Hace algunos meses escribí un texto sobre lo sobrevalorada que está la felicidad en muchas situaciones, y hoy me dispongo a explicar lo que para mí es lo más parecido a la felicidad, porque a veces creo que la rozo, que la percibo cerca, y aunque suele ser la sensación más fugaz que se puede experimentar, quizá precisamente por ello, por ese carácter fugaz, es que soy capaz de verla, de percibirla, y si durase cinco segundos más esa sensación se evaporaría y perdería todo el sentido. Sería algo más parecido a una ensoñación o al falso recuerdo de una felicidad pasada. Pero la felicidad siempre es presente, nunca pasada, al igual que la esperanza es futura, nunca presente.
Y la felicidad de la que hablo me consta que la comparten los pintores, los músicos, los escultores, los diseñadores, y posiblemente menos los directores o actores. Es la felicidad del tiempo para componer y del soporte necesario para componerlo. En otras palabras, la euforia, el agradecimiento a los dioses, de tener una página en blanco y tiempo para llenarla con tus obsesiones. Eso implica, también, la infelicidad y la angustia al no disponer de ello. Y por supuesto conozco otro tipo, u otros tipos de felicidad, en este pandemónium al que llamamos vida y que tantas veces carece del menor sentido, y todos ellos tienen que ver con la contemplación o la euforia estética, con el acceso a una ficción desde la posición de espectador o lector y no desde la del creador.
Me refiero a ese zambullirnos en la visión de un artista, ya sea pintor, escultor, escritor o cineasta, en los casos en los que sabemos, en los que estamos seguros, de encontrarnos ante un gran creador. Es la misma euforia que me consta que experimentan los seguidores de ‘Star Wars’ acerca de ese universo, y que con cualquier aspecto relacionado con él, ya sea su música, sus personajes, sus diseños, sienten una gran afinidad. Pero en el caso de algunos, creo que tal cosa sucede con la obra de los más grandes creadores. Y quizá por eso no sea propicio hablar de felicidad, y tampoco de enamoramiento. El término afinidad también le queda muy pequeño. Es algo parecido a una fiebre, a una obsesión, la que experimento por ejemplo cuando me adentro en un mundo gótico, o en un mundo de aventuras, con su aspecto y su configuración muy acusadas, muy determinadas, y me preparo para descubrir sus reglas y sus criaturas.
Claro que muy pocas veces esos mundos abigarrados y supuestamente personalísimos están articulados de una forma narrativa interesante… pero cuando también lo están, cuando nos encontramos ante un Faulkner o un Mann, cuando damos con Rich Corben o un Buscema, cuando tenemos delante ‘El padrino’ o ‘Apocalypse Now’, en definitiva cuando obtenemos una obra esférica, perfecta, que supone un reflejo exacto de la visión del mundo por parte de su creador, y una fermentación nítida de sus obsesiones y sus interioridades más oscuras, ahí la felicidad dura un poco más, y cuando eso sucede es otra cosa: es clarividencia. La que tuve por ejemplo al leer ‘El juego de los abalorios’ de Hesse, una obra capaz de ampliar la mente incluso de un erudito, o la que tengo cada vez que vuelvo a ver ‘Fanny y Alexander’ o ‘Persona’. La de que estoy entrando en otro mundo, en otra galaxia, demasiado parecida a la nuestra pero no igual, y cuyo aspecto me parece el más idóneo para quedarme allí incluso después de haberlas leído o de haberlas visto.
Pero toda esa euforia no es nada comparado a cuando una vez más dispones de una tarde, y tus migrañas o tus dolencias de la clase que sean no son lo suficientemente paralizadoras, y el ruido de los vecinos es soportable, y tienes que continuar con aquello que estabas escribiendo, o tienes que escribir sobre aquella película que te fascina y sobre la que nunca hablaste, o tienes que intentar dejar por escrito en un ensayo tus ideas acerca de crear, o de escribir, o de una felicidad que se te escapa entre los dedos porque hay tan poco tiempo, y las energías son tan justas a veces, y la mente muchas veces no te ayuda, muchos días, a escribir el mejor trabajo posible.
5 respuestas a “Lo más parecido a la felicidad”
Esta claro que un erudito cómo tú siempre tiene tiempo, y si no lo saca de donde no lo hay, para plasmar tus pensamientos y crear un universo diferente. Además siendo tan concienzudo y perfeccionista se que vas a dar lo mejor de ti, incluso en las peores circunstancias, sacando fuerzas de donde no las hay para todo tu público.
Buenas reseñas en tu artículo. Me quedo con el libro que comentas para echarle un vistazo.
Cómo siempre, un verdadero placer leerte
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Gracias, pero yo la verdad de erudito poco… o nada. Y tampoco lo pretendo.
Yo sólo me contento de tener salud y ganas de contar cosas.
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Bueno, quienes tenemos la suerte de poder leer tu obra, tu blog, tus apuntes y reflexiones sabemos que eres un verdadero entendido en la materia y una persona humilde que, desde su punto de vista, intenta enseñar, sin buscar fama o gloria, aunque a todos nos gusta que nos adulen y reconozcan nuestros méritos.
Tener salud es fundamental porque sin ella no tenemos nada.
Agradecidos por tener la oportunidad que quieras compartir con nosotros tus ganas de compartir reflexiones y pensamientos
Un saludo
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Joder muchas gracias! Me subes la moral con comentarios como ese
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De nada hombre. Gracias a ti por tener un blog tan interesante del cual uno aprende una barbaridad. Y lo mejor: que muchos lo pensamos.
Dios te otorgue salud para seguir disfrutandote.
Un abrazo
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