Pues anda que no hay lugares comunes acerca de eso de leer y de ver películas… sobre todo de leer libros: que si con ellos aprendemos, que si con ellos nos hacemos mejores personas (reafirmando esa muy objetable idea de que si tuviéramos mejor educación el mundo sería mejor…), que si leyendo crecemos intelectual y emocionalmente, nos abrimos al mundo, y sobre todo nos hacemos más cultos. Al parecer ser culto consiste en saber muchas más cosas de las que se necesita acerca de la historia, de la cultura, de los libros, casi nunca de la música. Ser culto es guay, mola mucho porque puedes sentirte por encima de los demás, y para ello hay que leer un montón. Valdría más ser inteligente que ser culto, y debería estar más cotizado, pues por lo visto nos rodean las personas cultas por todas partes, y es raro encontrarse con una persona verdaderamente inteligente. Pero luego volveré a eso.
Debo decir que jamás he entendido por qué la gente lee libros o ve películas, más allá de matar el tiempo, divertirse los fines de semana o cosas por el estilo. Es decir, no digo nada nuevo cuando afirmo que la gente se enfrenta a un libro o una película como un simple producto, como el que va al parque de atracciones, se sube al teleférico, se zampa una pizza o hace surf: desde una óptica lúdica, en el mejor de los casos. Nada en contra, por supuesto. Cada cual puede hacer con su vida y con su dinero lo que le parezca. Pero algunos nos enfrentamos a todo eso de otra forma: lo hacemos por necesidad. Me explico. Cuando leemos un libro o vemos una película o nos ponemos en los oídos esa música que es ya como una vieja amiga, no lo hacemos tanto porque necesitemos una inyección de placer como por el hecho de que la vida es demasiado tirana para nosotros, y necesitamos de ese espejo que es la ficción para no colapsar, para alimentar nuestra más que probable locura, que teniendo en cuenta cómo está el mundo es la forma más racional de enfrentarse a la realidad.
Hablo esta vez, por supuesto, desde mi propia experiencia lectora y cinéfila, que además me consta que no es única en el mundo, ni mucho menos, por lo que es posible que esté humildemente dando voz (así lo espero) a muchos y muchas que no se limitan a leer porque se supone que hay que leer, que no está enganchado a películas y series obras de arte porque sean muy pedantes o elitistas, sino porque son las que dan sentido a su vida interior, a su sensibilidad e inteligencia, porque hablan el mismo lenguaje, entre ellos y con esas obras, porque ese es, de alguna forma, su (nuestro) hogar, porque es el único sitio donde tiene algo de sentido invertir tu tiempo y tu energía. Pero hay algo más importante, incluso, que todo eso, y una vez más creo no estar solo: yo leo y escribo y veo algunas películas y series para ser libre, verdadera y absolutamente libre, desde el único punto de vista en el que se puede ser libre.
No dudo que se pueden aprender algunas cosas con los libros, e incluso con las películas. Tampoco dudo que en algunos casos extremos puede cambiar la vida de alguien, porque le ayude a luchar, porque le provea de herramientas para enfrentarse a la realidad, o porque le despierte una vocación, para escribir o para cualquier otra cosa. Todo eso puede ser y bienvenido sea y al que le suceda bien por él. A mí nunca me ha sucedido, pero eso carece de importancia. No dudo que dependiendo de la persona el acto de leer, e incluso el de escribir, puede ser un disparadero para una gran variedad de cosas. Pero en mi caso sólo sirve para una: librarme de la idea de la muerte y de la desesperación. Es decir, ser libre respecto a ellas. Me explico y con esto termino: sólo con la ficción algunos pirados como yo obtenemos el combustible suficiente para seguir adelante sin miedo, porque cada gran obra, cada gran libro o cada gran película, cada gran pieza musical que nos ponemos en los auriculares o tronando a todo volumen en los altavoces del ordenador, me hace sentir un poco menos solo, un poco más fuerte, un poco más en paz.
Y esto puede sonar extraño o incuso naif, pero es total y radicalmente cierto. Las grandes obras que atesoro en mi biblioteca, en mi colección de blurays o dvds, en mis listas de reproducción de spotify, me hacen invencible. Puede sobrevenirme una desgracia, una enfermedad o incluso la muerte, y yo me aferraré a ellas como el que se aferra a una tabla de salvación, y seré libre. Con todas las letras. Y es que esa puede que sea la finalidad última del arte.