Vivir sin Literatura

Decía Fernando Vallejo, e insistió más de una vez en ello, que la literatura es muy poca cosa comparada con la música. Estoy bastante de acuerdo con esa idea, pero creo que literatura y música son en realidad la misma cosa, y dado que tal como dice Francis Ford Coppola el cine es una forma mágica de literatura, y no estoy por llevarle la contraria, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que los tres soportes narrativos (narrativos porque en ellos se emplea alguna forma de tiempo, o por mejor decir, en ellos el tiempo vive de una forma muy distinta a como opera en la realidad) son más o menos lo mismo, con lógicas y enormes variantes que tienen que ver con la sustancia que las hace posible y que son su médula (sonidos, palabras, imágenes). La música depende de una escritura previa para su ejecución final, y tanto literatura como cine son más grandes y perfectos cuando se acercan a ser una forma de música, algo que por cierto muy pocos directores son capaces de alcanzar, y por lo visto muy pocos «críticos» son capaces de entender.

Pero centrándonos exclusivamente en la literatura que es la narrativa oral o escrita, muchos llevan un tiempo pronosticando su final y su eventual desaparición. Yo mismo, dejándome llevar por un momento de exaltación, dije aquí que el actual panorama editorial es la muerte de la literatura. Por una parte, es inevitable pensarlo si echamos un vistazo a la gran mayoría de pseudo-literatura que se lee ahora mismo y a la pléyade de pseudo-novelistas y pseudo-escritores post-modernistas que nos asolan. Por otra parte, es escandaloso, a falta de otra palabra mejor, el absentismo profesional y (¿por qué no decirlo?) moral de la crítica literaria, en todo el mundo. Finalmente resulta muy preocupante que en todo el siglo XXI no haya aparecido aún ninguna obra maestra rotunda de la literatura, ni siquiera por parte de los más grandes escritores, que aún los hay. ¿Significa todo esto, por tanto, la muerte de la literatura como forma narrativa? Probablemente no, aunque todos los indicios nos lleven a pensar en esa dirección. Ha habido otras épocas infaustas, largos siglos, en los que la literatura, como tal, ha desaparecido casi del todo, y eso no ha significado su fin.

Vivir sin literatura es imposible, pero no porque la literatura sea algo mágico y hermoso que nos ayude a vivir, tal como pensarían algún bobo o alguna que adolezca de una mente infantil, sino por que la literatura es ante todo la forma suprema de la ficción, y sin ficción no podemos explicar la realidad, del mismo modo que sin conocer a fondo la realidad no podemos explicar la ficción. Tal como decía yo el año pasado, la literatura, la más elevada de ella, que es lo mismo que decir la más elevada de las ficciones, es en verdad un idioma común, un territorio físico, material, aunque no operativo, y bastaría sólo un puñado de personas para mantener vivo ese territorio. Pero incluso más allá de todo eso, aún si de verdad se terminase la literatura, y nadie leyese un libro más de los pocos que ahora se escriben interesantes, aún quedarían décadas y siglos de gran literatura que (re)descubrir, una ingente herencia que llevaría varias vidas conocer y completar, por lo que tampoco pasaría nada. Si ahora mismo la máquina editorial se detuviese en seco, la literatura no sufriría en absoluto. Es más, algunos que no leemos prácticamente nada de lo que se considera novedades, casi lo agradeceríamos, porque el interés mediático volvería quizá a poner el foco en obras valiosas.

Esperemos que no suceda, porque vivir sin literatura es imposible. Para algunos es la verdadera razón de la existencia, y lo que da algo de sentido a seguir adelante. Reencontrarnos en la ficción es reencontrarnos en la libertad, la única que existe, la única verdadera, duradera, invulnerable. Y cuando te sabes libre, porque has accedido a algunos de los ejemplos más superlativos de la ficción, ya no tienes miedo a nada. Te das cuenta, incluso, de que la muerte carece de importancia, porque la ficción más valiosa la trasciende incluso a ella, te hace parte de un mundo al que ni los siglos, ni el paso del tiempo, ni la destrucción de las ideas es capaz de hacer mella. La ficción, la más bella de las mentiras, el más astuto de los juegos, existe ante todo para avisarnos de que nada significa nada, que nada es, y que la realidad puede llegar a doblegarse pero no la ficción. Es la ficción la que te doblega a ti, la que supone el desafío más importante a la inteligencia humana, a los dogmas, al miedo, a la naturaleza del hombre y de la mujer, en definitiva. Sin la ficción el ser humano no es nada, no haría falta que hubiese salido de la caverna.

3 respuestas a “Vivir sin Literatura”

    • Hola, JJ!

      Puff, poquísimos. Español no se me ocurre ninguno ahora mismo. De Estados Unidos aún viven McCarthy, Delillo y Pynchon, además de Max Brooks, que escribió el magistral ‘Guerra Mundial Z’. También James Ellroy…

      De Europa… pues sería tirar una moneda al aire. Ahí están Ian McEwan y Kazuo Ishiguro…Svetlana Aleksiévich…muy pocos más.

      Esta pregunta que me has hecho es para deprimirse ya del todo.

      Un abrazo!

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