Todos tenemos un altar con los discos de nuestra vida, esos que durante una época escuchamos de manera compulsiva, las más de las veces en nuestra adolescencia, y cuyas canciones se nos grabaron a fuego, hasta tal punto que al volver a escucharlas, tres años, o quince años después, volvemos a percibir la mismas sensaciones que nos embargaban por aquel entonces, y volvemos a vibrar de la misma manera, y aunque en nuestro interior se instala cierta absurda nostalgia por esos días y esa época que nunca volverá, también se nos activan esos enigmáticos resortes que nos hacen sospechar que el tiempo es una cosa relativa, y que en el fondo, muy en el fondo, no hemos cambiado tanto. Que no hemos cambiado nada. Que seguimos siendo nosotros mismos.
Entre la muy nutrida y apasionante trayectoria de los Depeche Mode, una banda que posee una verdadera legión de acérrimos seguidores, los cuales les siguen desde sus mismos inicios, existen bastantes trabajos que cualquier podría defender como el mejor, el más grande o el más perfecto. Estoy seguro de que sus fans pueden estar debatiendo y dilucidando durante horas, o días, a ese respecto, porque el sonido de los Depeche es lo bastante denso, rico y complejo, y su repertorio posee suficientes canciones míticas, como para dar pie a ello. No es mi intención, sin embargo, establecer cual es el mejor trabajo de la banda británica, ni qué álbum posee la mejor selección de canciones, ni nada por el estilo, pues no a todas horas debemos estar lanzando nuestra opinión a los cuatro vientos. Solamente quiero poner aquí el disco de ellos que más me ha entusiasmado desde siempre, y el que más veces he escuchado con gran diferencia.
Depeche Mode sacaron ‘Ultra’ en 1996, y no faltaron las voces que dijeron que era un trabajo desangelado, demasiado frío, existencialista o incluso fatuo y vacío, pero en general casi desde el primero momento la mayoría pensamos que se trataba de una prueba más del genio de Andy Fletcher, Martin Gore y Dave Gahan, el trío de músicos que desde 1980, salvo algún bandazo puntual, no se habían bajado de la primera división de la música electrónica más interesante del panorama internacional, y que con ‘Ultra’ confirmaban que seguían entre los grandes de su tiempo, pues se trata de un trabajo de plena madurez expresiva y de deslumbrante ejecución técnica, con una producción exquisita y un refinamiento estilístico que a otros grupos les lleva mucho más tiempo alcanzar que dieciséis años y nueve discos de estudio.
Imposible elegir un solo tema de los doce que componen el LP, pues ni sobra ni falta nada, y aunque lógicamente todos tendrán sus preferidos, ninguno de ellos brilla por encima de los demás, y ninguno de ellos adolece de cierta carencia de garra o de energía, pues todos ellos forman un conjunto compacto y férreo, casi un disco conceptual, un relato del fin del mundo poblado por sonoridades sombrías y luminosas a un tiempo, por letras líricas y descarnadas, por un tempo y una dinámica que nos ayudan a elevarnos aunque sea en una escucha casual de cualquiera de sus cortes.
Escuchar por primera vez ‘Ultra’ significa enfrentarse a un denso muro de sonido que apela a lo más oculto de nuestra sensibilidad y a reconfigurar nuestro oído musical, pues nada en él sigue derroteros habituales, y por tanto no es sorprendente que algunos lo rechacen. Doy por hecho que la mayoría de los lectores de estas líneas lo conocerán, siquiera tangencialmente, pero animo a los que no lo conozcan a que den click en la primera canción y se queden escuchando hasta el final su hora casi redonda de duración (hora y dos segundos), que suponen una experiencia musical catártica, y que sin duda les hará olvidarse de la caótica situación actual.