Fundamentos críticos ante una obra narrativa (I)

La mayoría de las personas, puede que cuatro de cada cinco, leen una novela o un cuento, o ven una película, lo hacen por hacer cualquier cosa, por entretenerse, por estar a la moda o por matar el tiempo. Pasan ante ello, ante ese fenómeno con el que se topan o al que la sociedad de consumo les impele, como las vacas pastando ven pasar el tren… desde un punto de vista intelectual, aunque puede que desde un punto de vista emocional se vean impelidos por aquello que les cuentan o que es la base argumental de esa obra narrativa. Y es normal que así sea. Para ellos una película o un libro es algo del mismo valor que un programa de televisión y le piden lo mismo. Para otras personas, puede que una de cada cinco, ese fenómeno narrativo no es un divertimento sin más, sino que posee otros alicientes, intelectuales, filosóficos, estéticos o conceptuales. Son esos aficionados que se preguntan por qué los «expertos» o los «entendidos» puntúan con cinco estrellas a esa película tan aparentemente «rara» o a esa novela tan aparentemente «aburrida». ¿Qué se están perdiendo? ¿Cuáles son los fundamentos teóricos y críticos a los que hay que atenerse para valorar adecuadamente una obra, si es que existen? ¿Son universales?

Más aún, se preguntan si esos valores estéticos o narrativos de las novelas o las películas son objetivables o si todo es más bien cuestión de gustos. Y sobre todo se preguntan, creo yo, cómo acercarse a una obra narrativa y con qué mimbres juzgarla, cómo separar el grano de la paja y luego poder argumentar por escrito esa selección. Y esa es una de las cuestiones más peliagudas que todo espectador o lector cualificado debe enfrentar, sobre todo si pretende escribir sobre ello y ganarse un nombre en el proceloso mundo de la crítica… o aunque sólo sea para saber elegir y no perder el tiempo con tonterías. Saber valorar y saber elegir se convierte, para un espectador/lector exigente, en una verdadera quimera en estos tiempos que corren en los que la oferta de títulos, en cualquier soporte, es abrumadora. Pero si tenemos que empezar por alguna parte es por diferenciar la reseña, la crítica y el análisis. Y también sería necesario diferenciar teoría, historia y crítica, me parece a mí.

Reseñas – Críticas – Análisis

La reseña es un comentario breve, de unas pocas líneas, en las que con rapidez y contundencia se valora la obra en cuestión. Un ejemplo sería lo que yo tengo en el Archivo de Mini Críticas que algún día, cuando tenga tiempo, seguiré completando.

Una crítica es un comentario extenso, de varios párrafos, en los que se pondera y se argumenta, si se puede, cuando se puede o se sabe, sobre los valores o los defectos de una obra literaria o cinematográfica, buscando percibirla en su globalidad pero también en sus partes. Un ejemplo sería también lo que yo hago en Cinema & Letras.

Y un análisis sería un texto más largo, como un ensayo monográfico sobre una obra en completo o una serie de obras, que puede abarcar varias o muchas páginas. Eso no es una crítica, sino un estudio en profundidad, como lo que he desarrollado yo en Francis Ford Coppola: Príncipe de las tinieblas.

Ahora bien, para llevar a cabo una crítica, corta o larga, e incluso para escribir un ensayo (dejemos fuera las sentencias tuiteras en las que se habla de un plano o de una secuencia en cuestión como si eso fuera un argumento, cuando en realidad no es más que una idea no desarrollada…) sería bueno disponer de una teoría sobre el cine o sobre la literatura. Y tener una teoría no significa tener presente la historia de la literatura o la historia del cine y aplicarlo al texto, es decir ser un estudioso o un erudito de la historia, sino disponer de unas bases teóricas en lo estético y en lo conceptual. Y para eso es muy importante la originalidad y la formación, alguna clase de formación, en narrativa en particular, y en arte en general. Algunas mentes privilegiadas no necesitan ninguna clase de formación (o eso creen ellas, en algunos casos), pero a la literatura o al cine se llega aprendido. No se puede simplemente pretender valorar, por ejemplo, ‘El Quijote’ sin haberse sumergido debidamente en literatura, y haber quedado allí en remojo durante unos cuantos años.

Pero al hilo de textos como ‘El Quijote’, es importante resaltar el hecho de que algunas obras están fuera de todo comentario crítico o analítico. En otras palabras, que hacer ahora mismo una crítica de ‘La divina comedia’ o de ‘El Quijote’ puede ser, y de hecho es, una verdadera impostura a menos que se tenga algo original que decir de ella, algo poderoso que decir de ella, y eso es muy complicado. Enseguida se percibe quién es el advenedizo que no pinta nada en esto de escribir un texto sobre una obra narrativa, y quién tiene fundamentos teóricos sobre poesía o narrativa. Es terrible y bastante patético encontrarse con individuos (yo me he encontrado con unos cuantos, para mi desgracia, e incluso he trabajado con ellos) que no poseen la menor formación ni la menor base teórica, y que se lanzan a escribir críticas sobre cine, por ejemplo, en medios bastante leídos, demostrando no sus gustos, sino sus carencias y su enorme ignorancia. Para hacer crítica literaria o cinematográfica es fundamental disponer de una teoría previa en la que sostenerse, unas ideas bien desarrolladas, originales y coherentes.

Rasgos esenciales a la hora de criticar

Y de coherencia hablamos. Uno de los rasgos más importantes a la hora de ponerse a construir un corpus crítico, siquiera a la hora de puntuar tres mil películas en filmaffinity, es la coherencia. Un crítico jamás va a poder comentar, ni siquiera puntuar, todas las películas de la historia del cine (por mucho que él quisiera o le gustaría), pero a la hora de puntuar o de comentar tres mil u ocho mil de ellas, sería deseable una cierta coherencia. No tiene ningún sentido puntuar con un 7 a ‘Predator’, por ejemplo, si vas a ponerle un 4 a ‘Titanic’, como no lo tiene darle un 3 a ‘Nostalghia’ de Tarkovski, si luego le vas a ponerle un 9 a ‘Gritos y susurros’ de Bergman. Y en el caso de tener algún mínimo de coherencia, vas a tener que argumentarla. Se trata de elegir bien el grupo de títulos que vas a defender, que vas a elegir como «los tuyos», los que representan tu forma de entender el cine o la literatura. La incoherencia de fondo es un sinónimo de impostura, y muy probablemente de capricho.

Otra impostura es sin duda el prejuicio. Demasiados comentaristas o aspirantes a serlo se dejan llevar por prejuicios o por el hecho de que un escritor o director les caiga a ellos bien o mal. Así sólo se retratan a sí mismos, y pierden gran parte de la coherencia, o toda, que hayan podido acumular a la hora de comunicar a los demás cuál es el grupo de obras que pretenden defender y cuál es el tipo obras que no les parecen interesantes. A mí hay muchos directores o novelistas que me caen mal, como por ejemplo Orson Welles o Gonzalo Torrente Ballester, por muchas razones, y me tengo que rendir ante su genio.

Por último es indispensable que un crítico no tenga preferencias estilísticas. Para él todos los estilos valen lo mismo. No es el estilo el que importa (aunque sin estilo no hay arte, esto es indiscutible), sino a dónde se llega o se puede llegar con ese estilo determinado. Existe un sector de la crítica que venera la novela francesa o el cine francés, y aunque no sea francés que posea esos rasgos minimalistas, o documentalistas, o realistas, y no soportan otro tipo de narrativa, hasta el punto de mostrarse parternalistas o perdonavidas con ella. También hay sectores de la crítica o del público que se siente muy atraído por el cine de género duro, como la ciencia ficción o el terror, y no soporta un cine más «intimista» o «artístico». No faltan los que tienen animadversión al cine chino, o al cine estadounidense, o a la literatura española, por ejemplo, por razones inexplicables, y tienen verdaderos problemas para valorarlas. Esas personas no sirven para escribir crítica. Están incapacitados para ello casi en su metabolismo.

Un crítico que se precie no tiene preferencias ideológicas o estilísticas de ninguna clase. No tiene una idea preconcebida de cómo han de ser las cosas, ni busca en aquello a lo que se enfrenta lo que él cree que debería tener. Se limita a mirar, a ver lo que hay, de forma neutra, y a que la obra le diga dónde situarla, ya sea francesa, española, china o estadounidense, de gran presupuesto o de cine «experimental» (qué expresión tan equívoca…). Es un forense que ha visto miles de obras y que está capacitado para decirte lo que hay en el interior de ellas y por qué. Si un crítico o comentarista o analista de cine o de literatura cree, esta convencido de, que la narrativa es un cuadrado, difícilmente va conseguir encajar ahí otras formas de narrativa que podrían ser triángulos, estrellas o círculos, por seguir con la metáfora. Un analista de cine serio no se deja cegar por lo que él cree que tiene que ser, sino que observa cómo son las cosas.

Esa cosa llamada narrativa

La Narrativa, de forma estricta, es un género literario conformado por el relato y la novela, corta o no. Pero la narrativa, como fenómeno humano, es mucho más amplia, más antigua, más compleja, más esquiva y en general más sencilla: es una forma elevada de comunicación. Otros dirían que simplemente es todo lo que tenga que ver con contar una historia, o con inventarse una historia, lo cual por supuesto también tiene gran parte de verdad. Pero nosotros, aquí, vamos a intentar entenderla como concepto, como suceso de la inteligencia y la sensibilidad humanas, y a la hora de ejercer la crítica, de valorar una obra narrativa, vamos a abrazar esa forma estricta de Narrativa a la que nos referíamos antes: un género literario, un relato. Si ese género se cuenta con imágenes, puede ser un cómic, o una película, simplemente, con sus reglas, y con sus propias limitaciones, como es natural.

La Narrativa se define, en primer lugar, por poseer un narrador, tanto en literatura como en cine. Ese narrador, claro, puede ser omnisciente, puede estar velado tras las palabras o las imágenes, o puede estar muy presente en la narración e incluso dejarse ver. Pero no hay Narrativa sin narrador. No hay que confundir al escritor o novelista con el narrador.

Todo esto pueden parecer obviedades pero no lo son. Viendo cómo está el panorama, desde luego no lo son.

En segundo lugar, en la narrativa hay personajes. De igual forma que no hay arte sin estilo, no hay narrativa sin personajes. Una narración cuenta algo de alguien, de forma obligada. No es un canto, ni un soneto, ni un reportaje, ni una canción al viento. Es posible que el personaje o los personajes sean también el mismo narrador o narradores.

En tercer y último lugar, una narración está contada en un espacio y un tiempo determinados. Un tiempo y un espacio narrativos. El concepto de tiempo, sobre todo, es crucial en la Narrativa, porque el tiempo, es decir la causa y efecto, es lo que convierte a la narración en algo verdadero, en una segunda realidad para el lector/espectador.

Hay más elementos, por supuesto, y algunos bastante importantes (como iremos viendo), pero estos son los tres cruciales, y son tres elementos ante los que el 95% de los críticos-comentaristas-analistas no se detienen prácticamente nunca, para sorpresa de los que nos tomamos este tema en serio. Centrarse, en un comentario de una película, en la conformación de un plano, o en un libro en una frase determinada de un párrafo, sería como hablar de determinado arpegio en una sinfonía, que a su vez encaja con una voz del coro de otro fragmento de la obra. Un sinsentido total, centrarse en un árbol que nos impide ver el bosque.

Valga todo esto de muy somera introducción a los fundamentos críticos ante una obra narrativa. Iré profundizando mucho más en sucesivas partes (que espero que no sean más de tres o cuatro… pero todavía no lo tengo claro), con las que espero explicar (y explicarme a mí mismo por escrito de una vez), cuáles son mis métodos de análisis y crítica, que en ningún caso están basados en un gusto, en un capricho o en una filia o fobia personal, sino en bases teóricas y estéticas bien consolidadas. Yo creo que va a valer la pena el viaje.

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