Lenguado o procedencia dudosa

Una de mis escenas favoritas en esa película bastante digna que siempre fue ‘Demolition Man’ (Brambilla, 1993) –que sí, que podría haber estado mejor, sobre todo en su segunda mitad, y haber llegado más lejos, pero que tiene más cosas que ofrecer que otros filmes de su clase– es esa en la que el héroe, Stallone, pide una hamburguesa hecha en las alcantarillas, y después de empezar a masticarla le advierten que por allí no hay ninguna vaca, por lo que la procedencia de esa carne es dudosa. A su pregunta de qué tipo de carne es aquella, la cocinera le responde sin titubeos: «es carne de rata, señor». Pues a menudo me siento como ese personaje que advierte que por allí no hay ningún vacuno del que pueda proceder la carne.

A veces algunos me preguntan el por qué de mi animadversión a ciertos individuos que un día decidieron ponerse a escribir, emulando a sus héroes, ya fueran esos héroes Joseph Conrad, Herman Melville, Julio Verne, Stephen King o Alejandro Dumas, cuando al parecer, según dicen, no hacen daño a nadie, a mucha gente (incluidos críticos) les gusta y les convence lo que hacen, y yo quedo como algo así como un frustrado, o un envidioso, o un pedante… y otras cosas que nunca he entendido que me puedan llamar. Todo a cuento, claro, de que en cuanto tengo ocasión y me brindan la oportunidad, digo lo que pienso de «bestsellerados» como Arturo Pérez-Reverte, Juan Gómez-Jurado, Javier Castillo, Javier Sierra, Carlos Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones y gente así, como si a mí fuera a reportarme algo el decir lo que pienso de todos ellos (nada bueno, por supuesto), cuando quizá lo que me valdría es hacer lo que la mayoría de ellos: ganarme dudosas amistades, babosear en las redes sociales, escribir ordinarieces, llamar la atención con chorradas, y un largo etcétera.

Pero es que no me gusta que nos tomen por imbéciles, ni que se acepten las cosas sin más, sin luchar ni protestar ni hacer absolutamente nada. Yo lo veo de la siguiente manera: alguien, no voy a decir quién (porque tampoco lo sé con certeza) ha cogido el menú de la literatura, sea ésta alta literatura, literatura artística, o literatura de cualquier clase, incluso de la más deleznable, ha cambiado los precios, lo ha colgado en la conciencia popular (sobre todo la española) y la gente se lo ha tragado sin más. Recuerdo hace algunos años, quince o veinte, que a nadie en posesión de sus facultades mentales se le hubiera ocurrido calificar de buen libro a uno de Ken Follett o de Katherine Neville. Meros pasatiempos, sin más, de los que te compras en el aeropuerto o en la estación de autobús y que cumplen la misma función que el cómic de humor o la película insustancial que veías en el viaje. Bien, pues Ken Follett o Katherine Neville son verdaderos artistas de la palabra, verdaderos magos narrativos al lado de estos escritores patrios que he nombrado y muchos más, porque por lo menos aquellos no engañan a nadie, eso en primer lugar, y en segundo no entregan torpezas o naderías o idioteces a cambio de dinero.

Que escritores tan malos, tan incapaces de urdir bien un argumento, de escribir un diálogo en condiciones, de crear personajes creíbles y duraderos, de armar tramas con un mínimo de ingenio, de tener un estilo, una expresividad, una mirada, una personalidad, de desarrollar una prosa literaria que entronque de alguna manera con sus predecesores, sean tan leídos, y vendan millones de libros, y se hagan ricos, a mí la verdad es que me da lo mismo. Y quien no me quiera creer que no me crea. Para la mayoría de escritores (y para todos los nombrados sin excepción) eso de escribir consiste en firmar libros ante una cola, sentirte importante y atiborrarte de narcisismo, mientras desprecias a todo aquel que de verdad tiene algo que decir y que incluso te cuestiona. De verdad que me da igual que estén forrados. A mí lo que me jode son dos cosas: en primer lugar la arrogancia que despliegan allá por donde van (a veces disfrazada de una nauseabunda falsa modestia), y en segundo lugar que pretendan que ellos son los verdaderos escritores, ya que venden más que nadie y algunos (pseudo) críticos (es decir, la mayoría) digan que su trabajo es válido. En otras palabras: no solamente quieren copar las grandes superficies, ganar millones de euros y sentirse importantes, encima quieren convencernos de que sus libros son alta literatura y que se merecerían cualquier premio que les cayese, ya sea el Cervantes, el Nacional o el ser un académico de la lengua.

Y por ahí sí que no.

Además (si puedo añadir una tercera cosa) estos «bestsellerados» que encima quieren convencernos de que son buenos escritores, tienen la costumbre de opinar sobre todo y de crear opinión en los demás. Es decir son intelectuales. Es decir, son influencers. ¿A santo de qué? Pero el Pérez-Reverte y el Gómez-Jurado se pasan la vida opinando sobre absolutamente todo (arte, política, sociedad, cine, literatura, series, historia) como si tuvieran autoridad para hacerlo, sintiéndose refrendados por sus cientos de miles de seguidores en twitter y por ese desaforado narcisismo que parece hacer presa de casi cualquier escritor de éxito.

Pero ellos no son, nunca serán, LITERATURA. Primero porque no la entienden, segundo porque no la conocen, tercero por que no les interesa y cuarto porque nacieron incapaces de poder crearla. Pérez-Reverte, Gómez-Jurado, Castillo, Falcones, Zafón, Grandes, de Prada, Marías… toda esta panda, y unos cuantos más, son unos escritores PÉSIMOS. Y lo mejor de todo es que lo saben. Créame, amigo lector, lo saben. Cada vez que miran a uno de sus lectores, lo saben. Cada vez que les hacen una entrevista, lo saben. Cada vez que entregan un libro al editor, lo saben. Lo saben perfectamente, y lo saben todos los que de verdad conocen la literatura. Conocen la diferencia entre un lenguado y una hamburguesa del McDonald’s, la que existe entre Gonzalo Torrente Ballester y Pérez-Reverte. Lo saben perfectamente. Todos lo sabemos, pero no nos daremos cuenta hasta dentro de mucho tiempo, cuando comprendamos la vergüenza que supone haber encumbrado y haber hecho ricos y famosos y celebrados e influencers a estos individuos.

5 respuestas a “Lenguado o procedencia dudosa”

  1. Son malos y lo saben, pero para seguir en su falso pedestal, falso pero con jugosas ganancias deben actuar como si fuesen grandes literatos a fin de que al sistema que los promociona no se le noten las vergüenzas demasiado. Por otra parte ganan dinero y eso en nuestras sociedades neoliberales es lo que verdaderamente tiene mérito, porque lo demás, lo intelectual son zarandajas que no sirven para comprar bienes caros y envidiados por las masas consumistas.
    Haces bien en denunciarlo aunque desde luego eso solamente te reportará que tranquilidad de conciencia por el lado bueno y un anonimato absoluto en el mejor de los casos por el lado malo, pero el que sale honesto a veces no puede evitarlo. Un abrazo.

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  2. Ellos saben que son malos pero lo bueno de este país ( de cara a su su propio beneficio personal) es que la gente es inculta por naturaleza y por eso, su estilo triunfa. Pero a los que conocemos un poco de narrativa no nos van a engañar porque no todo el mundo cae en sus amargas redes

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