Hay que saber preguntar

Me suele pasar casi siempre que asisto o veo por televisión, o encuentro en youtube, alguna rueda de prensa, o alguna conferencia, entrevista, mesa redonda o Master Class, o cualquier cosa parecida, en la que pueden tener de invitado a alguien realmente importante, que está dispuesto a contestar todas las preguntas (o casi todas…) que les formulen los afortunados asistentes al evento: la mayoría de las preguntas son bastante obvias, innecesarias y poco afortunadas, cuando no bobas, reiterativas, bobaliconas o directamente incoherentes, desaprovechando así la oportunidad no ya de aprender algo, sino de que esa personalidad artística en concreto pueda dejar alguna perla y comentar algún aspecto poco conocido de su forma de pensar o de trabajar.

Y no me estoy refiriendo a las entrevistas individuales, en esta ocasión. Lo de las entrevistas en este país es algo endémico, y solamente en el trabajo de algunos periodistas o cronistas, sabes que el diálogo va a ser interesante, cuando en todos los demás lo más probable es que apartes la mirada por vergüenza ajena, no sólo por la falta de calidad o pertinencia de las preguntas, sino porque notas que el entrevistador no tiene mucha idea de a quién tiene delante, no ha preparado a conciencia su trabajo, o aunque lo conozca o lo haya preparado, todo se reduce a un panegírico al que le falta gotear la vaselina. Me estoy refiriendo a esos eventos en los que hay muchos posibles entrevistadores, todos aquellos que en cuanto tienen oportunidad levantan la mano y esperan que le pasen el micrófono esta vez y poder preguntarle a esa luminaria algo que quizá llevan esperando preguntarle durante mucho tiempo.

De entre decenas de personas que pueden pedir el micro en una rueda de prensa o una conferencia, se esperaría que alguna pregunta realmente perspicaz surgiera, pero no es el caso. Y mi experiencia en festivales o mesas redondas no es distinta. Recuerdo que cuando llegué a San Sebastián, ingenuo de mí, me quedé perplejo por las estupideces que se le estaban preguntando, por ejemplo, a Terry Gilliam, con motivo de la presentación de su ‘The Imaginarium of Doctor Parnassus’. Concretamente una señora de alguna revista local o de algún periódico de provincias, que le estaba preguntando al director sobre cuestiones que nada tenían que ver con la película, ni con su trabajo, ni con el cine. Gilliam, como tantos otros en tantas ocasiones, respondía con la mejor de sus sonrisas, aunque algunas preguntas le hacían sentir claramente incómodo. Y esto se repitió en Berlín. Nadie hacía preguntas sobre la película en cuestión, y se supone que yo estaba rodeado de cronistas cinematográficos, gente versada en este asunto, pero recuerdo bien que un tipo, creo que del Chicago Tribune, se volvió hacia mí y me instó a que hiciera más preguntas, porque al menos las mías eran interesantes. Y eso no es jactancia por mi parte, esto es la verdad.

Célebre es aquel evento en Cannes, hace ya más de una década, en que en una rueda de prensa multitudinaria, con cientos de periodistas preguntando a un célebre grupo de cineastas, Polanski se levantó (a eso de la tercera o cuarta pregunta, no muchas más) y dijo que no iba a soportar más cuestiones bobas, que los periodistas estaban todos idiotizados por el internet y los ordenadores, y que daban muy mala imagen de su oficio. Algunos le reprocharon haber hecho eso, pero yo he sido testigo de preguntas dignas de aficionados de quince años y no de periodistas veteranos con varios festivales a sus espaldas, y de cómo el interpelado, actor, director, guionista o productor, se lo toma con muchísima filosofía y con una media sonrisa de resignación responde a la penúltima chorrada planteada por el enviado del New York Times o de El Mundo.

Porque no hay diferencias entre esos periodistas y un grupo de aficionados cualesquiera sin formación en artes o humanidades. Hace unos años, en la escuela de cine, vino a darnos una clase magistral nada menos que Enrique Urbizu. Cansado de preguntas dignas de adolescentes semianalfabetos se puso a hablar él libremente, a desgranar sus conocimientos y su visión de lo que significa hacer cine, y a mí me respondió media docena de preguntas, las únicas (y de nuevo no es jactancia, es la jodida verdad) que merecía la pena contestar, ya que tenían que ver con su trabajo, con su visión del cine, con sus películas, con decisiones de cámara y un sinfín de cosas más.

Tomemos como ejemplo esta mesa redonda nada menos que con David Fincher, en la TAI. ¿De verdad que esas eran las únicas preguntas que hacerle a un cineasta de su categoría?: «¿Te consideras un perfeccionista?», «¿Qué piensa del personaje de Amy en Gone Girl?», «¿Por qué tu cine tiene tendencia a usar verdes y amarillos?»….¡»¿Es más complicado rodar un historia de ficción o una historia real?»! Estos son estudiantes de cine, jóvenes, se supone que hambrientos, deseando aprender, fagocitar todo aquello que se les pone por delante, y no preguntan más que bobadas. Sería necesario que conocieran bien la carrera del interpelado, y aprovechar la sinergia de algunos de sus comentarios para profundizar en su manera de pensar y extraer de la conversación cuestiones más interesantes. Pero para empezar yo le preguntaría hasta qué punto aprendió de la nefasta experiencia de ‘Alien 3’, de cual de sus trabajos se siente más orgulloso y por qué, al igual que de cual de ellos se siente menos orgulloso y por qué, si considera que con ‘Zodiac’ se abrió una nueva etapa en su carera, qué películas ve para inspirarse a la hora de ver una película, qué directores de la actualidad le impresionan y le influencian más, qué partes del proceso de producción de una película le resultan más complicados y duros, y qué partes más fáciles y llevaderas, qué cuestiones todavía no ha abordado en su cine y le gustaría abordar en un futuro, ¿se sintió decepcionado por la acogida inicial de ‘Fight Club’ o se la esperaba?, si es un gran lector y qué lecturas son las que más le aportan… y un sinfín de cosas más de las que luego se podría ir profundizando a lo concreto y a cuestiones que a lo mejor no se le han planteado en ninguna entrevista.

Al final lo mejor, muchas veces, es que el cineasta o el artista invitado se ponga a hablar libremente de sus experiencias. Muchas veces es lo más enriquecedor. ¿Para qué vas a interpelarle, si él sabe bien lo que quiere contar?

2 Comments

  1. Hola Adrián,

    Completamente de acuerdo, aquí impera la selección negativa, pero creo que la culpa no es de los jefes sino de la audiencia.
    Lo de las entrevistas que parecen masajes me lo explicó un amigo que hizo periodismo y quería hacer reportajes y entrevistas más incisivos. Allá donde iba a trabajar, los jefes le censuraban las preguntas. Órdenes de arriba: entrevista amable para no coger mala fama y poder seguir entrevistando a personajes famosos y mantener negocio, pero es que los lectores no piden otra cosa. Yo no soy más que un aficionado con conocimientos muy limitados, pero se supone que la gente que accede estas entrevistas son personas con algo de bagaje, ¿no? Pues si ves el primer vídeo, 2536 me gusta y 18 no me gusta. Ahí está el problema.

    Solucionarlo creo que no es cuestión de un día para otro. Es un cambio cultural progresivo que tardaría años en producirse, con la voluntad de todos los actores empezando por los lectores. Poca cosa que hacer, creo yo.

    Un saludo,

    Álex.

    Le gusta a 1 persona

    1. Estoy bastante de acuerdo contigo. Ahora bien: si le damos al publico solo lo que quiere, le haremos un flaco favor a nuestro trabajo.

      Pero es lo que tú dices: la gente que pone el capital no permite otra cosa. Tristes tiempos estos.

      Un saludo!

      Me gusta

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