He delimitado los márgenes de esta era con el (osado) anhelo de que termine justo ahora, o lo antes posible, porque el otro título que tenía previsto (‘El siglo XXI será el de la cultura friki’), era demasiado pesimista, y no estamos para mayores pesimismos en estos momentos. Pero es este un artículo que llevaba tiempo queriendo dejar por escrito de una vez para expresar mis ideas, y también para llevar a cabo un análisis de esta extraña época que nos ha tocado vivir, situación de la que espero sacar algunas conclusiones.
Y no he establecido el inicio, 1999, de forma caprichosa. Ese fue un año de cine magnífico, uno de los grandes de las últimas décadas, en el que pudimos ver películas tan variadas y superlativas como ‘Fight Club’, ‘El sexto sentido’ (The Sixth Sense), ‘Magnolia’, ‘The Straight Story’, ‘El gigante de hierro’ (The Iron Giant), ‘Ghost Dog’, ‘Ni uno menos’ (Yi ge dou bu neng shao), ‘El camino a casa’ (Wo de fu qin mu qin) u ‘Hoy empieza todo’ (Ça commence aujourd’hui), nada menos. Pero también fue el año del estreno de ‘La amenaza fantasma’ (Star Wars. Episode I: The Phantom Menace), la cuarta película de la saga, con la que Lucas volvía a dirigir después de veintidós años, y la que iniciaba este largo periplo en el que han cambiado las reglas del juego de forma tan abrupta hasta el día de hoy. Y es que el progreso tecnológico de la humanidad muchas veces significa un retroceso en muchas otras áreas.
Al inicio de la segunda trilogía se unió, a finales de los noventa, el afianzamiento de internet en todo el mundo, y a los pocos años el advenimiento de las redes sociales. En otras palabras: mucha más gente podía acceder a contenidos audiovisuales y podía luego comentarlos de forma masiva. Se establecían nuevas coordenadas para el disfrute y asimilación de contenidos narrativos. Los videojuegos empezaban a ser a su vez mucho más ambiciosos narrativamente, y surgía el concepto del fanático y el «fanbase» (conjunto de seguidores de un título o una saga) como algo cada vez más importante. ¿Y qué ha tenido jamás mayor número de seguidores fanáticos, en el cine, que ‘Star Wars’? Comercialmente era una apuesta segura, pero a la hora de configurar los nuevos títulos Lucas se puso el listón muy bajo. ¿Es reprochable? Ya con la tercera entrega, ‘El retorno del jedi’ (1983), había convertido la franquicia en una máquina de vender peluches y juguetes. ¿Alguien podía esperarse otra cosa? Además, con el perfeccionamiento de los efectos digitales podría construir esos mundos que existían en su cabeza y que dos décadas antes no había podido explorar del todo.
Con esto sucede como con los teléfonos móviles: ya no nos acordamos de cómo era el mundo antes de tenerlos. En este caso en concreto, un mundo en el que no había estrenos simultáneos en todo el mundo, en el que no existía una anticipación tan grande para ver una película, o no se convertía un estreno en un acontecimiento «cultural» mundial, y sobre todo en el que los fans no eran un elemento tan importante y tan definitorio. En EEUU ya no hacen casi grandes producciones sin contar con los fans, y eso supone un problema muy importante. Porque a ese estreno nombrado siguieron el de la franquicia de Harry Potter, en 2001, y el de la franquicia ‘El señor de los anillos’ ese mismo año, filmes hechos con una fanbase muy determinada. Y siguiendo el estilo de Lucas, sobre todo a partir de ‘El ataque de los clones’ (2002), pareciera que no puede filmarse una película épica o de aventuras sin contar con numerosos efectos digitales, con diseños de fondo por ordenador, o con enormes batallitas en las que aparecen miles de adversarios peleándose, como si estuviéramos en un videojuego, algo en lo que cayó incluso el insulso ‘Alicia en el país de las maravillas’ (2010) de Tim Burton.
Esta era será recordada, sobre todo en el cine norteamericano, como la era de la cultura friki. Los grandes éxitos y el diseño de producción de las grandes marcas se han volcado en ello desde finales del pasado siglo y han conseguido gigantescos beneficios dándole al público exactamente aquello que quiere, y gracias a las plataformas digitales y las cadenas de pago, consiguiendo llegar incluso a aquellos espectadores que no van mucho al cine. Es un negocio redondo, que ha alcanzado su apoteosis con la serie de películas Marvel y con la serie ‘Juego de tronos’. Todos estos fenómenos (y alguno aislado hay de gran calidad) han relegado la atención del cine más arriesgado, han hecho olvidar a los autores, incluso a algunos exitosos, a los que ya no se producen sus películas. Y aún más grave, ha acentuado la colonización cultural de EEUU, con unas cinematografías europeas cada vez más dispuestas a copiar esas formas narrativas, a «americanizarse» en sus propuestas de género, olvidando la rica personalidad fílmica de sus respectivos orígenes.
No es de extrañar que el cine europeo haya decaído en las últimas décadas, aunque siguen existiendo autores que ignoran esta avalancha, casi esta fiebre, friki y siguen haciendo cine honesto, a ras de tierra, alejado de las fantasías mesiánicas, de los cómics, de los videojuegos y de las novelas de fantasía. Si las ideologías están, en todo el mundo, más polarizadas que nunca, lo están también las dos formas de entender la narrativa: como una ilusión, como un engaño, como un mundo de aventuras luminosas… o como un desengaño, como una forma de conocimiento de la realidad, como un desafío a la inteligencia y a las convenciones. Ambas formas son perfectamente válidas, aunque convendremos en que una de las dos es más valiosa que la otra, y mucho más arriesgada, y en que estamos un poco empachados, últimamente, de tanto título colorista y épico, y faltos de mirar al mundo tal y como es, sin maquillaje, sin coartada genérica de ninguna clase…
…y más aún con esta espantosa pandemia, que nos obliga día a día a observar nuestro lugar en la naturaleza. No me cabe duda de que sería bueno dejarnos de tanta fantasía y mirar a la realidad a los ojos. Y en eso el cine de EEUU no está ayudando demasiado, salvo en algunos reestrenos imprescindibles que incluso los especialistas están pasando por alto. Ojalá esta era termine en 2020, y podamos hablar de otro tipo de cine que nos haga más libres y más inteligentes.