Debido a mi trabajo diario en el Archivo de Mini Críticas que estoy elaborando, en el que cada día dejo 8 ó 9 ó 10 críticas, me estoy dando cuenta, perspicaz que soy, de que muchas, muchísimas películas, muchas más de las que yo en un principio pensaba (porque como es obvio, para los datos de guion e intérpretes miro la información en internet…tanta memoria no tengo ni he tenido nunca…) están basadas en libros, relatos, cómics, obras de teatro… En un material escrito previo, en definitiva. Incluso títulos que yo habría jurado, si me hubiesen preguntado al azar, que se trataba de un guion original, están basados en un material previo. Incluso Billy Wilder, considerado por muchos (yo no estoy entre ellos) el más grande guionista de la historia del cine, ha basado el 90% de sus guiones en novelas, relatos u obras de teatro previas. Es impresionante, me temo, el modo en que el cine ha vampirizado la literatura.
Decía Tarkovski, en su imprescindible ‘Esculpir en el tiempo’, que ya iba siendo hora de que el cine se fuera separando de la literatura (y, añadía, de la música), para ser un arte autónomo, con sus formas, reglas y conceptos autónomos, si es que de verdad quería ser considerado un arte. Estoy bastante de acuerdo con él (como estoy bastante de acuerdo en casi todo lo que decía o escribía), porque creo que el cine es más auténtico, más imagen y más sonido, cuanto más se aparta de la palabra, cuanto más abstracto y parecido a la música, en cuanto forma narrativa. Necesita de un soporte escrito, inicial, de unos cimientos, del mismo modo que el jazz o la música en general los necesita, pero la música no es escrita, sino que obtiene su verdadera forma después, y quizá así debería ser el cine.
Y dirá el lector, y no sin razón, que esto que estoy diciendo y argumentando tiene el rancio aroma del purismo que yo tanto detesto, pero no tengo yo muy claro, bien pensado, que sea purismo, y sí la defensa de una idea que siempre me ha rondado la cabeza: para que una novela sea susceptible de ser llevada al cine, ha de ser generalmente una mala novela, o una novela bastante mediocre, bastante poco literaria. Porque cuanto más «literaria» es una novela, o cuanto más literario es un relato, entiéndaseme la expresión, más difícil y por tanto desaconsejable, es llevarla al cine. De hecho, tal como decía también Tarkovski, ciertas novelas sólo serían llevadas al cine por alguien que despreciase tanto el cine como la literatura. Y ciertas novelas, no hace falta imaginar mucho cuales, son descaradamente escritas para ser adaptadas al cine y hacer ganar más dinero a sus autores, pero tal descaro conlleva, inevitablemente, la mediocridad, cuando no la nulidad literaria.
Una de las adaptaciones más cuestionables de las últimas décadas, a pesar de que la segunda película tiene momentos realmente magníficos, es la que hizo Peter Jackson de ‘El señor de los anillos’ hace ya casi dos décadas. De cara a la galería esta adaptación devenía del amor que Peter Jackson y su equipo de guionistas sentían por la obra de Tolkien, y del deseo del cineasta de hacer por fin una adaptación que estuviera a la altura, con una producción muy cuidada, y con una versión muy fiel, o por lo menos bastante fiel, del relato interior (cuando en realidad, a poco que se mire con cierta sagacidad, no es más que una jugada comercial de altos vuelos). Pero el gran problema de esta adaptación es precisamente su fidelidad, añadiendo a esto que la imaginación de Jackson y la de Tolkien no puede ser de tonalidades y temperamentos más disímiles. Y así, la imagen en acción de real de Jackson, que según decían (no es cierto) estaba inspirada en las ilustraciones canónicas de la novela, acaba pareciéndose más a un cómic, a un tebeo vistoso y colorido, que a una adaptación fiel al espíritu de Tolkien.
Aquella novela, en realidad, por muchas aventuras y mundos imaginarios que albergue, es prácticamente intraducible al cine, y por eso tiene mucho mérito que Ralph Bakshi, en su maravillosa versión de 1978, lograse capturar el espíritu de Tolkien e hiciera una versión que, pese a ciertas arritmias interiores, es muy superior a la de Jackson en todos los aspectos, y mucho más cerca a los libros. Quizás ayudaba el hecho de ser una película de animación, porque es posible que la imagen real destruya, en muchas ocasiones, el tono literario de ciertos cuentos o novelas de fantasía, pero asegurar eso ya sería hilar muy fino.
Y existe otra novela, que en realidad no es ninguna maravilla de novela (yo nunca la he recomendado a nadie), y que sin embargo poseía un material narrativo muy apto para ser llevado al cine. Hablo, cómo no, de ‘El Padrino’, de Mario Puzo, con la que Francis Ford Coppola, pese a que escribió la adaptación junto al novelista, logró trascender el espíritu, un tanto equívoco, falto de expresividad…un mundo bastante desdibujado en suma, y él, con su genio, lo transformó en la que posiblemente es la trilogía más importante del cine norteamericano, y cuya sustancia narrativa le inspiró para hacer la segunda y tercera parte, profundizando en unos personajes y elaborando un argumento que en su mayor parte no existía en esa novela…pero que parecen propios del universo propuesto, o al menos esbozado, en esa novela. Y esto es algo que sucede con bastante frecuencia, pese a que nunca ha tenido los resultados de los tres filmes de Coppola: que una mala novela posee algunos alicientes, algunos rasgos, que son muy susceptibles de ser llevados al cine, quizá sin proponérselo demasiado, lo que no significa, naturalmente, que eso sea garantía de éxito.
En mi opinión el cine se ha servido demasiado ya de argumentos literarios, pero sobre todo se ha servido de formas y herramientas narrativas de las novelas más vanguardistas, más ambiciosas formalmente hablando. Novelas que el grueso de los espectadores desprecia o ignora por ser demasiado densas, pero de las que luego se sirven directores no muy brillantes para hacer un cine aparentemente más audaz. Pero poco hay que decir al respecto, porque se seguirán buscando buenas o malas novelas para ser llevadas al cine, y esto no tiene nada que ver con la calidad de los guionistas, porque para escribir un guion original o un guion adaptado creáme el lector cuando le digo que la técnica de escritura, y el trabajo duro es el mismo…
Otro día quizá convendría hablar de la vampirización que el cine ha hecho con la música. Pero tengo la impresión de que ese trabajo va a quedar bastante más extenso que este.
8 respuestas a “El cine ha vampirizado la literatura”
¿Se basó Tarkosvky alguna vez en escritos literarios para su obra?
Y ahora que digo esto, su padre era un poeta impresionante, de quien no he podido encontrar un solo libro editado en español.
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Se basó varias veces en libros, como en ‘Solaris’, o en ‘Stalker’, por no decir ‘La infancia de Iván’.
Yo tuve oportunidad de leer algunos versos de su padre. Estoy contigo: era un poeta notable.
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Esperaré el artículo sobre la música… Siempre he pensado que, en muchas ocasiones, la música extradiegética enmascara una secuencia, siendo la propia música la que produce el impacto estético.
Otro artículo que estaría guay leer sería sobre el punto de vista en el cine.
¡Un abrazo!
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Tomo nota sobre el punto de vista. Le daré una vuelta.
Yo creo que a veces las imágenes son un mero acompañamiento para la música y no al revés…
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Eso es, a eso me refería!!
No sé, a veces parece que piensen: bueno, aquí pongo música de Bach y seguro que la escena va a ganar algo.
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Sí, probablemente. Lo tenía pendiente para escribir sobre ello, y es una pena porque el uso de la música en una película puede ser tremendamente creativo.
Un saludo
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[…] y aunque yo soy de los que piensan que estaría bien que el cine se desligase de la música tanto como de la literatura, es cierto que en determinados momentos agradezco mucho que los cineastas hayan decidido […]
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