Yo sigo con mis listas, que en realidad, más que para los demás, escribo para mí mismo. Pensando en la cantidad de veces (¿cientos? ¿miles?) que he leído sobre los años cuarenta y cincuenta, décadas que muchos consideran (equivocadamente a mi parecer) como la cumbre del cine, yo no dejo de preguntarme, una y otra vez, cuáles son las obras maestras, las grandes, las verdaderas, de este extraño siglo XXI.
Buscar, por cierto, lo que otros han respondido a esa misma pregunta, resulta bastante desalentador y contradictorio, no solamente porque muchos incluyen el año 2000, que no pertenece al siglo XXI, sino porque se nota que lo que algunos consideramos que significa una obra maestra es bastante diferente de lo que piensan otros. Una obra maestra es un filme (una obra narrativa en general), cercana a la perfección en todos sus aspectos narrativos, conceptuales y estéticos, es una pieza insuperable, grandiosa, muy por encima de obras notables o magníficas, tanto por su riesgo como por su ejecución. Por eso no he incluido magníficas películas como ‘Ida’, de Pawel Pawlikowski, o superlativos suicidios como ‘INLAND EMPIRE’, de David Lynch. Y mejor no entrar a valorar otros filmes que muchas revistas y medios incluirían en este exclusivo ramillete…
Considero que esta época, estos veinte años de cine que ya se fueron (2001-2020), son especialmente abundantes en filmes notables, pero estas obras maestras nombradas son tan apabullantes que me cuesta mucho creer que cualquier película americana de los años cuarenta y cincuenta, salvo las dirigidas por Orson Welles, pudieran acercárseles. Es decir, no es posible encontrar nada en EEUU de aquellos años «clásicos» capaz de mirar de tú a tú a ‘Eternal Sunshine’ o a ‘La vie d’Adele’. Y con el resto de estos veintiséis largometrajes me ocurre lo mismo. El cine europeo o asiático sí puede mirarlos de tú a tú, con las figuras de Bergman, Antonioni, Kurosawa, Mizoguchi, Bresson, Buñuel, que son los verdaderos padres de lo que vino después.
En cuanto a los padres del cine americano, el adulto y grande, son en realidad Orson Welles y Francis Ford Coppola, mucho más que Hitchcock, Ford o Wilder, y eso se palpa, se advierte, echando un vistazo a aquello en lo que el cine se está convirtiendo en sus formas más sublimes, y que encuentra su eco en las numerosas obras notables de estas décadas, y en las ocho obras maestras absolutas de ese cine. Por eso lo divido en dos grupos:
De EEUU:
The New World, de Terrence Malick, 2005
The Master, de Paul Thomas Anderson, 2012
The Girl With the Dragon Tattoo, de David Fincher, 2011
Silence, de Martin Scorsese, 2016
Spider-Man: Into the Spider-Verse, de Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman, 2018
Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de Michel Gondry, 2004
Brokeback Mountain, de Ang Lee, 2005
Boyhood, de Richard Linklater, 2014
Resto del mundo:
La vie d’Adele, de Abdellatif Kechiche, 2013
Mad Max: Fury Road, de George Miller, 2015
2046, de Wong Kar-Wai, 2004
The Flowers of War, de Zhang Yimou, 2011
Shi mian mai fu, de Zhang Yimou, 2004
Sen to Chihiro no kamikakushi , de Hayao Miyazaki, 2001
The Pianist, de Roman Polanski, 2002
Saul Fia, de László Nemes, 2015
Zwartboek, de Paul Verhoven, 2006
Melancholia, de Lars Von Trier, 2011
L’illusionniste, de Sylvain Chomet, 2010
In Bruges, de Martin McDonagh, 2008
Children of Men, de Alfonso Cuarón, 2006
Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, 2001
Carol, de Todd Haynes, 2015
Leviafan, de Andrey Zvyagintsev, 2014
Jodaeiye Nader az Simin, de Asghar Farhadi, 2011
Kis uykusu, de Nuri Bilge Ceylan, 2014
Amour, de Michael Haneke, 2012