama histórico, es cine de aventuras violento, de personajes muchas veces al límite, en un territorio físico y moral en el que las barreras del bien y del mal a menudo se confunden, en un mundo en que dos civilizaciones muy diferentes y casi antagónicas, confluyen para bien o para mal, en el que por tanto la geografía, el paisaje, es fundamental. Y todo esto, no solamente lo han hecho en Hollywood. Existe en la cinematografía mexicana, africana, italiana, rusa e incluso francesa o española. Si empezamos a tener estos detalles en cuenta, vemos que la necesaria codificación de un género concreto comienza a tomar forma y que la confusión empieza a difuminarse.

De esta forma, es fácil concluir que una película, por otra parte bastante sólida, como ‘Atmósfera cero’ (‘Outland’, Hyams, 1981), aunque transcurra en el espacio, es en realidad un western canónico, y no porque en cierta forma siga el patrón argumental de ‘Sólo ante el peligro’ (‘High Noon’, Zinnemann, 1952), sino porque el héroe, su violenta aventura, el tono de la película, el mismo argumento y su puesta en escena, la hacen un western. Y lo mismo sucede con la obra maestra de James Cameron ‘Aliens’ (1986), que sin duda es una Sci-Fi de libro, que también es, sin ninguna duda, un filme bélico y que finalmente es, en toda su médula, un western de manual, porque en ella el paisaje es tan importante como los violentos y desesperados personajes que lo pueblan, porque estamos en una frontera (en esta ocasión espacial), porque existe un enfrentamiento fratricida y sin cuartel, y porque al fin se trata de un grupo de compañeros tratando de sobrevivir una peligrosa aventura. Eso es el Western.

El gran John Carpenter dice que todos sus filmes son Westerns. Es verdad. Todos lo son. Con diversos tonos, pero con el mismo espíritu, y con los códigos ya comentados bien nítidos en su estrategia narrativa. ‘Vampiros’, su irregular película de 1998, es un filme de terror, por supuesto, pero ante todo es un western. ¿Y qué decir de ‘The Walking Dead’, la serie de horror de AMC? Puede que TWD cuente la historia de cómo el mundo entero se infecta de la plaga zombi, pero en su estructura, en sus personajes, en su espíritu, es un western de manual. ¿De qué otra forma se puede definir esta historia permanente en la frontera, en la que no hay ley, ni gobiernos, en la que la civilización fracasa una y otra vez, con personajes que han de recurrir a la violencia no porque quieran, sino porque no queda otro remedio?

Muchos espectadores aún piensan que el Western ha de contener todos los tópicos mil veces repetidos, o no sería del género. Pero pensémoslo bien: si viéramos una película en la a un pueblo polvoriento llega un tipo con sombrero de vaquero, y entra en el saloon con sus espuelas, y pide un whisky, y una dama en apuros le pide ayuda, nos causaría más hilaridad, ahora mismo, que otra cosa. Es lo que, en cierta medida, sucede con un filme tan poco afortunado como ‘Silverado’, de Lawrence Kasdan, que más que un filme moderno parece un compendio artificial de todos los iconos del Western, y además un compendio sin vida, casi una parodia. ¡Y estamos hablando de un filme de 1985! Sencillamente no funciona. Y muchos hablan todavía de la decadencia del género. No es decadencia cuando durante cien años repites las mismas fórmulas. Para que el género continúe vivo, cualquiera de ellos, hay que reescribirlo y hacerlo evolucionar, como hacen en la magnífica ‘Rango’ (2011, Verbinski), que se ríe de los tópicos del Western, pero que al mismo tiempo es un Western maravilloso.

Del Western al Filme Noir

No voy a hacer aquí una narración de la evolución del Western en EEUU, entre otras cosas porque es una historiografía conocida incluso para los que no tienen mucho interés por el cine. Eso se lo dejo a otros expertos, que están deseando demostrar cuánto saben y cuántas películas han visto y repetir las mismas cosas que se llevan diciendo durante muchas décadas, y que contribuyen a los lugares comunes y a la confusión actual. Pero los norteamericanos fundaron su propio subgénero con el filme mudo de 1903 ‘El gran robo al tren’ (‘The Great Train Robbery’, Edwin S. Porter), que tuvo un gran éxito y que luego tuvo cientos de hijos en el cine silente, muchos de los cuales repitiendo los mismos esquemas. En Estados Unidos conoció una cierta «edad de oro» del cine académico, con obras de John Ford, Howard Hawks, Budd Boetticher, King Vidor, Jacques Tourneur, John Sturges, Robert Aldrich…

La figura más importante de los cuarenta y los cincuenta fue el pésimo actor John Wayne, de un carisma en su época realmente arrollador, y que se erigió como figura masculina y héroe del Western para toda la eternidad. Pero ya se estaban haciendo westerns en otros países, y con otras configuraciones, por mucho que los anglosajones se crean que ellos son los únicos que hacen estas cosas. Y no me refiero a imitadores de ese cine, como el Spaguetti-Western, sino a otras formas de narrar la aventura, con códigos propios, como el Wuxia chino, que es otra narración épica, o heroica, de aventuras violentas de frontera, y no son imitaciones de los siempre soberbios y arrogantes anglosajones, que se creen que lo inventan todo. La rabia que da es la de no tener tiempo para ver películas africanas, que según creo las hay de una belleza impresionante pese a sus limitaciones presupuestarias, pues muchas de ellas, por pura lógica, son westerns.

Abandonado ya el impuesto clasicismo, y por supuesto todo academicismo rampante, el Western ha encontrado su forma definitiva en Estados Unidos, con títulos como ‘No Country for Old Men’ (2007), de los Coen, o ‘Hell or High Water’ (2016), de David Mackenzie, filmes magníficos, entre otros muchos, que no necesitan de damiselas en apuros, ni saloones, ni sheriffs clásicos, para narrar una historia de frontera. Directores como Iñárritu, Thomas Anderson, el mismo Tarantino, toman los códigos del viejo Western y los subvierten a su muy particular mirada. Para eso están los códigos, para subvertirlos, cogiendo sus mimbres y haciendo algo vibrante con ellos, ahora que esa obra maestra titulada ‘Deadwood’ ha terminado por destruir lo que quedaba de los cánones de un género que nunca podrá morir, porque jamás dejarán de existir historias violentas en la naturaleza, en el choque entre dos civilizaciones.

Creo que podemos establecer el ADN de un Western con los siguientes trazos:

–Relato de aventuras de supervivencia, entre la naturaleza y ciudades o asentamientos incipientes.

–Protagonizado por personajes al límite de la moralidad.

–En un marco en que dos países, o civilizaciones, o incluso razas se enfrentan por la supremacía territorial.

–En el que el paisaje, el entorno, es tan importante que es un personaje más.

–En el que la violencia es habitual porque la civilización fracasa una y otra vez.

–Con un grupo de personajes, a menudo compañeros, unidos por una gran amistad y algunas enemistades profundas.

–Y en el que el nihilismo, o lo crepuscular, aflora en cada hilo del relato.

No caben aquí por tanto narraciones del antiguo Oeste que hablen de la construcción de una nación, o del costumbrismo de la época. Eso es otro género: el drama histórico. Y con este ADN es fácil demostrar que el Filme Noir, en realidad, es una prolongación del Western, pero ya en el interior de una gran urbe, con los claroscuros de una ciudad moderna, en la que los lazos de amistad ya están muy diluidos, pero que mantiene, a grandes rasgos, la codificación de ese género. Pero del Filme Noir hablaré en otro artículo.

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