El otro día, gracias a que con la pandemia que estamos viviendo los de Movistar+ nos han regalado, a sus sufridos clientes, algunos canales de más que generalmente no pagaríamos, tuve ocasión de ver, después de mucho tiempo, ‘Superman II’ (1980), una película que cuando era niño vi decenas de veces, y que aunque ya por entonces no apreciaba mucho su primera mitad, por considerarla un tanto ñoña y fuera de lugar, me fascinaba por la llegada de los tres villanos, por mucho que fueran vestidos como estrellas del rock, pues me aterraba la música, me atrapaban los momentos de suspense y me emocionaba hasta el escalofrío cuando por fin vuelve Superman, con sus poderes ya recobrados, y se enfrenta a los tres villanos en el aire nocturno de ese Metrópolis que no es otra cosa que Nueva York disfrazado. Y viendo la película, a pesar de que los años no han sido compasivos con ella, me ha vuelto a emocionar ese momento: Superman llega volando como una centella, se detiene en la ventana del despacho de Perry White y dice: «General, ¿le importaría salir aquí, conmigo?». Lo que inicia una batalla muy bien hecha incluso para los estándares de hoy día (aunque cuando el general y sus dos secuaces se lanzan a por él…literalmente se lanzan a por él, como si se tiraran por la ventana…).
Es sólo una de las muchas películas que vimos en los años ochenta, películas que ahora una turba de nostálgicos-fanáticos a los que habría que buscar un nombre más apropiado que fanboy, se empeñan en poner por las nubes, como si aquel cine fuera algo extraordinario. Y hubo casos en los que el título en cuestión, como por ejemplo el nombrado en el párrafo anterior, era bastante defendible, pero hubo otros, muchos, en los que si te pones a verla en 2020 se te cae el ánimo hasta el suelo…salvo si eres un nostálgico-fanático de esos, claro. El caso más notorio, a mi juicio, es el de la espantosa ‘Willow’, dirigida por Ron Howard en 1988, y que según las votaciones de IMDB tiene una nota de 7,3 sobre 10…Y como también la pusieron hace poco, ayer sin ir más lejos, pude volver a experimentar lo que llevo sintiendo con ella hace muchos años: que no solamente es una lección de cómo no hacer cine, sino que más concretamente es un compendio de todo lo que no se debe hacer en una película de aventuras y fantasía. Y sí… reconozco que cuando tenía ocho años y la vi me encantó, me pareció lo más de lo más, pero algunos (empiezo a pensar que muy pocos) evolucionamos, crecemos, aprendemos, y dejamos de pensar como cuando éramos unos críos.
Quinto largometraje de Ron Howard, verdadero protegido de George Lucas desde que le dirigiera en ‘American Graffiti’ (1973), un Lucas que también hace aquí labores de producción y que además es el autor de la historia, plagiando descaradamente muchos elementos de ‘El señor de los anillos’ (mientras que en ‘Star Wars’, a pesar de que también le debe mucho a la obra de Tolkien, conseguía destilar los elementos y hacerlos propios), lo primero que sorprende de esta ‘Willow’ es su horroroso diseño de producción, que más que una épica película de aventuras parece que nos encontramos en un mundo no muy alejado de ‘Conan, el destructor’ (por cierto una película que, para mi absoluto pasmo, algunos empiezan también a defender con ardor…) y sólo un poquito más elaborado. Sorprende, a continuación, el casting, y no por trabajar con verdaderos enanos en lugar de con personas de talla más grande y luego trucados de alguna forma para que parezcan pequeños, sino por la elección de su reparto, desde un Val Kilmer totalmente desaprovechado y como si estuviera en otra película, hasta todo un elenco de secundarios sin la menor fuerza que no tienen nada que hacer con caracteres tan pobremente escritos.
Porque aunque tenemos a un enano que inicia una odisea (ejem), llevando en brazos al bebé que va a acabar con la malvada Bavmorda, lo que supuestamente da lugar a trepidantes aventuras, los personajes, incluido el del enano que da nombre a la película, interpretado por Warwick Davis, pasando por el Madmartigan (vaya nombre…) de Kilmer, la Sorsha (otro nombre estupendo) de Joanne Whalley, no poseen la menor entidad, y están pésimamente dirigidos por Ron Howard, quien además se limita a poner la cámara de cualquier manera, sin orden ni concierto, y a emplear la apreciable música de James Horner de forma machacona: ¿el grupo huye en la carreta? fanfarria de aventuras; ¿el grupo inicia una escaramuza a puñetazos? fanfarria de aventuras; ¿Madmartigan saca la espada? fanfarria… Así una y otra vez, hasta ese deleznable clímax con un monstruo muy mal diseñado y animado en Stop-Motion (como las criaturas de Ray Harryhausen), y un final parecido al de ‘Star Wars’, y una historia de amor que no hay por donde cogerla, y otra de amistad de Madmartigan con Airk, unas secuencias de combates chuscas y sin gracia…todo muy para niños. Demasiado, y mal hecho, que los niños no son imbéciles. Y es que da la impresión que desde el principio aceptaron el carácter infantil de la cinta y no se preocuparon de hacer un filme digno.
¿Esto se merece un 7,3 en IMDB? Está clarísimo que no. Por supuesto que las votaciones de los espectadores carecen de importancia, pero que 12.000 personas le hayan puesto un 10 es para preocuparse. Entonces, ¿qué le pondrían a ‘Juego de tronos’? Al lado de ‘Willow’, ‘Lady Halcón’ (‘Ladyhawke’, 1985) casi parece una obra maestra. Esta película, como tantas otras deleznables de los años ochenta, goza de una popularidad inconcebible, sólo explicable porque los cuarentones que ahora las defienden las vieron con pocos años y las mitificaron porque no tenían nada mejor que hacer. Pero yo, por ejemplo, al mismo tiempo que estas, vi unas cuantas de los años setenta, una década que sí es mítica. ¿Por qué los setenta, unos años extraordinarios, no tienen a una turba de recalcitrantes dando la vara con ella? Sencillamente porque no lo necesita. Se defiende ella sola, aunque yo, personalmente, pese a que no me necesite, voy a hablar sobre ella en otro artículo.