Escribía yo hace algunos meses sobre esa paupérrima serie titulada ‘La unidad’, que Movistar + le produjo a Dani de la Torre, y que en su momento obtuvo algo de respuesta mediática y por parte de los espectadores. Mi impresión sobre ese trabajo ya la dejé clara, pero me llama la atención que poco después la plataforma insista en otra serie policial, aunque esta vez centrada en un grupo de antidisturbios y en las consecuencias de una operación de desahucio, esta vez creada, en colaboración con Isabel Peña, por Rodrigo Sorogoyen, quien al igual que de la Torre, ha demostrado solvencia en producciones bastante complejas, y que por tanto ha adquirido cierto renombre como director. Uno esperaría una serie capaz de zambullirse en el complejo y terrible drama que tantas familias sufren y que afecta por igual a civiles y policías de toda condición, pero no es exactamente eso lo que obtenemos.
Algo más sí que encontramos aquí que en ‘La unidad’. Por lo menos en este caso se despliegan en la pantalla un grupo de actores bastante más cohesionados que allí, y que aunque apenas tienen personajes con los que trabajar (más bien arquetipos no muy desarrollados) por lo menos son bastante creíbles, están bien presentados y cumplen con dignidad. Así mismo, Sorogoyen demuestra una vez más su habilidad para armar secuencias de gran tensión, pese a que todas ellas se parecen y en todas ellas emplea los mismos trucos, pero podemos decir que alcanza momentos de logrado frenesí. Por otro lado, no participa de ese gusto por la fanfarria y el ruido gratuitos y por tanto excesivos de ‘La unidad’, sino que es una serie más austera, más directa y descarnada. Todo eso son indudables puntos a favor. Ahora bien, no obtenemos, ni por asomo, el drama social y humano prometido, sino más bien una suerte de thriller con ínfulas en el que no sabe bien quién es el protagonista ni cuál es el punto de vista (o puntos de vista) dominantes, y que acaba resultando un melodrama efectista que poco aporta al espectador.
Porque con las series en España, por lo general, está pasando lo que ya ha pasado con unas cuantas películas de género: queríamos demostrar que podemos hacerlo tan bien, técnicamente hablando (al menos en algunos aspectos técnicos) como los americanos, y lo hemos conseguido. Poder, podemos. Si allí no se cansan de hacer series policiales de muy distinto signo, estilo y ambición, aquí también. Y Movistar + se ha apuntado al carro con decisión, energía y medios, haciendo grandes esfuerzos de producción y promoción. Pero no basta con eso para conseguir una gran serie, y desde luego ‘Antidisturbios’ no lo es. No se le puede negar verosimilitud e intensidad a lo narrado, pero le falta vida, sustancia narrativa, estilo, cohesión dramática. Vicky Luengo hace un trabajo esforzado, pero parece fuera de la serie y no te la terminas de creer del todo, a lo que no ayuda la decisión de Sorogoyen de filmar el 95% de los planos de la serie (o más) en grandes angulares, que deforman cada secuencia y muy especialmente el rostro de esta actriz, a la que a menudo encuadra de frente, con la cámara encima de su rostro y rompiendo a menudo el tono y el ritmo armados en una secuencia.
Un recurso narrativo o conceptual, el que sea, funciona en determinados momentos y por determinadas razones, pero si se abusa de él durante demasiado tiempo y en demasiadas secuencias, termina perdiendo, por fuerza, su razón de ser, y al final todo se convierte en trucos de realizador que diluyen la fuerza de aquello que intenta contarse. Sorogoyen, me temo, es más un hábil, un astuto director de trucos que un director con algo que contar, más decidido a epatar al espectador con un montaje frenético (aunque a veces, cortando sobre el mismo plano, consigue justo lo contrario), y que en ningún momento se preocupa por el drama en el que viven tantos españoles, sino en contar una historia policial de suspense, de policías y de agentes de asuntos internos que luchan entre sí, y no de las ramificaciones morales de los desahucios y todo lo que ello implican en el tejido de una ciudad.
No es en absoluto una mala serie (‘La unidad’, me temo, sí lo era), pero se olvidará tan rápido como se vea, porque no hay en ella nada que conmueva al espectador, ninguna imagen poderosa que se le quede en la memoria, ningún espejo en el que mirarse. Pero si hay algo que me parece verdaderamente recalcitrante en la serie es el sonido, concretamente los diálogos. Prometo que la he visto con subtítulos en todo momento porque era incapaz, a pesar de que gozo de una excelente audición, de enterarme de lo que estaban diciendo. Y no porque hablen rápido, o porque sean malos actores, o por jerga o por acentos, sino porque ni se oye ni se entiende lo que dicen. Y esto sucede porque en este país no se doblan los diálogos, por alguna extraña razón. He conocido técnicos de sonido que los doblan tan bien (lógicamente con la colaboración de los actores en la sala) que el espectador jamás notaría la diferencia. Pero se ha decidido que eso es un esfuerzo de producción innecesario. Y no tiene sentido ver una serie en la que están hablando de cualquier cuestión que por una inflexión mal dada, o por un timbre difícil, se quedan en el limbo. Y esto es algo que sucede demasiado en el cine español como para ignorarlo. Y si me estoy equivocando, y estos diálogos están doblados (estoy casi seguro de que no), es que han hecho un trabajo pésimo.
Pero estos son detalles que muchos pasarán por alto. La serie está gustando a bastantes espectadores (a otros no tanto…), y a un sector de la crítica. Desde luego, lo seguimos intentando. Pero sería deseable intentarlo aún con menos fuegos de artificio y menos trucos narrativos, y con un guion y unos personajes más sólidos, que verdaderamente abunden en asuntos de trasfondo social. Y con unos diálogos mejor sonorizados, claro…