Se equivoca el ínclito Arturo Pérez-Reverte, como en tantas otras cosas y como tantos otros se equivocaron antes que él, cuando proclama a los cuatro vientos, una y otra vez, que la educación y la cultura son la solución para hacer mejores personas, y que a la vez la sociedad sea mejor. Las cosas no son tan fáciles. Jamás hemos tenido un acceso más sencillo (aunque no gratis, nada es gratis…) a la cultura, jamás tanta gente al mismo tiempo ha podido disponer de literatura, de música y de cine, y en lugar de ir hacia adelante pareciera que retrocedemos. Basta recordar que la élite de la Alemania nazi eran las personas más cultivadas y refinadas de su tiempo, y todo el mundo sabe la que prepararon…
La cultura, sobre todo, se alcanza leyendo y escuchando música, todos los días de tu vida. Si además tienes la suerte de ver cine con fluidez, y de estar rodeado de exposiciones de arte, y de vivir en un ambiente cultural, pues mucho mejor. Pero existen muchas personas que hablan cinco idiomas, que han leído 5.000 libros y que conocen a fondo la música culta, y que sin embargo son unos grandísimos ignorantes. No basta leer y escuchar…hay que saber leer y escuchar bien. Y aunque se sepa hacer esto, que nadie piense que por llegar a una edad respetable y haberse leído a los clásicos se salva de ser un imbécil recalcitrante. Y además la cultura no está para eso. No es un salvavidas moral, es un salvavidas personal. Nada más y nada menos. Y empiezo a observar que todos aquellos que proclaman que hay que leer obligatoriamente, que leer nos hace mejores, que la cultura nos salva como sociedad… todos esos no son tan diferentes de mucha gente ignorante, sectaria, cínica y autoconvencida de su propia importancia que he conocido a lo largo de mi vida.
Pero algunos hablamos el mismo idioma, y eso reconforta. Cuando te encuentras con columnistas, o articulistas, o críticos, e incluso trabajas con ellos en blogs, y te das cuenta, con un escalofrío, que en lugar de escribir deberían leer y aprender y crecer interiormente, anhelas, sin darte cuenta, encontrarte con alguien que hable tu mismo idioma, y no ese idioma con el que tú te comunicabas cuando tenías quince o diecisiete años. Y hablo por propia experiencia. Cuando yo era un chaval veía cine de forma compulsiva y leía todo lo que caía en mis manos. Y yo quería conocer aquello que veía, conocerlo a fondo, y escribir como esos que tanto me gustaban y que, a mi parecer, tan bien expresaban sus ideas sobre cine, arte y narrativa. De modo que me puse a escribir, pensando que sería fácil. Y no, era tremendamente difícil. Por una razón inicial, nuclear: yo no tenía ni idea de lo que era el cine. Y de paso tampoco tenía ni idea de escribir. Ambas cosas no se aprenden en cinco años, o en diez. Tardas bastante tiempo en saber de lo que hablas y en expresarlo con soltura y rotundidad.
Lo desolador es que cuando por fin empiezas a saber de lo que hablas, al menos un poco, te ves rodeado de gente, en ese blog en el que trabajas con otros compañeros, que escribe y se expresa y sabe de cine lo mismo que tú cuando tenías quince años, y dándoselas de expertos y de escritores, y de profundos analistas, aunque notas, percibes, sospechas, que saben perfectamente que eres tú, y no ellos, el que tiene algo que decir y el que sabe decirlo. E intentas, en un absurdo arranque de generosidad (y, entre otras cosas, porque eres un ingenuo), enseñarles a hablar tu mismo idioma. Y es absolutamente imposible que lo aprendan. Porque ellos ya tienen el suyo, un idioma tosco, de escaso alcance, limitado y limitador, consistente en expresiones como «el séptimo arte», «la antesala de los Oscar», géneros como la comedia dramática o el género de géneros (el Western, claro), valoraciones que oscilan únicamente entre obra maestra y puta basura, filias y fobias viscerales, nula argumentación, desprecio del debate teórico, absoluto desconocimiento de las más esenciales herramientas narrativas, todo ello para abonar egos desmesurados, narcisismos monstruosos, mentalidades infantiles.
Y aún más desolador cuando «sales al mundo» y compruebas que escritores y directores de razonable e incluso masivo éxito se expresan igual, y tienen las mismas ideas y conocimientos, y se las dan también de expertos, aunque lo más sensato habría sido que jamás escribieran una sola línea. Y llegado ese punto no es que anheles, es que suplicas encontrar gente que hable tu mismo idioma. Y resulta que la hay. La hay, y por lo general ha recorrido caminos parecidos al tuyo, y ha sido ninguneada muchas veces, o ignorada, o despreciada. Esto no va de ser mejores o peores personas. Por lo general no creo en la naturaleza humana. Esto va de quien llega y quién no, de quién aprende y quien no. Esto va, y me van a permitir una metáfora colorida, de los que tardan años en descender a la mazmorra del dragón y sacar de allí el tesoro del conocimiento, y de los que van por ahí creyendo que basta con hacerse los chulitos en la tasca del pueblo. Sin lucha no hay conquista, jamás.
Pero, insisto, algunos hablamos el mismo idioma. Algunos sabemos cómo trabajan los actores, y cómo se trabaja con ellos. Algunos entendemos el lenguaje de la cámara, y la necesidad de que narrativamente se escriba con ella, y muchas cosas más acerca de cine y de literatura. Algunos no repetimos las mismas ideas que otros llevan proclamando cincuenta o sesenta años, sino que buscamos ideas nuevas. Y algunos intentamos compartirlas y no quedárnoslas para nosotros, de ahí el impulso de escribir estas páginas. En realidad, creo que cuanta más gente hablara el mismo idioma mucho mejor, pero muchos, la gran mayoría, no tienen el menor interés en ello, como no lo tienen en aprender. Están muy felices en su isla, creyéndose que no tienen nada que aprender de nadie, y con su lenguaje plagado de expresiones manidas, de lugares comunes. Yo no sé si algún día esta cabeza mía albergará un gran conocimiento, pero por lo menos voy a intentarlo. Y no para ser mejor persona, sino para no morir siendo un grandísimo ignorante de la vida.
Si, quizás mas que cultura, que normalmente tampoco estorba, lo que conviene es una mente curiosa y que sea capaz de analizar de manera crítica cuestionando si las cosas son como parecen o hay algo mas que se nos escapa, o que procura alguien que se nos escape con la intención de que nos quedemos en la superficie y con cara de bobo, eso o te lo da la naturaleza o a la escuela se le resiste, en cambio cuatro frases huecas para salir del paso es fácil encontrarlas e incluso algunos que son muy listos procurarán que te des de bruces con ellas y dejes de hacer preguntas «impertinentes» Pero como bien dices hay gente que piensa por su cuenta, bien, mal o regular, pero por su cuenta, vamos yo casi lo juraría :-))
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Efectivamente, veo que pensamos similar. Lo de ser lúcido se paga caro, pero también tiene muchos alicientes.
Un abrazo grande!
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