Lo primero que me gustaría decir es que no entiendo a esos escritores que se tiran tres o cuatro años para escribir una novela. No digo que sean malos escritores, por supuesto que no… probablemente puedan ser mejores escritores que yo, pero me parece muchísimo tiempo. Hablo de escritura efectiva, es decir, estar tres o cuatro años tecleando la novela, escribiendo el texto en sí, no pensando o tomando notas. Asombra todavía más cuando luego entregan una novela de doscientas páginas o de cincuenta mil palabras.
Hagamos una división: si has tardado tres años en escribir cincuenta mil palabras, es que has escrito al día (teniendo en cuenta que cada año son trescientos sesenta y cinco días, multiplicados por tres salen mil noventa y cinco días), una media de cuarenta y cinco palabras…que no es ni la décima parte de un folio normal. Esto es como cuando el Pérez-Reverte dice que está tres años documentando una novela… no me salen las cuentas. Claro, algunos dirán que luego vienen las reescrituras y las versiones sucesivas, etc… Ya, pero ¿cuántas versiones? Ni aún haciendo diez versiones completas (es decir, escribiendo cuatrocientas cincuenta palabras diarias), me salen las cuentas. ¿Un folio al día? Eso no es escribir, me parece a mí. Todos esos que dicen que han estado tres o cuatro años escribiendo una novela, o una serie de novelas, están mintiendo con tanto descaro como el Pérez-Reverte cuando habla de documentarse. Si al menos luego presentaran una novela de mil folios, o de medio millón de palabras, o una obra maestra incontestable de la literatura, tendría algo de sentido.
Esto viene a cuento de esa imagen romántica que todavía se tiene del escritor, esa que el lector o el ciudadano corriente alberga de un individuo o individua que escribe «cuando le viene la inspiración», o «cuando le soplan las musas». Si eso fuera cierto, sería normal que para escribir cuarenta mil palabras bien escritas se tardasen varios años. Pero el caso es que no es cierto. Uno no puede escribir cuando está inspirado, o cuando tiene ganas, porque en ese caso no escribiría jamás. Uno escribe porque no tiene más remedio, y escribes todos los días, tengas inspiración o no, tengas jaqueca o te sientas físicamente pletórico, estés cansado o hayas dormido tus ocho horas del tirón. A menos que físicamente estés incapacitado para escribir ese día (porque te has roto una mano, porque tienes cuarenta de fiebre, porque se te ha estropeado el ordenador…) vas a escribir con o sin inspiración.
Claro, lo suyo sería escribir inspirado, para hacer el mejor trabajo posible, para que tantos días y tantos meses de trabajo no se vayan en balde. Pero eso… ¿cómo se hace? Pues cada uno se tiene que buscar las castañas, como se suele decir. Algunos, afortunados, se inspiran a medida que escriben, pero otros no. En mi caso, que es un caso particular y que por supuesto no puede extrapolarse a otros escritores porque cada cual es un mundo, obtengo inspiración directa de la música e indirecta de imágenes tales como dibujos o fotografías, casi nunca o nunca de películas. ¿Y por qué es así? No tengo ni idea, pero así es. Y cuando digo que la música me inspira de forma directa es que me basta escuchar algunos temas conocidos o algunos otros que de pronto me encuentro y que nunca escuché, para imaginarme situaciones, acontecimientos o secuencias enteras, y cuando digo que ciertos dibujos o fotografías me inspiran de manera indirecta es porque a veces contemplándolos puedo configurar mejor el tono, el ambiente y la escenografía de grandes lugares imaginarios, o puedo meterme en la atmósfera de determinados momentos con mayor facilidad, e incluso si es el dibujo o la fotografía de un personaje, puedo tomar algunos de sus rasgos, o todos, para crear un personaje que a partir de entonces será mío.
En mi opinión los que dicen que sólo escriben cuando están inspirados, lo que quieren decir es que escriben cuando les apetece, algún día de vez en cuando que les viene bien. Y ese día escriben a lo mejor quince o veinte páginas, seis o siete mil palabras, y luego pasan varios días sin escribir nada, hasta que les viene la inspiración. De esa forma, bajo mi punto de vista, tardas mucho en terminar una obra, demasiado, sobre todo si es ambiciosa y extensa. Lo duro de escribir es que son meses escribiendo todos los días, de lunes a domingo, zambulléndote en la historia y los personajes, sin pensar casi en otra cosa. Y cuando por fin terminas puedes estar otro mes o mes y medio corrigiendo y mejorando el texto lo mejor que puedes. Y en ese arduo proceso puedes llegar a estar inspirado diez o doce días. En muchos casos son suficientes para hacer honor a esa razón a veces inexplicable que te lleva a ponerte a escribir esa novela, y ninguna otra, y a hablar de esos personajes, y no otros.
Y ojalá esa razón, amigo escritor, no sea vender más libros, porque en ese caso ya te digo que tienes todas las papeletas para que, en efecto, esas semanas y esos meses sí hayan pasado en balde.
11 respuestas a “Inspirarse para escribir”
Lo que es una verdadera inspiración es tu tesón y constancia para lograr tu objetivo, y no es otro que escribir libros. Se que algún día tendrás el reconocimiento que te mereces.
Mientras tanto, nos deleitamos con todo lo que escribes y nos aportas a todos los que te seguimos con devoción.
Sigue así. Es un verdadero placer leerte
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Muchas gracias, hombre! Con lectores como tú da gusto…
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De nada hombre. Somos muchos tus seguidores
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Hola Adrián,
Este tema, sobre la rutina y cómo cada persona la vive, en especial aquellas con inclinaciones creativas, es una cuestión que me interesa muchísimo porque te ayuda a concebir diferentes maneras de vivir el día a día (que no «aprovechar», palabra demasiado mercantilizada) a la vez que uno da forma a la suya propia.
En su día leí un libro que trataba exactamente sobre esto y que te dejo por aquí por si es de tu interés: https://books.google.es/books/about/Rituales_cotidianos.html?id=2ibYDwAAQBAJ&printsec=frontcover&source=kp_read_button&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false
Estaría genial que un día nos hablases de la tuya dentro de lo públicamente posible, porque estoy convencido de que casaría perfectamente con muchas de las que aparecen en ese libro. Por lo demás, estoy totalmente de acuerdo. Como dijo Picasso, «la inspiración existe, pero tiene que encontrarse trabajando».
Un saludo.
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Hola, JJ! Me alegro que te interese. Es que es un tema apasionante…
Te haré caso y le daré una vuelta a ver qué cosas puedo ir dejando. Y el libro lo leeré por supuesto.
Gracias!!
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Actualizo con la nueva versión de Currey sacó del libro en el que también incluyó mujeres: https://books.google.es/books?id=gCfYDwAAQBAJ&printsec=frontcover&dq=mason+currey&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwi_qc7DoN_vAhUNCRoKHbxKCUUQ6AEwAHoECAQQAg#v=onepage&q&f=false
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Vale, tomo nota.
No lo conocía y pinta interesante
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La rutina de trabajo de cada escritor es un gran misterio. No depende tanto, en principio, de la capacidad de organización, ni siquiera de saber en qué dirección va la historia y los personajes, como en algo más intangible. En «La vista al maestro» de Philip Roth se habla de «darle vueltas a las frases». Ese concepto tan poco terrenal viene a ser la base sobre la que los escritores se demoran o no a la hora de terminar sus obras. Depende mucho de la cantidad de «vueltas que le des a la frases».
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Sí, eso es una gran verdad, cada escritor es un mundo.
Muchas gracias por tus comentarios!
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Houllebecq, que a diferencia de ti es escritor y no multiplica ni divide por 365, dice en El mapa y el territorio: «… siempre se puede tomar notas, tratar de llenar renglones de frases, para emprender la escritura de una novela hay que esperar —esperar, Adrián, esperar; no se sabe cuánto tiempo— a que todo se vuelva compacto, irrefutable, hay que esperar —en el blog haz lo que quieras, Adrián, pero si quieres aprender a escribir, tienes que esperar— a que aparezca un núcleo de necesidad. Había añadido que uno mismo nunca decide la escritura de un libro; un libro, según él, era como un bloque de hormigón que se decide a cuajar, y las posibilidades del autor se limitaban al hecho de estar allí y esperar… ». No te enteras. No des lecciones, hombre.
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Hola, 921kibu
Seguimos con esa animosidad tan poco saludable. Háztelo mirar, que siempre vienen de complejos mal curados, y es estéril, no me despierta más que una sonrisa de conmiseración.
Y si te parece que en este artículo estoy dando lecciones de algún tipo, además has de ir al oculista.
Por otra parte tomar como ejemplo a un escritor tan deleznable como Houllebecq, autor de paridas como ‘Las partículas elementales’ o ‘Plataforma’, dignas memeces literarias de una Europa enferma de libros-basura, dice mucho de ti.
La próxima vez que no estés de acuerdo conmigo en algo (aunque como suele pasarme contigo, todavía no sé en qué estás en desacuerdo) supongo que traerás los afilados comentarios de cineastas tan célebres como Gaspar Noe o Albert Serra, o las profundas ideas de un Javier Cercas o un Antonio Muñoz Molina.
Esperar no se sabe por cuanto tiempo… Desde luego, Houllebecq y sus seguidores, como tú por ejemplo, no sabéis por cuánto tiempo hay que esperar, y por no saber no sabéis ni siquiera dejar un comentario decente en un blog ajeno. Este escritor y muchos como él, así como la gente que les lee, están llenos de ideas tan «luminosas» como esa.
Esperar espero, sí… a que me pongas un comentario con un mínimo de sentido común y de cortesía, aunque me parece que con personas como tú es una quimera.
Cuídate y que tengas una buena tarde.
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