¿Qué diablos es el arte?

El problema del arte… Llevamos siglos preguntándonos qué problema es ese, qué es el arte, para qué sirve. Y para responder a esa pregunta se han lanzado cientos o miles de luminarias, algunos tan cargados de razón como Tolstoi o Wilde, con sus luces y sus sombras, y otros haciendo lo que buenamente pueden, muchas veces embrollando más el asunto. Pero el arte, aunque mucha gente lo considera asunto para eruditos o artistas, acaba interesando a la mayoría de la gente, y muchos hoy en día hablan de él como si lo conocieran a fondo y tuvieran todas las respuestas, aún sin tener la menor formación artística o ser simplemente blogueros sin nada mejor que hacer. De modo que hemos pasado de preguntarnos qué es el arte y para qué sirve a estar (algunos, demasiados…) seguros de lo que es sin siquiera tener una base teórica sólida con la que argumentar, pero en realidad si indagar en sus causas y en sus valores era algo arduo en los siglos XVIII y XIX, mucho más lo es ahora, en este mundo globalizado e hipertrofiado en el que nos ha tocado vivir…

Todo el mundo quiere o pretende o le gustaría ser un experto en arte, o por lo menos en una de las artes (sean las más nobles y bellas o las más bajas y discutibles), como si eso otorgara un estatus intelectual. Y todo el mundo quiere ser artista, o alguna especie de artista, como si eso le hiciera especial y diferente a los demás, como si le pusiera, quizá, por encima de una sociedad que raramente valora al arte o al artista. Y para el público en general, para el ciudadano medio, el arte es muchas cosas a la vez y al mismo tiempo ninguna de ellas… por lo general un pasatiempo para los fines de semana o las horas de ocio, o algo muy bonito y muy importante que debe estar en los museos o debe ser muy caro, o algo a lo que hay que visitar cuando se viaja a una ciudad extranjera (raramente la propia), o puede ser que cualquier cosa sea un arte, porque a fin de cuentas arte puede ser desde tejer un vestido hasta cocinar, y se llega a hablar del número de las artes, y del séptimo arte, y de las bellas artes, y de las artes más rudimentarias o artesanales, o de que el arte es para elitistas, o que el arte está muerto, o que es un negocio multimillonario con el que engañar a la gente en base a cuadros horrorosos, o que el único arte verdadero es la música porque no tiene fronteras ni necesita ser traducido, o que el arte es lo que está en un museo y tiene por lo menos quinientos años de antigüedad (o más), ya que «sólo el tiempo puede decirnos qué es arte y qué no». Pero también es que «el arte es verdaderamente inútil». Y muchas veces «el arte no hay quien lo entienda». El lío está servido.

En su magnífico ensayo ‘¿Qué es el arte?’, el siempre impresionante Tolstoi empieza de manera magistral, elaborando sus ideas en torno al arte falso, con lo que se puede estar bastante de acuerdo, pero luego termina diciendo que el arte es aquello que comunica a todos los hombres y les hace mejores. El arte no puede ser eso: sería demasiado bonito y demasiado fácil. Podemos estar de acuerdo en que es una forma de comunicación universal, pero demostrar que eso nos empuja al bien es algo harto distinto. Para el también magnífico Wilde, que casi siempre tenía razón en todo, el arte es por supuesto belleza, pero existe una diferencia entre el arte decorativo y el arte imaginativo (o bella arte): mientras el decorativo deja ver sus materiales (como el hilo en el tapiz, o la piedra en la vidriera) y esos materiales son parte de la belleza que despierta en quien la contempla, el arte imaginativo no deja ver su trabajo ni sus materiales, es bello de un simple vistazo porque está vivo, es un pedazo de vida incrustado en un cuadro, una escultura, un poema o una novela. Y podemos estar bastante de acuerdo, pero esta idea de Wilde necesita ser desarrollada.

Ahora bien, desarrollar ideas como esa, que tienen casi toda la pinta de andar en el buen camino… desarrollarlas, digo, en un mundo en el que la equidistancia, en el que la tiranía del gusto personal prevalece sobre imperativos de conocimiento, en el que todos opinamos como si al alguien le importase algo, y en el que todos tenemos el mismo valor (lo que significa que nadie tiene ningún valor) a la hora de comentar o de opinar, no es nada sencillo. Pero vamos a intentarlo… vamos a responder la maldita pregunta que reza ¿qué diablos es el arte?:

  1. El arte es (tal como dice Jesús G. Maestro) superior e irreductible a la cultura. La cultura es el conjunto de particularidades de un pueblo determinado, siempre teñido de ideología. Pero el arte no posee ideologías, tan solo ideas. No hace falta, espero, explicar la diferencia entre una ideología y una idea. El arte es por tanto un conjunto de ideas, que carece de frontera, que puede expresarse en cualquier lengua, y que no pertenece a un solo pueblo.
  2. El arte es también un conjunto de técnicas. Cuanto más refinada, especializada y concreta es la técnica requerida, más elevado será ese arte. Lo que cualquiera puede aprender en algunas semanas se denomina artesanía, y lo que algunos no pueden aprender ni en toda su vida pero otros aprenden sin necesidad de que nadie les enseñe, hablamos de arte.
  3. El artista podría definirse como alguien que pretende emplear un acervo de ideas y de conceptos, un conjunto de técnicas y habilidades, para crear arte, cualquier tipo de arte.
  4. La finalidad del artista, empleando ese conjunto de técnicas y habilidades, y creando ese acervo de ideas y de conceptos, es la búsqueda de la verdad, de su verdad, de la verdad del arte y de una verdad universal acerca del ser humano y de todo lo que le rodea. El artista ni siquiera es muy consciente, muchas veces, de aquello que está haciendo, y por eso necesita un crítico o traductor.
  5. El arte es, en definitiva, una creación al mismo tiempo individual y colectiva, personal y universal, un objeto o concepto o narración cerrado en sí mismo, que posee vida propia y naturaleza propia, que se expresa según sus propias reglas y las de su conglomerado artístico, que responde a la visión del autor, que ha de ser interpretado por un crítico para explorar su verdadera profundidad, que necesita del público para sobrevivir en el imaginario popular y que al final queda más allá de la comprensión o de la influencia del propio autor.

El arte es un fenómeno estrictamente humano, que surge de sus interioridades más insondables y de su visceralidad más epidérmica. El artista no puede evitar hacer arte del mismo modo que el asesino nato no puede evitar matar o el bromista nato no puede evitar hacer bromas aún a su propia costa. Todo, por supuesto, tiene que ver con la infancia, y con aquellas cosas que impresionaron y marcaron al artista, y también tiene que ver, cómo no, con su genética y con sus conexiones neuronales y con qué actividades son las que le son más propicias para expresar aquello que necesita y para indagar en aquello para lo que está diseñado. De tal forma escribirá, pintará, tocará el piano, esculpirá o hará cortometrajes, en un impulso imparable y en gran medida incomprensible para él, que nada tiene que ver con las aficiones o con cuestiones pragmáticas.

Sea como fuere, cuando nos hayamos extinguido quedará, si es que queda algo, como la prueba de que el ser humano trataba de comprenderse a sí mismo y de trascender su propia muerte, de trascender a los propios dioses y de averiguar su lugar en el universo, cantando y escribiendo y pintando todos juntos en esta esfera azul y blanca que flota alrededor de una estrella en otra de las infinitas esquinas de este incomprensible y silencioso universo.

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