No es fácil decidir qué ponerse a ver, y estos días de confinamiento menos todavía. Soy de los que piensan, y seguro que no soy el único, que se hacen demasiadas películas, se producen demasiadas series, y se escriben demasiados libros. Y en un gran porcentaje no valen la pena. Pero no te puedes fiar sólo de tu olfato, por mucho que algunos lo tengamos bien desarrollado. Te puedes perder algunas maravillas que andan por ahí llamando la atención, y que tú crees que no son para ti, o que no valen la pena. O puedes, simplemente, no elegir correctamente en qué invertir las próximas horas o días de tu vida. Y con HBO me sucede eso. Me pongo a mirar qué serie ver, y no me decido. Y al final no veo nada, o me pongo a ver lo que ya he visto. Por suerte, esta semana me he decidido a ver ‘Euphoria’, de la que no había leído absolutamente ninguna crítica.
Ahora sí, ahora ya he leído algunas críticas elogiosas, y no pocos comentarios positivos, pero por mi parte puedo decir que una vez más HBO lo han vuelto a hacer, han vuelto a dar en el clavo con otra producción propia con la que indagan en la sociedad estadounidense actual, y han firmado una verdadera joya, creada por el bastante joven y poco conocido Sam Levinson, adaptando al parecer una serie israelí, que ya es por derecho propio una de las grandes series de la casa, y cuyos ocho episodios (también se agradecen series así de cortas…) es imposible que dejen indiferente a nadie, cuando no incomodar, divertir y hasta conmover a la gran mayoría de los que se atrevan a acercarse a sus sorprendentes imágenes.
La cosa va de una chiquilla llamada Rue (impresionante el trabajo de la actriz y cantante Zendaya…), de unos diecisiete años, y de su vida en una barriada de clase media de Los Ángeles. Rue, que nació tres días después del ataque a las Torres Gemelas, desarrolla adicción a las drogas, por su carácter depresivo y su personalidad bipolar, y la historia comienza a su salida de rehabilitación. Vive con su madre y con su hermana pequeña, y tiene un círculo de amistades del instituto, especialmente su grupo de amigas, cada cual con sus problemas, y sus historias, su pasado y sus particularidades. Así vista parecería otra típica historia de adolescentes, pero ‘Euphoria’ está muy lejos de ser eso, hasta el punto de que me parece que dentro de su clase (historia juvenil, drama adolescente de sexo, drogas y música a tope) es la mejor, la más profunda y estimulante que yo he visto…y he visto unas cuantas.
Este relato tiene como objetivo radiografiar toda una generación (la nacida con el siglo) cada vez más perdida, en un mundo desquiciado, en una Estados Unidos hiperviolenta, hipercompetitiva, casi feroz, que no deja espacio a las equivocaciones y mucho menos a los sentimientos. Y, para ello, nos narra el impacto que las drogas, la pornografía, el alcohol y las interrelaciones personales tienen en unas mentes todavía tan impresionables, tan frágiles. No se corta en imágenes de violencia extrema, de sexo gráfico (con desnudos totales, sobre todo masculinos), en que veamos a estos chavales destruidos o consumidos por sus pasiones, sus adicciones, sus depresiones o por la brutal realidad en la que viven. Pero sobre cualquier otra cosa, la serie es deslumbrante por la forma en que lo cuenta.
En su puesta en escena, Sam Levinson y su equipo de cineastas se revelan como aplicados discípulos de Scorsese o incluso de Paul Thomas Anderson (de hecho el cuarto episodio parece filmado por el director de ‘Magnolia’). La energía de la cámara y del montaje es absolutamente arrolladora, con unos movimientos, unos cortes y en conjunto una resolución visual de una riqueza expresiva insoslayable. Y todo ello da pie a un juego de tonos y contratonos realmente insuperable, y así en esta deprimente historia hay mucha comedia negra, y también tono de fábula, y por supuesto romanticismo, y un magnífico erotismo (qué poco erotismo hay hoy en día en ficción…), tienen lugar secuencias luminosas, que dan paso a otras de una sordidez casi insoportable. No da respiro una serie que es casi como una montaña rusa en la que al final lo que acaba primando son los personajes, y sus vidas.
Porque aunque la mayoría de ellos, o todos, incluida la protagonista Rue, son personajes bastante patéticos, mezquinos, y hasta psicópatas o personas despreciables, la serie trata de comprenderlos, empatiza con ellos y terminan importándonos, del primero al último, porque logra que en estos ocho episodios sintamos que convivimos con ellos, con sus adicciones, sus penas y sus pequeños triunfos, todo ello magnificado por un grupo de actores en verdad formidable, todos ellos, en el que no se nota el menor fingimiento ni interpretación, sino que viven la secuencia y que han nacido para encarnar a estos personajes, que se mueven como animales por esta secuencia fragmentada, dislocada, en la que un evento sirve para explicar otro evento pero en el que a menudo las acciones y las consecuencias no van necesariamente unidas en el tiempo.
Tendrá segunda temporada, esta serie. Ojalá me equivoque, pero dudo que puedan repetir este triunfo, del mismo modo que ‘True Detective’ (otra serie con ocho episodios, por cierto) no pudo repetir una primera temporada absolutamente fastuosa. Ya veremos. De momento ahí queda esta joya, y el poso que deja, tras acompañar durante ocho horas a unos personajes más vivos que mucha gente que conozco.
Joder, pues tiene pintaza tal como la describes. Después de terminar Shtisel y Vikingos (de momento parece que aguanta a buen nivel) voy con ella de cabeza.
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La primera que nombras no sé cual es… ‘Vikings’ es excelente.
Esta de la que hablo es una maravilla, no te la pierdas
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Pues me has picado. Hace bastante que no me pongo con una serie por eso mismo que comentas: el creer que lo más probable es que ninguna lo merezca, apareciendo tanto producto prescindible año tras año… La última que he visto entera (o al menos todo lo que se ha hecho hasta el momento) ha sido ‘Mindhunter’.
Seguramente empiece ‘Euphoria’ hoy mismo; tampoco tengo otra cosa que hacer.
¡Un abrazo!
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Pues ya me contarás! Espero que te guste tanto como a mí, o por lo menos que te parezca interesante, aunque nunca se sabe.
Abrazos!
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Hace unos días terminé de ver esta serie. Mil gracias por el descubrimiento. Es dura por lo real que es, un reflejo del impacto de la sociedad moderna en los jóvenes (o de los jóvenes en la sociedad…), lidiando con las mismas vicisitudes de antaño pero con una capa translúcida para las generaciones anteriores.
Técnicamente es fascinante, la luces en esa oscuridad… con una cámara muy viva. Se hace tremendamente divertida de ver precisamente por lo refinado de su dinámica y los propios personajes tan únicos, pese a que luego te deja un poco tocado una vez digieres todo eso.
Una serie especial para, al menos, tener ganas de más, pero con el miedo de que no se amargue este buen sabor que ha dejado.
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Ya te dije que te gustaría. Es una serie extraordinaria, que va a pasar a la historia de la televisión, ya lo verás.
Y sí, da miedo una segunda temporada… es complicado repetir esto
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