Hace varios meses, casi un año, dejé aquí un texto sobre la novela de Cormac McCarthy, pero se trata de una obra literaria que no me abandona, por muchas razones, y que me impele a volver a escribir sobre ella, pese a que no la he vuelto a leer entera (tan sólo algunos párrafos o capítulos sueltos de cuando en cuando), y con el reciente artículo sobre el género cinematográfico del Western ha vuelto a mí con más fuerza todavía, percutiendo en mi memoria con sus inefables, aterradoras imágenes, de un lirismo y un existencialismo arrolladores, inexplicables.

Desde que la leí, a finales del 2018, he leído muchas otras novelas, epopeyas, relatos, obras de teatro, ensayos, algunos (no muchos) tan formidables y a su modo terribles como ‘Meridiano de sangre’. Me he terminado un 80% de la obra completa de William Faulkner, que espero terminar este año (y así, también escribir la segunda parte de cierto artículo), y he tenido acceso a la obra maestra de Hermann Broch ‘La muerte de Virgilio’, a la monumental obra de arte de Mann ‘La montaña mágica’, y a libros inclasificables como el ‘Ulysses’ de Joyce, ‘Malone Muere’ de Beckett o ‘El hacedor de estrellas’ de Stapledon. En definitiva, a muchas y muy variadas obras, pero la novela de McCarthy es de las que más se me han quedado rondando por la cabeza y, sobre todo, en las tripas, como uno de los ejemplos de arte narrativo más extremo que se puede encontrar en literatura.

Pero no extremo porque se trate de un trabajo experimental (una palabra, «experimental», que, por cierto, induce a error, aunque ese es tema para otro artículo), sino por el estado anímico, entre deslumbrado y sobrecogido, entre aterrado y conmovido, que te provoca su lectura. Y creo la serie que más me ha sobrecogido y fascinado jamás, la truncada ‘Deadwood’, también un western descarnado y brutal, bebe mucho del espíritu de esta novela-río, que cuenta la historia de un chico de poco más de catorce años, que alberga una extraña e inquietante inocencia, pero que se acaba uniendo, sin oponer mucha resistencia pero tampoco muy entusiasmado, a la infame banda capitaneada por un psicópata llamado John Joel Glanton, una panda de mercenarios que existió realmente, y que durante el periodo 1849-1850 se dedicó a dejar un rastro de sangre por la frontera mexicana, una estela de destrucción que McCarthy se propone narrar en su fastuosa novela.

Antes de que el chico, El Chaval sin nombre, al que en el idioma original se refieren como The Kid, se una a la banda Glanton, McCarthy le sigue en diversas aventuras hasta que él y los integrantes de su grupo se encuentran con una fuerza enemiga de nativos americanos cuya sed de sangre provoca una verdadera masacre. Toda esa zona está escrita por una prosa verdaderamente sublime, que debería hacer reflexionar a los que, como el a menudo muy superficial crítico Alberto Olmos, reniegan de la categoría de este escritor. Cierto que en ninguna de sus otras novelas ha logrado este nivel, pero también es cierto que su estilo alcanza momentos de un lirismo indescriptible:

«Siguieron adelante y por el este el sol arrojaba pálidas franjas de luz que luego fueron tomando un tono más espeso como de sangre rezumando a oleadas repentinas que se ensanchaban por capas y allí donde la tierra se escurría hacia el cielo en el borde de la creación la coronilla del sol surgió cual bálano de un gran falo rojo hasta que salvó la arista oculta y quedó agazapado y vibrante y malévolo detrás de ellos»

Es un extracto de la página 62 de la edición de Debolsillo, y a partir de aquí la imaginación, el estilo del escritor comienza a volar, y no cesa en su inspiración, en su formidable pulso, hasta la terrible masacre de la página 73, en la que el lector asiste, horrorizado, a un crisol de muerte y destrucción y locura como nunca ha leído en su vida. Pero el relato, a partir de ahí, en lugar de pasar a una zona más contenida, sigue subiendo más y más, pues el autor parece poseído de una voz inabarcable, infinita, y a fin de cuentas el temible Juez Holden aún apenas ha hecho acto de aparición, y es en la página 106 en la que El Chaval se une a la banda Glanton, de la que John Joel Glanton puede ser el líder absoluto, pero en la que el Juez Holden, un ser enorme, sin pelo, de una mente y una presencia terroríficas, el es el jefe espiritual.

Y comienza ahí una epopeya sanguinaria en la que el grupo, en principio contratado para cortar las cabelleras de los comanches, se entrega a una orgía de asesinatos y destrucción que parece no tener fin, y con la que McCarthy, sorprendentemente, hace una literatura sublime, que trasciende el Western, y que se encuadra en otra categoría, la del poema nihilista. Lean esta otra maravilla:

«De repente Batchcat y uno de los de delaware volvieron grupas y fustigaron a gritos a sus caballos y la compañía hizo lo propio y empezaron todos a desfilar por la hondonada en dirección a la franja de maleza que marcaba la playa. Los hombres saltaban ya de sus caballos y los maneaban al instante con lazos que llevaban preparados. Cuando los animales estuvieron asegurados y ellos tendidos en el suelo al abrigo de las matas de gobernadora, listos para disparar, los jinetes ya estaban apareciendo por la parte más alejada del lecho seco, un tenue friso de arqueros montados que temblaban y vacilaban al calor creciente. Pasaron frente al sol y desaparecieron uno por uno y aparecieron otra vez y al sol eran negros y salían de aquel mar evaporado como fantasmas quemados, las patas de sus caballos levantando una espuma que no era real, y quedaron ocultos en el sol y ocultos en el lago y brillaron tenues y parecieron reunirse en un todo borroso y se separaron de nuevo y aumentaron por planos sucesivos en avatares siniestros y se fusionaron poco a poco y en el cielo que ya sugería el alba empezó a aparecer encima de ellos un aspecto infernal de sí mismos enormes e invertidos y las patas de los caballos que montaban increíblemente largas y pisoteando los altos y delgados cirros y los tremendos antiguerreros suspendidos de sus monturas inmensos y quiméricos y sus gritos salvajes resonando en aquel sustrato duro y llano como gritos de almas que se hubieran colado en el mundo de abajo por algún desgarro en la trama de las cosas.»

Se percibe, mucho, la influencia de Faulkner y de Melville, pero también se observa el estilo de un escritor en plenitud de su propia voz y sus propias armas de narrador. Créame el lector que no desfallece en su estilo ni en su forma hasta el mismo, terrible, inolvidable, final de la novela. No es un estilo fácil ni accesible para algunos, pero es de una exigencia formal absoluta, y de una perfección en las imágenes, en el mundo que intenta crear, en la expresividad de su estrategia, que lo hace volar a un nivel estratosférico.

No soy yo de recomendar lecturas a nadie. De hecho a veces me preguntan, en persona, qué se puede leer, o qué libro puedo yo aconsejar, y nunca respondo. No se lean esta excepcional novela. No hace falta. En realidad no lo necesitan, ni ella a ustedes. Ahora que la literatura tal como la conocemos está cerca de pasar a mejor vida, déjenla tranquila allá donde esté. Pero si por un casual se deciden a entrar en sus páginas, prepárense para una experiencia inaudita. Y, ante todo, entren por su cuenta y riesgo, porque no es para novatos. Advertidos quedan.

7 respuestas a “Lo sublime en ‘Meridiano de sangre’”

  1. Una lectura que tengo pendiente desde hace años. Los fragmentos que pones aquí son impresionantes.
    Ya que has sacado a colación a Faulkner, es otro autor del que quiero leer mucho, mucho más; sólo he leído ‘Santuario’, obra que me parece magistral.
    Sería muy interesante que escribieses ese artículo sobre lo experimental, me encantaría saber qué opinas sobre ese tema.
    Un abrazo, Adrián.

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    • Pues te quedan muchos grandes faulkners. Aunque no es un autor en absoluto accesible para el lector medio. Si llegas a leerte Absalom, Absalom! Ya me dirás qué te parece.

      Lo que tiene que ver con el término experimental… sí, estaría bien un trabajo sobre ello. No sé cuándo me pondré, pero lo verás por aqui.

      Gracias por el comentario!

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      • Es una bestialidad, sí. Alguna vez he escrito sobre ella. Exige mucho del lector, pero se lo devuelve con creces. Mientras la leía tuve muchas veces el impulso de lanzarlo por la ventana.

        En cualquier librería de segunda mano lo tienes por 3€, así que ya sabes, no tienes excusa para no pasar un mal rato.

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