Exceso de contenido

Se dice que vivimos en una época dorada de las series de televisión que ya dura dos décadas (aunque luego saldrán los exégetas de este fenómeno a decir que en realidad la época dorada ya pasó y que estamos en otra, etc…). Se dice también que hay un cambio de paradigma a la hora de disfrutar del cine y la televisión, con todo esto de las plataformas digitales, y con la televisión a la carta, y todo esto que está pasando. Pero aunque algo de verdad haya en eso, lo que de verdad está ocurriendo en los últimos años es un aprovechamiento del avance en las telecomunicaciones para ofrecer a cualquier tipo de espectador, desde el más humilde hasta el de mayor poder adquisitivo, una batería cada vez más inabarcable de contenidos narrativos, creando nuevos adictos de todo tipo de historias, sin tener que pagar a distribuidores o intermediarios, potenciando el consumo de masas y multiplicando las ganancias. Así de claro.

Resulta virtualmente apabullante el número de series que HBO (yo tengo esta cadena y me las veo y me las deseo para abarcar su contenido más relevante), Netflix, Amazon y otras plataformas estrenan al año. Es imposible, a menos que te dediques a pasar todo el día pegado al televisor, estar al corriente de todo, si además quieres leer libros con regularidad, y ver películas con regularidad…y menos aún si como le sucede al grueso de la humanidad, tienes que trabajar ocho horas al día haciendo otra cosa, y además quieres hacer algo de vida social. Se superponen los títulos, y se amontonan las «series del año», y si albergas interés quieres ver todo lo posible, y todo lo que está en boca del personal quieres conocerlo, y escribir sobre ello, y no quieres perderte ninguna joya. Quieres disfrutar, en suma, de la posibilidad de ver una gran serie. Pero querer eso es, me temo, una quimera, y las quimeras poseen la particularidad de que acabas volviéndote loco.

Con el mundo editorial es lo mismo. Es abrumador el número de libros de ficción o no ficción que se publican al año en un país como España. Apabullante y estéril. No solamente porque la gran mayoría de ellos no aportan nada a la cultura, sino porque en el caso de que un 10% fueran grandes trabajos, sería imposible leerlos todos ni siquiera siendo crítico literario y estando en eso todo el santo día. Las novedades literarias son ilegibles, por tanto, debido a una doble razón. Y no va a cambiar. Se seguirán publicando miles de libros al año, y el despistado o despistada que intente poner un poco de orden y conocer lo más relevante, lo va a tener cada año más crudo, aunque yo tengo claro que no se deben leer novedades literarias, pues ya existen muchos libros excelentes que hay que leer como para seguirle el juego a las grandes editoriales.

En realidad, el exceso de contenido es una realidad. Se filman demasiadas películas y demasiadas series. Se escriben demasiados libros (muchas veces por personas que jamás debieron ponerse a dar teclazos). Vivimos en un mundo posmodernista y desquiciado, en una loca carrera por llamar la atención del lector/espectador, ofreciéndole un abanico de posibilidades tan amplio que se le ahoga. Lo que las grandes cadenas quisieran es que nos pasáramos la vida pegados al televisor. Y lo que las grandes editoriales quisieran es que nos gastáramos cien euros al mes en tres libros de los autores a los que más pagan, para que sus dueños se compraran un cochazo cada año y se fueran de vacaciones a Bali casi cada mes. Y a esto lo llaman «la cultura». Y está claro que no lo es. Es «el negocio», y muchos se pasan la vida siguiéndole el juego a estas compañías para tener la equivocada sensación de que son cultos y de que están al día.

Yo digo que dejemos de estar al día. Y creo, y seguramente no estoy solo en ello, que esto no es cultura. Y si lo es, definitivamente no tengo ninguna cultura. Nunca la he tenido. Ya lo pensaba respecto a mis conocimientos y mi bagaje, pero ante la situación actual lo pienso con más fuerza. Nunca he necesitado ver 200 películas y 40 series para sentir que sé de lo que hablo. Tampoco he necesitado conocer ciento cincuenta novedades editoriales al año (algo por otra parte imposible del todo) para sentirme lector. Prefiero tener otro concepto de mí mismo y otra forma de hacer las cosas. Yo elijo, y elijo muy cuidadosamente. Hay películas que he visto más de cien veces, y hay autores a los que no pienso volver. Hay series que vería enteras todas las veces que pueda antes de morir, y hay series que por muy bien que hablen de ellas no pienso verlas jamás…y menos aún después de ver su primer episodio. ¿Resulta entonces que no sé de lo que hablo? Pues muy bien, me importa un carajo.

Tengo seleccionadas ya (no todo adquirido pero casi…) todas mis lecturas de los próximos tres meses, salvo que surja alguna cosa que me empuje a leer algo, y sé perfectamente lo que voy a grabar de la tele y las películas de los últimos cinco años que me gustaría ver si tengo la oportunidad y que veré en cuanto la tenga. Tampoco tengo prisa. Tengo muchas otras cosas que hacer. Porque en realidad soy un tipo con suerte. No necesito ver una nueva película de Woody Allen para saber cómo es Woody Allen. Me he visto muchas películas suyas y no creo que de repente vaya a ser otra cosa de lo que ha sido. Si veo alguna nueva porque tengo tiempo pues estupendo, y si no pues nada. Tampoco necesito ver una nueva prácticamente de ningún director famoso, porque ya les conozco, y me basta con ver diez minutos de una película o de una serie, o leer veinte o treinta páginas de un libro (a veces menos), para saber si va a valer la pena o no. La vida es corta.

Y ya son muchos años leyendo, viendo películas, escribiendo críticas y comentarios y análisis y reseñas de todo tipo de contenidos narrativos. Me fío de mi olfato y de mi instinto y aunque a veces me deje sorprender o me pierda alguna cosa, luego vuelvo a ella y termino viendo prácticamente todo lo que es valioso. Lo demás, lo que no es tan valioso, y yo sé que no lo es, que lo vean otros. Yo tengo cosas que hacer mucho más importantes que estar al dictado de las grandes empresas, y me niego a zambullirme en esta selva de contenidos para «estar al día»

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