«La situación de un hombre de nuestra sociedad que pretendiese descubrir una obra de arte verdadero entre la masa de obras que quieren pasar por artísticas, se asemeja a la de uno a quien condujesen, durante dos leguas, a lo largo de una calle, cuyo pavimento fuese de mosaico de pedrería artificial, y quien quisiera reconocer el único diamante, rubí o topacio verdadero que él suponga poderse encontrar entre aquel millón de falsificaciones.»
Leon Tolstoi en ‘¿Qué es el arte?’
Durante unas cuantas semanas dediqué mis energías a escribir un larguísimo ensayo sobre el que yo pienso es el cineasta más importante de la historia del cine de EEUU, Francis Ford Coppola, en el que, como no podía ser de otra manera, me detuve a lo largo de muchas páginas en lo que significa la trilogía ‘El padrino’ y en las razones por las que estoy convencido de que es la cima del cine de ese país (cima compartida con ‘Apocalypse Now’ y ‘The Conversation’). A esas páginas de análisis añadí las críticas ponderadas de las tres películas en mi página Cinema & Letras. Pero a veces me pregunto si verdaderamente di las razones, o mejor dicho, las expliqué por escrito de tal manera que quedasen no sólo meridianamente claras incluso para aquellos sin la menor formación narrativa, audiovisual o literaria, sino sobre todo para los que tengan algún tipo de conocimiento práctico o teórico del cine. Y hay días en los que no tengo más remedio que decirme a mí mismo que no, que no lo conseguí. Y si lo conseguí fue en momentos muy parciales, o con ideas muy puntuales.
Leyendo el magnífico ensayo de Tolstoi ‘¿Qué es el arte?’ (facilitado por mi buen amigo Javier Gallego, que tiene la buena costumbre de pasarse la vida mandándome textos muy interesantes…), además de volver a encontrarme con la erudición y el enorme poder analítico del ruso que ya me cautivó en su invectiva contra Shakespeare, me reafirmo en el hecho, incontestable y frustrante, de la dificultad de establecer valores no ya absolutos (lejos estoy yo de querer establecer sentencias), sino materiales. Es decir, de dejar por escrito hechos objetivos acerca de una obra de arte cinematográfico, como por ejemplo en el caso de ‘El padrino’, sobre todo en este caso en el que además intento demostrar su absoluta superioridad en el cine estadounidense. Porque más allá de gustos, de filias y fobias, de manías o de preferencias, si defiendo tales ideas y quiero ponerlas por escrito, me encuentro en la terrible tesitura de parecerme, a veces, a esos que encumbran a tal o cual artista simplemente porque a ellos les gusta, sin dar verdaderas razones, sin proponer ideas originales y contundentes, basándose en el «yo opino» o en el «para mí». Porque una cosa es tener las ideas muy claras en la cabeza, y otra muy distinta dejarlas por escrito.
Y no es cuestión de querer demostrarle nada a nadie, ni de imponer mis razones, ni de proclamar a los cuatro vientos cuántas cosas sé y cómo puedo propugnarlas, sino de demostrarme a mí mismo que mis ideas son válidas, de defenderlas en público y de establecer una teoría sobre el arte en general, y en este asunto sobre el cine en particular, que me sirva a mí de base teórica y de fundamento analítico a la hora de enfrentarme a mi trabajo crítico y a mis esfuerzos como novelista y narrador. Por eso cuando tengo ocasión de hablar con alguien sobre cine, y esa persona me asegura que opina que ‘El padrino’ es de lo más grande que se ha hecho, no tengo claro si de verdad tiene razones para pensarlo o si bien se deja arrastrar por la opinión de la mayoría. Porque es ‘El padrino’, la primera película y la trilogía al completo, uno de los fenómenos mediáticos más arrolladores de la historia del cine, y es convocar sus imágenes y que hasta el más ignorante en estas cuestiones esté completamente seguro de que se trata de cine de gran calidad, aunque a él o ella realmente no le interese o no le llame la atención. Es lo que se dice un tótem, y nada más peligroso que lo totémico en arte, pues nos trae el eco de lo falsario, de lo unánimemente aceptado como tal de manera acrítica, y por tanto susceptible de ser una falacia.
Cuando esa persona aleatoria a la que me refiero, u otra cualquiera, me dice además que ‘El padrino’ es probablemente la trilogía más importante sobre la mafia, y a su vez existen otras importantes trilogías que quizás estén a su altura (argumento que he escuchado decenas o incluso cientos de veces), como la inicial de ‘Star Wars’ en la space opera o ‘The Lord of the Rings’ en la fantasía épica, o la de ‘Matrix’ en la sci-fi y el cyberpunk, vuelvo a pensar que hay todavía muchas cosas por demostrar y regreso a mi necesidad personal de defender mis ideas de la mejor manera posible para quizá así influir (porque nadie debería tener la menor duda de que lo que todos queremos es influir en los demás) a mi interlocutor y hacerle ver que más allá de gustos personales, muy respetables (o no…), existen cuestiones materiales, objetivas, que van más allá de los géneros, de los prejuicios o de puristas cinéfilos. Eso sin entrar en el hecho de que desde hace décadas pareciera que a ciertos aficionados al cine el hecho de encontrarse con una trilogía de cualquier tipo ya le induce a considerarla como algo a valorar.
Mi posicionamiento en este tema me parece que es bastante claro: no se debe valorar un material narrativo por el marco, sino por la forma y la densidad conceptual. Dicho de otro modo: que ‘El padrino’ sea etiquetado como un drama (expresión bastante equívoca por otro lado), que además viste galas de tragedia (más griega que shakesperiana, en realidad) parece, a ojos de muchos, mucho más elevado por el mero hecho de pretender serlo, que una película sobre artes marciales y mundos apocalípticos como ‘Matrix’ y sus secuelas, o una historia sobre el mundo de fantasía, de luz y oscuridad, de Tolkien. Aún así muchos están más que dispuestos a defender que ‘El señor de los anillos’ o ‘Matrix’, como sagas, son tan importantes en su género, como ‘El padrino’ lo es en el suyo. Pero en realidad, el hecho de que ‘El padrino’ se sustente en una tragedia o que sea un filme ambicioso, de autor, o con un público objetivo más exigente, no es lo que la sitúa por encima (en realidad, muy por encima) de creadores tan poco interesantes como los Wachowski o tan toscos como Jackson.
Pero olvidémonos de las trilogías: el cine de Estados Unidos se hace mayor con la primera película, con ‘El padrino’, en 1972, porque entre otras cosas funde en su narrativa los avances técnicos de su tiempo y los vientos de modernidad europeos para eclipsar prácticamente cualquier logro anterior, especialmente los alcanzados en el seno de Hollywood, con la única excepción de Orson Welles. Nunca hasta la fecha, ni Billy Wilder, ni Howard Hawks, ni John Ford, ni Alfred Hitchcock, ni por supuesto otros luminarias inferiores a eso, lograron con hacer algo de esta categoría, por no nombrar ‘La conversación’, ‘El padrino, parte II’ y ‘Apocalypse Now’. Con Coppola la narrativa cinematográfica abandona el territorio de la ilusión, de la ensoñación ideológica del final feliz, en el que Estados Unidos (y en general el mundo anglosajón) representan la salvación de la moral mundial, ese supremacismo teñido de ficcionalidad, según la cual ellos vencen, pase lo que pase, pues son los amos de la historia y prácticamente el pueblo elegido. Tal cosa se termina con ‘El padrino’, trilogía, que es la crítica más feroz de todos y cada uno de los estamentos constitucionales y de esa sensación de ser el mejor país y la mejor cultura del planeta.
Nunca, ninguno de los llamados grandes maestros estadounidenses, ni los anteriores ni por supuesto los posteriores, han escrito y filmado algo como esto. ‘El padrino’ es la metáfora más perfecta que se ha construido sobre el papel de EEUU en el mundo, su carácter corrupto e invasor, su capitalismo salvaje y sin fronteras, su adueñamiento de culturas e identidades extemporáneas. Y nunca, ni Ford, ni por supuesto Hitchcock, ni Wilder, ni Hawks, han dirigido actores como estos, ni les han exigido tanto, ni han podido crear personajes como Michael Corleone, Fredo Corleone, Connie Corleone, el propio Vito Corleone. Ni siquiera han podido crear un personaje como Tom Hagen o Kay Adams. Y no ser capaz de ver esto, no poder distinguir el arte falso del arte verdadero, es el gran problema de este tiempo y de cualquier otro tiempo, y es obligación de aquellos que sí podemos el ayudar a otros. Si la literatura es primero griega, luego romana y finalmente española, esa corriente literaria, la más importante del planeta, se hace cine en manos de Coppola, que no fija su canon en Shakespeare ni en la anglosfera, sino en Sófocles, en Plutarco de Queronea y en Cervantes, pues al igual que el Quijote choca contra el mundo por su idealismo y muere, Michael Corleone hace lo mismo, perdiendo su inocencia y su idealismo ante los embates del destino, y muriendo desengañado, de la misma forma que el espectador es desengañado por esta trilogía.
Al final parece que sí se pueden demostrar algunas cosas con argumentos. Porque ni toda la malicia de Wilder, ni el romanticismo de Ford, ni el voyeurismo formalista de Hitchcock pueden competir con esto. ¿Qué personaje han creado comparable a un Fredo Corleone? ¿Ethan Edwards? ¿C.C. Baxter? ¿Scottie? ¿Qué secuencia hay en la carrera de esos directores comparable a la secuencia de la ópera en ‘El padrino, parte III’? Que me digan una. ¿Qué grupo de actores superior a estos? ¿Qué conjunto de avances técnico-narrativos? Es mirar la lista de ganadores del Oscar a mejor película y encontrarse con ‘El padrino’ y exclamar ¡ahí!. Ahí fue cuando el cine de Estados Unidos empezó a andar de verdad, a codearse con gente como Akira Kurosawa, Ingmar Bergman, Andrei Tarkovski o Luis Buñuel. Tuvieron su oportunidad con Welles y tras unas pocas películas le dejaron marchar. Entre estas dos cimas, Welles y Coppola, el cine más prosaico, inane, autoindulgente y falaz del mundo, salvo raras excepciones. ¿Puede alguien argumentar en contra… poner sobre la mesa una sola idea (en forma de títulos, claro está) que contradiga esta?
4 respuestas a “¿Puede demostrarse la supremacía de la trilogía ‘El padrino’?”
¡BRAVOOOOO!
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Está claro que la trilogía El padrino es la mejor trilogía de películas de la historia aunque hayan grandes películas en cuya tercera parte no rivalizaron por poco. Hablo de El señor de los anillos, Alien o Terminator. Con Matrix, peliculón donde los hayan, sus secuelas son muy inferiores a la principal aunque se disfruten.
Lo dicho, gran artículo
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Muchas gracias, hombre. No opinamos lo mismo de El señor de los anillos o matrix, me temo
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Hay que estar abierto de miras. Se que algún día lo verás con otra objetividad. De todas maneras, coincidimos con Terminator y Alíen
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