¿Y si…? ¿Y si…?
¿Y si en lugar de que los telediarios ocupasen horas todos los días hablando de fútbol, dedicaran ese tiempo a hablar de literatura, de teatro, de cine, de buena música?
¿Y si la gente, en lugar de leer la bazofia que se les ofrece en las mesas de novedades, se plantaran en redondo ante las grandes editoriales y a partir de determinado momento leyeran únicamente a los clásicos, gastaran un poco de dinero en comprar poesía, ensayos… la mayoría de los lectores potencias se negara a seguirles el juego a los grandes sellos y a los grandes distribuidores?
¿Y si se multiplicaran los momentos, las interacciones personales, en las que en lugar de esperar a que dejaras de hablar, la gente te preguntara sinceramente qué opinas o cual es tu reflexión sobre esto o aquello y esperasen tranquilamente tu respuesta, quizá incluso con el ánimo de aprender algo de ella, de extraer algo valioso, de seguir creciendo, interrumpiendo esa constante de estar encerrado en uno mismo y no querer realmente obtener nada de nadie…nada no material, obviamente… y si además nos sintiéramos agradecidos por lo que, contra todo pronóstico, este o aquel de más allá es capaz de enseñarnos?
Si este tipo de cosas sucedieran muchos dejaríamos de escribir artículos como los que escribimos la mayoría de los días. Este mismo artículo que estoy tecleando ahora mismo, nunca habría existido. Ahora mismo mis dedos y mi mente estarían ocupados en otra cosa, quizá más productiva o placentera, pero seguro que muy diferente. No me pasaría la vida intentando convencer, no de que yo sé más que nadie, sino de que estoy seguro de que estoy en lo cierto, de que me maravilla la forma en que la cultura oficial ha engañado a todo el mundo, se ha convertido en otra droga, como las malas noticias de los telediarios o los programas del corazón. Drogas, narcóticos, que nos hacen esclavos.
De toda la gente que conozco, y es bastante, sólo unos pocos me preguntan cuál es mi punto de vista sobre algo (habitualmente un libro o una película), y luego esperan mi respuesta, y yo creo que con la sincera actitud de aprender alguna cosa. Pero yo también aprendo de ellos. Porque es verdad que la gran literatura y el gran cine salen siempre de la placenta de lo real, de lo popular, de lo callejero. Somos nosotros, seres no privilegiados, los que nutrimos la ficción, y los que a la vez nos nutrimos de ella. Hacerle el juego a los grandes lobbys de presión cultural, leer lo que quieren que leamos, ver lo que quieren que veamos, opinar lo que ellos quieren que opinemos, es claudicar. Y la única forma de no caer en la trampa es albergar y desarrollar un espíritu crítico que por desgracia parece proscrito en tantas mentes inteligentes.
Pero yo no me siento con una misión, y espero que otros como yo tampoco se sientan así. Yo sólo tengo un propósito: aprender. Elevarme. Que todo lo que aprendo y me hace elevarme me proteja y me haga sentir qué es lo verdaderamente importante, dónde residen la sabiduría y la belleza, y dónde estoy yo, y qué hay de sabiduría y belleza en mí mismo (si es que existe en algún grado…), mientras me pregunto…
¿Y si aunque vendieran muchos libros, gente como Ildefonso Falcones, Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Juan Gómez-Jurado, fueran tratados por la sociedad como lo que son: unos parias intelectuales?
¿Y si el grueso de la población de este desgraciado país se diera cuenta de una vez de que ver cine doblado es de paletos?
¿Y si…