Hoy vamos de metáforas, o por lo menos de comparaciones. A ver qué tal me salen…
Imaginemos que nos vamos de viaje a algún lugar espectacular… yo qué sé… ¡A Roma, por ejemplo! ¿No habéis estado? Tenéis que ir, pese al ruido, el caos y algunas cosas más. Pero imaginemos que vamos a Roma no a ver el Coliseo, ni el Panteón, ni el Foro Romano, ni la Fontana di Trevi, ni los Museos Vaticanos…nada de eso. Lo que vamos a ver son las chozas de los arrabales, las construcciones creadas hace dos años y que carecen del mínimo valor arquitectónico. Vamos a ver, por ejemplo, los edificios de las zonas residenciales, e incluso entramos en algunos de ellos, en lugar de ir a ver todas esas maravillas antes nombradas. ¿Se lo imagina el lector de estas líneas?
Otro ejemplo: imaginemos que tenemos mesa en el restaurante más selecto del mundo, pero que esa noche, por nuestra cara bonita, está a precio de saldo y puedes comer las delicatessen más exclusivas y equisitas que tu mente, y sobre todo tu estómago, puedan imaginar, y además pongamos que tú eres una persona de buen yantar. Pero en lugar de comerte un caviar Almas, unos hongos matsutake, una sandía Densuke Black, una nuez Macadamia, una carne de Wagyu o unas trufas blancas….o sin ponernos tan exquisitos: en lugar de comerte la mejor paella que nadie cocinó jamás, o el último sushi que nadie preparará sobre la faz de la tierra, a ti te da por comerte una hamburguesa digna del Mcdonalds o una pizza de microondas. ¿Y por qué? Porque sí.
Sigamos, que hay más: imagínate que te haces amigo de un multimillonario que te invita a que te vayas de viaje, sólo o acompañado o como te dé la santa gana, al lugar del mundo más maravilloso, extraordinario, impresionante que quepa imaginar, a donde quieras. A los fiordos noruegos, a Kyoto, a los parajes salvajes de Australia, a darte una vuelta por los bosques de Yellowstone, a cualquiera de las cataratas más fastuosas de cualquiera de los continentes… en suma, a donde tú elijas, pero a donde eliges ir es a Benidorm, al barrio más hortera de los muchos que jalonan esa ciudad, a estar rodeado de guiris de segunda clase, a pasar calor en un hotel con el aire acondicionado roto, bebiendo sangría de mala calidad y comiendo perritos calientes todos los días. ¿Te lo imaginas, lector? ¿A que no?
Pues todo eso, lo de la comida, lo de los viajes, lo de monumentos históricos impresionantes, todas esas elecciones equivocadas que ni tú ni nadie, en su sano juicio (¡lógicamente!), elegiría… ¡es lo que hace todo el mundo con la literatura! Con el agravante, además, de que te cuesta lo mismo (y a veces más) un bodrio con tapas lujosas que una obra maestra bien editada. El grueso de la gente que se atreve a meterse en una librería con la firme intención de comprarse algo más que un guarda página o un calendario, compra y lee basura, se va de viaje a Benidorm cuando podría irse a Islandia, se zampa una pizza congelada en lugar de degustar una delicatessen que le haría volar de placer, se mete en chabolas de cartón llenas de inmundicia en lugar de visitar el San Pedro, en Roma. Y lo hacen por elección propia… o lo que les queda de elección propia tras el bombardeo por saturación de los medios de comunicación y publicidad, que les convence de que ese es el libro que necesitan, y que las obras de arte literarias, las que llevan cincuenta, o cien, o trescientos años dando vueltas por el mundo, son para otros, para los gafapasta, para los que van de listillos por la vida.
Esos lectores que no leen nunca, los que compran la novela de moda que todo el mundo está comprando, los que te dicen a ti lo que debes leer pero jamás aceptan que les digas que lo que leen es basura, los que dicen que leen mucho porque para ellos leer diez o doce novelas al año es leer, los que tuercen el gesto cuando ven que llevas bajo el brazo un ejemplar de Dostoyevski, o de Mann, esos que eligen irse a Benidorm, o visitar chabolas o comer pizzas de microondas, los que suponen un absurdo. Y son legión. ¿Cuál es su razón para comprarse esos tochos de Ken Follet, o de Dan Brown, o de Ildefonso Falcones, o de Carlos Ruiz Zafón, o de Arturo Pérez-Reverte? Que son como películas, que aprendes historia. ¿Y cuál es su excusa para no leerse ‘Guerra y paz’, o ‘La montaña mágica’…o libros mucho menos extensos como ‘La ruta de Flandes’, o ‘La muerte de Virgilio’? Que son cosas que no entienden, o que no tienen interés en entender, que son libros muy densos e incluso aburridos, sin tener ni idea de lo que están diciendo.
Así están las cosas y no van a cambiar. ¿Quieres vivir de la literatura? Escribe dramones decimonónicos sobre catedrales, ciudades, o revoluciones, o sobre libros. ¿Quieres leer obras interesantes, arriesgadas, audaces? Vete a una librería de segunda mano y busca, amigo, busca. Busca mucho, porque lo hay.
Pasa como con todo material o idea susceptible de ser comercializado, los medios se encargan de maximizar determinadas corrientes que más les interesa. Como es lógico el ciudadano de a pie debería no caer en esta trampa gracias a un mínimo de capacidad crítica, pero por desgracia les pueden estar meando encima y decirles que llueve que todos felices. Es problema es este, no me cabe duda alguna.
Suerte que a lo largo de la historia se manifiestan lo polos opuestos donde en blogs como este se da luz a pequeñas joyas que por norma quedan eclipsadas (en difusión) por los grandes focos de la industria.
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Bueno, pero en este blog, de momento, me leéis unos pocos amigos y compañeros de fatigas culturales. Me temo que tengo poco alcance…. pero gracias por tus palabras.
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