El triunfo del arte es hacerlo, no venderlo

Muchos, demasiados, que se creen escritores piensan que han llegado al cenit de su carrera por el hecho de haber conseguido que les publiquen y que por un azar del destino sean muy leídos y que cada vez que hacen una firma de libros se amontonen los lectores que quieren que se les dedique un ejemplar. Y esto sucede igual con casi cualquier arte, pero muy especialmente con la literatura. También sucede con la música y el cine, qué duda cabe, pero tal idea está muy arraigada entre los que un día se sientan a dar teclazos delante de un ordenador.

Es esta una noción de las cosas tremendamente narcisista, vacua, boba e incluso infantil, que nada tiene que ver con el arte y sí quizá con los negocios, el marketing y el dinero. Especialmente el dinero que, créanme, es lo único que le interesa a todos esos creadores profesionales de best-sellers, que incluso, en el colmo de la desfachatez, además de eclipsar los medios de comunicación y las mesas de novedades con sus pseudo-novelas, reclaman denodadamente que se les considere no solo exitosos escritores, sino grandes escritores, que les den premios y les hagan conferencias y mesas redondas porque ellos, o eso se creen, no tienen nada que envidiar a los escritores-creadores, los que la poca crítica seria que va quedando saben que son los que de verdad importan literariamente hablando.

Pero se puede extrapolar al cine, un medio absolutamente hipertrofiado y cerrado, en el que sólo se considera un filme importante o notable aquel que llega al gran público y es apreciado por él, o en el que se considera un fracaso todo aquello que no de buenos números en taquilla porque a fin de cuentas el cine “es un negocio”, y los que invierten en él tienen derecho a recuperar su dinero antes que cualquier otra consideración. Pero todo esto, no lo perdamos de vista, es algo que surge, sobre todo, desde el punto de vista del lector/espectador, no del artista.

Para el artista, en realidad, el verdadero triunfo es hacer lo que tiene que hacer y conseguir terminarlo, y al terminarlo contemplarlo con los ojos (o los oídos… o ambas cosas…) del espectador cero, y si al contemplarlo queda satisfecho poder sentirse en paz… durante un tiempo. Si además de eso intervienen otros factores, tales como un editor, un productor, una editorial, un estreno, nuevos lectores/espectadores que se acerquen a la obra, todo eso es secundario, como secundario es que guste o no guste, que sea entendida o malinterpretada. Los artistas no son bufones de salón, no son responsables de que los demás estén de buen humor.

Acabo de terminar una obra monumental, la casi inabordable ‘Doktor Faustus’ (1947) de Thomas Mann, una de las últimas que escribió y en la que por fin abordó de manera directa la tragedia alemana en la II Guerra Mundial y las atrocidades de los nazis, cuyas primeras barbaridades le llevaron a exiliarse de Alemania en 1933. En esta novela, como en todas las suyas, el genio de Mann se propone abarcar el espíritu de una época y un lugar vastísimos (el primer tercio del siglo XX en Europa, la creación artística, la teoría musical, la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche, además de su tormentosa relación con su propia sexualidad y su misión como escritor-filósofo, todo ello con una prosa excelsa en una de sus ficciones mas exigentes. Casi nada. ¿Algún despistado de los muchos que abundan por este desgraciado mundo puede creer que a Mann le importaban un carajo las ventas de esta obra magna? ¿Que se habría sentido mejor firmando centenares de ejemplares en la feria del libro? Eso puede valerles a los mequetrefes que ahora se creen escritores, y que en realidad son mercenarios a sueldo del gusto de la mayoría.

El arte, para estar vivo, no puede depender de las ventas, ni de la producción en masa, sino de la grandeza de ideas y de la ambición del estilo, todo ello casi siempre señalado, auspiciado, por la crítica más comprometida y valiente. Y siempre será así, le pese a quien le pese.

3 respuestas a “El triunfo del arte es hacerlo, no venderlo”

  1. Amén. Siempre se me viene a la cabeza en estos casos una cita de Wilde, que dice más o menos así: «Al escribir un libro, la único que me interesa es la literatura: es decir, el arte. Mi único objetivo es crear algo que tenga cierta calidad estética». Una cita que ninguno de esos, que sabes mejor que yo quiénes son, puede entender.
    ‘Doktor Faustus’ la tengo aquí desde hace un par de meses y aún no la he tocado, pero tengo la expectativa de qué será magnífica.
    Por cierto, me he agenciado la de Faulkner de Anagrama. Ya te contaré.
    Un abrazo!!

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