Terrence Malick lo tiene difícil

Reciente el visionado de ‘A Hidden Life’ (2019), la novela realización del estadounidense Terrence Malick, algunas cosas saltan a la vista de forma absolutamente nítida, y otras se revelan como inexplicables.

No he visto ni ‘Knight of Cups’ (2015), ni ‘Song to Song’ (2017), pues ninguna de las dos, por razones que nadie explica, se han estrenado en nuestro país de forma abierta, sino tan solo en algunas salas escogidas, o en la Filmoteca de Cataluña, y durante muy poco tiempo, por lo que sólo unos pocos han podido acceder a ellas. Pero contra todo pronóstico, que quizá, o no, tenga que ver con su selección oficial en Cannes, ‘A Hidden Life’ ha encontrado un hueco en nuestras salas y se están vertiendo algunos comentarios, la mayoría poco razonados, acerca de sus imágenes. Pero lo que sí puede hacerse es constatar lo complicado, por no decir imposible, que lo tiene Malick para alcanzar algunas cumbres previas de su cine, algo que ya parecía insinuarse en ‘To the Wonder’, que vimos hace ya unos cuantos años.

Es ‘A Hidden Life’ puro Malick, esto es, un filme con un tempo muy particular, y con una puesta en escena, una planificación, una dirección de actores y un tono que no se parece en nada a cualquier otra cosa que podamos ver, y la arbitraria comparación que algunos han hecho con el magistral (esa sí) ‘Silence’ de Martin Scorsese, sólo puede entenderse porque en el centro de ambas historias tenemos a un personaje que se mantiene fiel a sí mismo hasta el mismo final. Pero nada más, porque Malick (al igual que Scorsese), posee un mundo propio e intransferible, en el que entras o no entras, y en el que a veces es más agradecido quedarse y otras veces lo es menos, y en el que su torrente de imágenes puede elevarte o bien puede hastiarte.

Ya en ‘El árbol de la vida’ (2011), Malick entregó un trabajo tremendamente irregular y desequilibrado, que por alguna extraña alquimia se mantenía en pie, pero en el que por primera vez sus imágenes oníricas, sobre todo las de su zona final, sus asociaciones sensoriales, su desbocado lirismo materializado en composiciones o texturas o imágenes, terminaba por resultar opaco, inconsistente en muchas ocasiones, pero la película era tan rotunda, tan hermosa en algunos tramos, tan honesta y cruda en otros, que era imposible no sentirse compelido por ella. Esa insuficiencia se volvió aún más rotunda en ‘To The Wonder’, que recibió pésimas críticas y que ya resultaba reiterativa, redundante en muchos tramos, como si el material que este portentoso artista quisiera armar, semejante al barro, se le viniera abajo una y otra vez pero él, con su talento de alquimista de imágenes, volvía a levantar sirviéndose de nadie sabe qué inspiración, y era capaz de lograr tramos de una belleza deslumbrante, casi sobrecogedora.

Y, sin haber visto esas dos películas intermedias nombradas, lo mismo sucede en ‘A Hidden Life’, que cuenta la historia verídica de Franz Jägerstätter, en unos parajes verdaderamente asombros de Austria, en los que Malick se siente como pez en el agua, volviendo a narrar la existencia de un paraíso, las montañas austríacas y su vida campesina, rota en mil pedazos por la II Guerra Mundial. Pero la película, por mucho que el espectador quiera poner de su parte, por mucho que se conozca y se aprecie el particular estilo de Malick, resulta de nuevo reiterativa, opaca en mucha ocasiones, y con tres horas que se antojan innecesarias, que terminan por hacer un conjunto casi fallido, sólo atractivo, irónicamente, por la fuerza visual de este cineasta incomparable. Con todos los planos, absolutamente todos, rodados en gran angular y con cámara en mano, con un trabajo de sonido realmente extraordinario, Malick consigue algunas breves partes en las que no hay diálogos, ni acciones, en las que la película respira con un aire muy especial, que por momentos recuerda al de sus obras maestras; y en la parte final, existen unos diez minutos que son sublimes, realmente sublimes, en los que los personajes, el propio director y hasta los directores, hablamos con Dios, o con un dios, en una elevación espiritual de la que sólo es capaz este director.

Con películas como esta se hacen aún más grandes y perfectas tanto ‘La delgada línea roja’ (1998) como ‘El nuevo mundo’ (2005) que participan de su misma estrategia narrativa, que poseen la misma mirada y el mismo montaje sincopado, vanguardista, extremadamente complejo (y poco comentado, en realidad) de este cineasta. Pero en ellas todo funciona, desde el primer hasta el último frame, sin la menor caída de ritmo ni intensidad alegórica, sin zonas grises o menos conseguidas, sin reiteraciones. Son dos obras maestras excepcionales con la que Malick llegó todo lo lejos que podía llegar y le va a ser casi imposible, me temo, aunque ojalá me equivoque, volver a conseguir algo parecido.

A veces todos, incluido yo, nos olvidamos de lo difícil que es lograr una buena película, una formidable película. No digamos ya una obra maestra rotunda. Pero con filmografías como la de Malick, entendemos un poco más la dificultad, la rareza, de todas ellas. Incluso para los artistas que las paren son un verdadero misterio, y así debe ser, pues da la impresión de que poseen vida propia, y deciden elevarse más allá de lo que muchas otras pudieron llegar. ‘A Hidden Life’ posee cosas extraordinarias, y otras muy discutibles, y se hace larga, demasiado, y excesiva, y algo teatral. No pasa nada, Malick seguirá siendo un gran cineasta que con un empeño digno de los grandes sigue intentando romper los límites expresivos del cine. Y ya hizo dos magníficas películas iniciales, y luego hizo esas dos obras maestras. No tiene nada que demostrar a nadie, salvo quizás a sí mismo.

5 respuestas a “Terrence Malick lo tiene difícil”

  1. Todavía no he visto ‘A Hidden Life’, pero debo de ser un bicho raro, pues ‘Song to Song’ me parece cojonuda. ‘To the Wonder’ y ‘Knight of Cups’ también me resultaron tremendamente intersantes. Aún recuerdo la escabechina a ‘El árbol de la vida’… mira que no habría películas malas de verdad ese año.
    He de revisionar ‘La delgada línea roja’, que la vi en el cine siendo un chaval y la tengo una poco diluida.
    ‘El nuevo mundo’ no la he visto todaví. Una suerte, pues me espera, según he leído aquí, una cinta redonda.

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