Librerías de segunda mano: entre el cielo y el infierno

Creo, sinceramente, que los libros están bastante caros, muchos de ellos. Hablo de las novedades, claro. Y no me refiero a su calidad intrínseca, no estoy hablando de una relación calidad-precio, simplemente digo que veinte o veintidós euros por ciertas ediciones es manifiestamente excesivo. Pero esa no es la razón fundamental por la que prefiero librerías pequeñas o librerías de segunda mano. Si tuviera mucho dinero (que no es el caso, ni muchísimo menos…) seguramente me compraría gran parte del catálogo de Valdemar, aunque no me gustaran los títulos, pero es probable que si ese catálogo se encontrase en buen estado en una librería de segunda mano, lo adquiriera allí, y es que el ambiente es muy diferente, como si en lugar de comparar dos tipos de librerías comparásemos una frutería con un videoclub.

Las librerías habituales, las que forman parte de grandes franquicias, no son exactamente librerías, son otra cosa cuya verdadera denominación me es muy difícil acuñar. En realidad son las dispensadoras de las grandes editoriales, que tratan de colocar desesperadamente los cientos de títulos que publican al año, la mayoría de ellos de irrisoria altura literaria o interés divulgativo, pero que necesitan vender a aquellos que se piensan que a la Casa del Libro o a El Corte Inglés llegan las novelas más importantes, porque lo cierto es que allí hay libros como podría haber Dvd’s, discos de vinilo o cómics. Una verdadera librería, pienso yo, puede tener un cajón con cómics y otra con Dvd’s, pero la diferencia fundamental reviste en la gente que acude allí, pues pocos de ellos irán a esas librerías a buscar un libro de Pérez-Reverte o de Ken Follet, sino que se pasarán media hora o tres cuartos buscando el libro que les falta de un autor determinado, o trasteando entre pilas de libros hasta dar con algo que hayan estado semanas buscando. Sobre todo en las librerías de segunda mano. Pero en estas últimas nos encontramos con sitios estupendos y otros caóticos, con el cielo y el infierno.

En Madrid hay unas cuantas, y no es mi intención nombrar a muchas de ellas, quizá tan solo a unas pocas. Por tener, tenemos hasta franquicias de librerías de segunda mano (que supongo existirán en otras ciudades) como Tik Books, todas ellas un maldito agobio porque además de ser sitios muy pequeños, generalmente abarrotados de gente, no saben lo que tienen, sus estanterías están siempre desordenadas, y sales de allí con dolor de cabeza. Pero hay algunas míticas, como Ábaco, que tiene dos locales (uno enorme que es otro maldito follón), y uno más pequeño en el que si te lo propones encuentras cosas con bastante rapidez. Y es que algunos libreros se creen en la obligación de acumular volúmenes en sus establecimientos, y que luego venga el sufrido cliente, con una pala en ristre, dispuesto a excavar la montaña de títulos que tiene ahí metidos. El otro día compré en una librería de Malasaña y el dueño, además de darme una nota con su web para revisar su catálogo, apuntó la compra que yo acababa de hacer para actualizar su inventario. Sin embargo, cinco minutos más tarde entré en otra que no estaba muy lejos de allí, y aluciné con el caos que presidía todo el establecimiento, con libros de muy distinto tipo apilados en cada esquina, sin orden ni concierto, uno de esos infiernos de lomos, letras y olor a papel viejo que quizá habría adorado el viejo Borges pero que a mí, particularmente, me provocan un fuerte dolor de cabeza.

Pero voy a seguir yendo a estos sitios, aunque algunos sean un jodido desastre, porque hay pocos placeres comparables a mirar distraído la desordenada fila de soldados viejos, que han trotado por medio mundo antes de parar ahí, ordenados de mala manera y muchas veces cubiertos de polvo, y de pronto descubrir entre títulos anodinos una joya de Mann, o de Faulkner, o de Calvino, que no pensabas que te fueras a encontrar por cinco, o seis, o dos euros, y en bastante buen estado… a veces en un estado casi perfecto, un volumen que te costaría dos o tres veces más caro en las grandes superficies, dinero que sirve para enriquecer a grandes editoriales que trafican con libros de pésima calidad… Hay que ir a librerías de segunda mano, o a esas librerías de barrio que se nutren de editoriales pequeñas o poco conocidas, aunque sólo sea para joder a las grandes editoriales, y para mantener a esos sufridos libreros que un día, hace mucho o poco tiempo, decidieron invertir no poco dinero en abrir un local lleno de libros para que la gente pudiera ir a su casa un poco más feliz y un poco menos ignorante.

Y si resulta que te metes en una de esas en las que más que caminar por los estrechos pasillos te ves obligado a nadar entre libros para poder avanzar… pues tampoco es para tanto. Mucho mejor que ir al Corte Inglés y mirar sus fabulosas mesas de novedades, plagadas de ediciones muy bonitas, con portadas llenas de colorines y de volúmenes de seiscientas o setecientas páginas, más aptos para emplear de sujetapuertas, o de calzamesas, que para leer su contenido, todos ellos por módicos precios, entre los veinte y los treinta euros, si no más, que es la cantidad a pagar si quieres estar al día de las extraordinarias novedades que llegan, y hablar con tus amigos de la última novela insípida y olvidable que está tan de moda este mes…

7 respuestas a “Librerías de segunda mano: entre el cielo y el infierno”

  1. De segunda mano siempre. Todos los meses encargo unos cuantos a una de Madrid que está muy bien; librería Alcaná, tal vez la conozcas.
    Aquí en Oviedo voy siempre a una diminuta muy cerca del teatro Campoamor, donde se entregan los Premios Princesa.
    Abrazo!!

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