Todos nos equivocamos. Yo más que la mayoría, me temo, porque escribo más que la mayoría y porque soy bastante más curioso que la mayoría. ¿No dicen que la curiosidad mató al gato? Y tanto tiempo diciendo a los cuatro vientos que la crítica literaria en este país se ha borrado (no me dirán que no…), que nadie tiene el coraje, o la honestidad, de llamar las cosas por su nombre, salvo Manuel García Viñó y muy pocos más, y resulta que si buceo mucho por la red (y en mi caso lo de bucear mucho es un eufemismo…digamos que desciendo a las cercanías del Titanic) encuentro cosas que me reconcilian con la crítica de este país. Aunque también he de decir que, lamentablemente, tengo mis peros en ciertos aspectos.
Seguro que muchos sabrán quién es Jose María Guelbenzu. Yo no tenía ni pajolera idea. Encuentro algunas críticas literarias suyas muy interesantes y muy bien escritas y me pongo a buscar su nombre. Y, claro, tiene entrada en wikipedia y tiene textos en unos cuantos sitios. Resulta que es crítico y novelista, además de editor, y ha trabajado en unos cuantos sitios, entre ellos Revista de Libros (una publicación que empezó siendo en papel pero luego se pasó al digital), y de entre todos sus trabajos de aquella revista el que más me ha llamado la atención, y la razón de que me ponga a escribir este artículo y no otro, es el referido a ‘La catedral del mar’, de Ildefonso Falcones. Lo leo y me digo: «hete aquí, Massa, que metiste el cuezo…hay gente que escribe crítica literaria y lo hace bien y además llamando a las cosas por su nombre».
Guelbenzu, que se nota que sabe de literatura más que todos los de ULAD y todos los pseudo-críticos que dejan vídeos sobre libros en internet juntos, habla sobre la novela de Ildefonso Falcones y despliega en ella una teoría de la novela que podría ir de la mano con la de Manuel García Viñó, y además con la mía (que no en vano soy hijo, intelectualmente hablando, de Viñó…). Me gusta cómo empieza su texto: «Toda novela ha de recibir la crítica que merece y la idea de merecimiento está indisolublemente unida a la intención que le dio vida, es decir, a la ambición con que se inició y se concluyó»… Ole. Ole y ole. Eso es empezar y eso es decir. Y no contento con un arranque tan magnífico, da lo que promete. No es una bravata ni un farol, se lanza a escribir la crítica que esa novela, y por ende las decenas y centenares de novelas que son como ella, se merece. Y lo hace de una forma extraordinaria, dejando claro que esto no es literatura, sino que es un producto, y que ni siquiera es un producto solvente como pueden serlo los del sinvergüenza de Ken Follett.
Es más o menos lo que llevo yo diciendo bastante tiempo, pero mucho mejor escrito que yo, sin ningún género de dudas: que esto no es literatura, que hay una gran diferencia entre lenguaje literario y el lenguaje que usan los Falcones, Pérez-Reverte, Gómez-Jurado, Savater, Ruiz Zafón, Grandes, y un largo etc… que lo más importante, lo único que tiene que importarle al novelista, es la verdad de los personajes, muy por encima de la suya propia o de cualquier otra consideración, que la novela histórica, salvo excepciones aparecidas hace muchas décadas, es un género muy poco interesante y por tanto apto para temperamentos literarios tan poco interesantes como los nombrados, sobre todo cuando lo único que saben hacer es documentarse y observar esos hechos desde la mentalidad actual. Habla también de problemas de estructura, de puntos de vista, de tono, de estilo. En definitiva, es una maravilla de texto que debería estar enmarcado en las escuelas de escritura…
…ahora bien: es un texto de 2006. Muy meritorio y hasta admirable, pero han transcurrido 14 años desde entonces. ¿Qué ha hecho este eminente crítico, irrelevante novelista e importante editor? Pues nada menos que fichar por El País, y aún hoy, a su provecta edad, escribe allí críticas y textos sobre literatura. Iba a decir que el lector se pasara por allí a echarles un vistazo a esos artículos, pero creo que no merece la pena. Supongo que ese destino es lógico si tenemos en cuenta que fue editor jefe de Alfaguara y que su mujer es directora general de Espasa Calpe, pero ya no volvió a escribir en Revista de Libros. Y ahora sus textos son de un blando que es para echarse a correr. Tiene la vida resuelta, trabaja en el periódico más mediático de este país (pese al irremisible declive de su reputación), y a su edad supongo que no quiere líos, no vaya a ser que, yo qué sé, pueda seguir siendo un crítico literario de verdad…
De modo que no ando yo tan errado, a fin de cuentas, cuando digo que la crítica literaria se ha borrado. Ahora todo es blando y estupendo, cualquier novedad que salga de las editoriales que en su día tuvieron relación, o siguen teniendo relación siquiera tangencial con el medio en cuestión, será tratado con una benevolencia repugnante, y ya no habrá lugar al debate teórico, ni que un crítico literario haga el que es su trabajo: llamar a las cosas por su nombre. Aquel trabajo honesto y valiente se remonta a 2006, y ahora, en 2020, sólo unos pocos seguimos empeñados en decir la verdad, aunque nos pongan en la lista negra, aunque nos insulten y nos pongan a caldo en foros, aunque nos tachen de locos o de envidiosos. Porque no se han dado cuenta de una cosa: ya no tenemos nada que perder.
4 respuestas a “Andaba yo bastante equivocado…en realidad, no tanto”
Hola Adrián,
Aprovecho para preguntarte, ya que has sacado el tema en el artículo, ¿que novelas históricas que hayas leído recomendarías?
La verdad es que las que he leído, desde mi formación como historiador, pecan precisamente de lo que señalas. Son novelas presentistas con un decorado de época, lo que evidentemente les resta bastante valor en todos los sentidos ya que literariamente tampoco son gran cosa salvo alguna excepción.
¡Un saludo!
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Pues muy pocas, pero las hay extraordinarias.
‘Memorias de Adriano’, ‘Meridiano de sangre’, que podría considerarse histórica…quizá ‘Sinuhé el egipcio’… muy pocas, realmente…
Abrazos!
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Pues si, desgraciado del que pretenda ser independiente porque le matarán de hambre, el artista honesto difícilmente podrá sobrevivir con su trabajo, el sistema lo intentará reconducir y si no lo consigue o no se deja lo aparcará en la primera cuneta que encuentre y lejos de la «civilización». O eres negocio en ciernes o no existes y el sistema convertirá en bazofia todo lo que detecte que se aparta de sus deseos comerciales, habrá alguna excepción muy pocas y que solo confirmarán esa regla de acero, el capitalismo es así y el socialismo es «asá», pero el caso es que aquí y allá al que tienda a ir por libre le darán por donde amargan los pepinos.
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Indiscutiblemente! Pero también podríamos echarle un par de huevos o de ovarios, y de cuando en cuando hacer algo honesto o verdadero.
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