Fetiches y mitomanías

Todos tenemos el nuestro, o los nuestros. En cine y/o en literatura. Todos tenemos un fetiche o una mitomanía, incluso aunque no sepamos que lo tenemos. Y es algo que yo creo que la psicología o la sociología ha estudiado poco, pero que es un fenómeno muy curioso. Algunos viajan por todo el mundo buscando las localizaciones en las que se filmaron las escenas de su película o su serie favorita. Otros, de forma irremediable, se desmayan si aparece delante de ellos, en la calle, o en una tienda, o incluso en una conferencia, ese artista, ese actor, director o novelista venerado. Los hay, como un buen amigo mío, que sienten verdadera pasión rebuscando en los títulos de crédito la presencia de actores secundarios, y rastreando las numerosas películas en las que, en los años más nutridos del cine, llegaron a participar. Otros se pasan la vida escuchando música de películas… aunque no tengan mucha idea de música de películas. Incluso los hay que harían cualquier cosa por conseguir la firma de su autor favorito en su libro. Hay muchísimos fetiches.

Yo particularmente no tengo ninguno de los nombrados. Pero sí padezco de otro que siempre me ha subyugado: los carteles de las películas, incluso de aquellas que no me gustan especialmente. Pero es ver ciertos carteles, recrearme en ellos, y sentir un placer secreto, inefable, que me lleva a ese sentido febril de la cinefilia, ese que tenía que ver con la necesidad física de ir al cine dos o tres veces por semana… En mi sitio de críticas literarias y cinematográficas, recién creado, pienso poner en cada reseña un cartel poco común o raramente visto de cada una de las películas, o bien el cartel ruso, chino o japonés de esa película norteamericana concreta, y voy a perder el tiempo haciéndolo por puro placer. Porque puro placer es lo que siento viendo carteles como este:

Pero tampoco hace falta buscar rarezas, porque los poster oficiales, los que acaban siendo parte indisoluble de la película, muchas veces también me vuelven loco:

Para mí, forman parte de las imágenes de la película tanto como los de cualquier escena. Con ellos, sus creadores te avisan del look, del tono y del estilo narrativo de la película, sin ningún género de dudas. No solamente es, aunque también, un elemento de marketing. Es ante todo una presentación, casi un prólogo, de la película.

Y es que hay algunos que te vuelan la cabeza:

Literalmente:

Realmente los creadores de carteles pueden ser muy creativos, muy capaces de fascinarte y de capturar tu imaginación, incluso en los posters no oficiales de la película, los que forman parte de su campaña de promoción, pero que se ofrecen como una alternativa al cartel oficial o como una colección aparte. Por ejemplo:

Por no decir los que hacen los fans, algunos diseñadores o dibujantes con verdadero talento, que homenajean de manera inmejorable sus película favoritas:

Pero los que se llevan la palma en carteles barrocos, casi grotescos, minimalistas y creativos son los polacos, que nos dejan estupefactos con sus carteles:

Para mí lo de los carteles de cine es como un arte dentro de otro arte, en el que existen verdaderos genios, capaces de permitirte seguir profundizando en la historia de la película. Siento veneración por esas personas que se dedicaban a pintar reproducciones de los carteles de las películas para las salas de Madrid y supongo de otras partes de España. Pero desgraciadamente encontrar un cartel de esos en internet es algo complicado. Aún así, espero ser capaz de encontrar un cartel original y sorprendente para cada película de la que haga una crítica.

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