Comentaba yo en el artículo anterior que a menudo no son la grandes obras maestras, las piezas de inusitada perfección, las que más son capaces de proponernos una experiencia cinematográfica plena y al mismo tiempo ayudarnos a aprender de narrativa, a algunos empujarnos a ser mejores escritores, y a otros profundizar en su criterio y en sus gustos. Dando por sentado que no hay ninguna obra libre de imperfecciones, las más perfectas de todas ellas simplemente nos pasan por encima, como un rodillo de acero, nos machacan, nos degluten y nos dejan tirados, recordándonos que no somos más que mortales. Las obras grandes, notables, magníficas, por otro lado, nos enseñan, son nítidas y a menudo más cálidas. La perfección no puede aprenderse y ni siquiera puede asirse, la grandeza por otro lado puede admirarse, puede inspirarte y puede reforzar tu vocación.
Y más aún, yo creo, cuando se trata de películas apegadas a la realidad, que como mucho pertenecen al género Noir o policíaco, pero siempre desde una perspectiva y un tono rugoso, cercano, que podemos identificar como realista, que habla de personas que podríamos ser nosotros mismos, quizá en condiciones o en situaciones límite. Ese tipo de películas, de relatos, que vienen a confirmar eso de lo que hablaba en el anterior artículo: que la imaginación es crear imágenes y personajes más reales que la vida misma, y otorgarles una existencia plausible, cerrada en sí misma, con reglas, pero sirviendo de espejo a esta realidad que es la nuestra, configurando una segunda realidad.
Con todo el trabajo que me ha deparado mi Archivo de Mini Críticas (ya volveré a él en unas semanas, en cuanto me encuentre más desahogado de tiempo…) he ido haciendo acopio de películas cuatro estrellas (notables, grandes, formidables) que en mi opinión no llegan por mucho o por poco a las cinco (excepcional, magistral o directamente obra maestra), pero que sin ninguna duda son netamente superiores, más valiosas, que las de tres estrellas (interesante, sólida, atractiva), y con ellas bastaría para una etapa de visionados y revisionados. Las he llamado humildes grandes películas, porque quizá carecen de un objetivo de perfección, pero en sí mismas no hay nada o casi nada reprochable. De estas dos últimas décadas, de directores que no son superestrellas, hechas con presupuesto ajustado y sin grandes estrellas, podríamos nombrar las siguientes:
De EEUU o por lo menos en idioma anglosajón:
Winter’s Bone, de Debra Granik
In the Bedroom, de Todd Field
Hell or High Water, de David Mckenzie
Training Day, de Antoine Fuqua
Locke, de Steven Knight
Mud, de Jeff Nichols
Manchester By the Sea, de Kenneth Lonergan
You Were Never Really Here, de Lynne Ramsay
Captain Fantastic, de Matt Ross
A Most Wanted Men, de Anton Corbijn
Monster’s Ball, de Marc Forster
Sideways, de Alexander Payne
Esas del otro lado del Atlántico, y de este lado podemos nombrar:
Un prophète, de Jacques Audiard
Das Leben der Anderen (La vida de los otros), de Florian Henckel von Donnersmarck
Leviafan (Leviathan), de Andrey Zvyagintsev
Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín
La vida mancha, de Enrique Urbizu
No tengas miedo, de Montxo Armendáriz
Jagten (La caza), de Thomas Vinterberg
Hævnen (In a Better World), de Susanne Bier
Entre otras, e insistiendo en el hecho de que no creo que ninguna de ellas sea una obra maestra, pero sí son películas formidables, contundentes, regias, en las que palpita la vida y la realidad cotidiana, que poseen (todas) personajes a ras de suelo, y una mirada a la altura de la mirada del espectador. Y por mirada a ras de suelo me refiero a que sentimos la película como algo aterrizado, cercano, en el que no cabe un fingimiento, y que se erige como una segunda realidad. Para mí, películas como estas, y otras que no nombro por descuido o pereza de pensar en más títulos, son verdaderas joyas, poco mediáticas, que quizá mucha gente ni siquiera conozca de oídas, que no han recibido demasiados parabienes de una mayoría abultada, pero que capturan una verdad insoslayable en sus imágenes. Otros quizá se queden con las películas que les convencen que son las importantes del año, o con las de directores populares, pero pocas pueden competir en altura con esta ramillete de magníficas piezas que aquí he dispuesto.
2 respuestas a “El humilde gran cine”
Menos mal que no has recomendado mas, porque no doy a basto para ver tanto cine, me tendré que administrar y confinarme, incluso después de muerto el Covid19, creo que tengo suficiente hasta el Covid21, pero bueno si te acuerdas de alguna mas recomendable no te cortes que sacaremos el tiempo de donde sea, gracias y un abrazo.
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Yo soy perfecto para pandemias, amigo! Un abrazo grande
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