Infiernos y narrativas: II Guerra Mundial

La II Guerra Mundial (1939-1945) es la gran narrativa épica y moral del siglo XX. Esto es innegable. Principalmente a través de la cinematografía estadounidense, que nos ha nutrido con abundantes títulos sobre el tema, y que se ha valido de él para construir una mística a su alrededor. A saber: que tal como todos los augurios (los suyos, claro) indicaban, Estados Unidos es «el líder del mundo libre», pues gracias a él nos libramos del yugo de los nazis, y a él debemos nuestras libertades y nuestro progreso. Pero un análisis no demasiado exhaustivo de aquella larga y funesta contienda revela que las cosas no son tan fáciles como parecen…

Tal como revela el formidable documental de Oliver Stone ‘La historia no contada de los Estados Unidos’ (2012), EEUU no deseaba entrar en guerra en 1939. Ni en 1940. Ni en 1941. Tenían bastante con lo suyo. Y lo suyo era una recesión salvaje de la que no estaban seguros que fueran a salir con buen pie. Los años treinta habían sido complicados e interminables, y ahora que por fin concluían y que parecían ver la luz al final del túnel, lo último que querían era otra guerra como la que había tenido lugar veinte años antes. De hecho, y para terminar de dibujar un cuadro que pocos estadounidenses querrán mirar, muchos grandes empresarios estadounidenses, de ascendencia alemana e ideología filonazi, después de ayudar al ejército de Franco con materiales, combustible y créditos, hicieron lo mismo con Hitler: mirar para otro lado en el mejor de los casos, echarle una mano en el peor de ellos. A los estadounidenses no les importaba Europa. La guerra no había llegado a su territorio. Que se las apañaran como pudiesen.

Claro, luego llegó el ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor, en Hawái, como resultado del cual murieron dos mil cuatro cientos soldados estadounidenses y fueron hundidos cuatro acorazados. Estados Unidos declaró la guerra a Japón porque no podía hacer otra cosa. Poco después, Alemania e Italia declararon la guerra a Estados Unidos. Pero Estados Unidos no tomó la decisión de luchar por la libertad de los pueblos oprimidos, sino que se vio forzada a entrar en una guerra no deseada. Y aprovechó esa contienda, que los nazis jamás pudieron haber ganado por mucho que se alargase, para situarse como superpotencia militar en el llamado «mundo occidental». Y durante la guerra (y antes de ella, con títulos tan destacados como ‘All Quiet in the Western Front’, de 1930, aunque en este caso sobre la I Guerra Mundial), comenzó su desaforada propaganda, en la que los soldados americanos eran poco menos que superhéroes capaces de vencer a cualquier enemigo, en virtud de la cual no hay ejército tan poderoso, ubicuo y feroz como el estadounidense, que además de su capacidad guerrera es noble y valiente, no como los que se dejaron vencer con tanta facilidad ante el avance de las tropas de Hitler.

Y es verdad que las tropas estadounidenses hicieron grandes cosas (desde luego, mucho más importantes y menos criminales que cualquier otra guerra posterior del siglo XX y XXI), pero está claro que la guerra en realidad la ganaron las tropas rusas, con veinte veces más muertos (tirando por lo bajo…) y la resistencia francesa y otras centroeuropeas. Sin embargo, llevamos décadas tragándonos el insuperable heroísmo de los yanquis, para los que las dos guerras mundiales son «buenas guerras», ya que apenas tocaron (salvo en el extremo occidental de Hawái) suelo estadounidense. Pero hicieron algo maravillosamente bien: convertir a Adolf Hitler en el chivo expiatorio de la historia. Porque ese asesino de masas les venía de perlas para justificar sus propias carnicerías. Hitler, y sus secuaces, que tuvieron buenos maestros en el genocidio de los nativos americanos en el siglo XIX y en el genocidio europeo llevado a cabo por Napoleón. Haber convertido Europa, por tercera vez, en un cementerio, sirvió para que nadie (nadie sensato) pudiera tomar en serio a Alemania nunca más, pero a las élites estadounidenses les sirvió para enmascarar sus propios planes. El primero de ellos la venganza contra Japón.

Yo creo que va en el ADN de los estadounidenses, eso de la venganza. No podían dejar pasar la humillación y el terror que les hicieron en 1941. Por eso durante meses (desde el 17 de noviembre de 1944 hasta el funesto 15 de agosto de 1945) bombardearon las islas de Japón, arrasando sus ciudades más importantes sin compasión, llegando a aniquilar al 80% de la población masculina civil en algunos territorios, culminando ese crimen de guerra con las bombas de Hiroshima y Nagasaki. No se leerán tales cosas en los libros de historia. De los millones de muertos japoneses, más de la mitad civiles, nadie habla. Como nadie habla de los campos de concentración ilegales en Estados Unidos en los que se encerró a japoneses y personas de otras nacionalidades de pleno derecho. Los «villanos oficiales» (Hitler en este caso, a quien apoyó por cierto la iglesia católica…) sirven de escaparate para que países como Estados Unidos lleven a cabo, las siguientes décadas, su política de invasión, guerras selectivas, acoso a los países comunistas, mientras su propaganda (las miles de películas sobre la contienda), les hace parecer los héroes a los ojos de los ciudadanos de otros países. Ellos se llevan la gloria mientras llevan a cabo las mismas prácticas, o peores que los nazis. A su vez, los sionistas (no confundir con los judíos) llevan a cabo su negocio de ser los únicos (en base a sus delirios supremacistas) que sufrieron un holocausto, a pesar de los millones de muertos japoneses, o los millones rusos, o polacos, o de otras etnias. Ellos, los sionistas, son los que imponen su verdad. Y ya tenemos a los héroes oficiales (los EEUU) y a las víctimas oficiales (los sionistas) de aquella narrativa titulada la II Guerra Mundial.

Y es que hay que desconfiar, siempre, y de un modo cerval, de los que se apropian de la palabra libertad y de los que jamás abandonan su papel de víctima.

11 respuestas a “Infiernos y narrativas: II Guerra Mundial”

  1. Efectivamente la historia la cuentan los vencedores mediante un salvaje bombardeo de mentiras atómicas sobre la población civil cuyo criterio sufre un embotamiento similar a si la rociasen con un napalm mental , mas o menos creo que se podría explicar así con el lenguaje de un comic de Hazañas Bélicas pero sin la mas maldita gracia.

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  2. Saludos, es interesante leer esta entrada, pero seamos objetivos y menos apasionados. Los rusos, no están tan tachados de virtudes o acaso la memoria es corta o la osadía de decir, que los campos de concentración, eran solamente alemanes o americanos. Dicho eso, el Gulag es un campo de concentración, por territorio de la antigua U.R.R.S.S. Rusia, cometió genocidio contra tártaros, musulmanes y o cerró iglesias. Ni hablar de sus antiguos colegas de la revolución. Creo, que disfruta de la libertad de escribir, opinar, pero lo más terrible no poder tener lo necesario, como le sucede al pueblo cubano, le ocurre en estos momentos. Según notó en sus comentarios ha perdido su objetividad, en cuanto al tema de su entrada, pero sea objetivo, no se parcialicé para justificar comentarios, que demuestra un ataque contra aquello, que a fin de cuentas no es perfecto, pero permite tener algo de orden y respeto por las instituciones democráticas. Me gusta su entrada, pero no me deje fuera lo negativo de los rusos cuando llegaron a Alemania y también se volvieron como los nazis; abusadores, asesinos y violadores. Yo leo, opinó, pero no me tape con su mano, la otra cara de la historia.

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    • Buenos días,

      No acabo de entender muy bien su comentario. Nadie ha dicho aquí que los campos eran solamente alemanes o americanos. Y creo entender que defiende que los USA permiten algo de orden y respeto por las instituciones democráticas… cuando les interesa, supongo.

      ¿De veras tapo con mi mano una cara de la historia?

      Gracias por leerme, un saludo

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      • Saludos, Adrián, no fue la forma como entendí tu entrada, pero debemos ser juiciosos en las entradas, quizás, me lleve emocional. Defiendo a EE.UU. , pero no creas, lo critico por su odio racial y discrimen. Aunque se tienen las herramientas para luchar dentro de una democracia los discrimen de odio. No en un sistema totalitario, que te reprime o coarta tu expresión. Me gusta, tus entradas y la forma de estructurar fue interesante.

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      • Una curiosidad, wp4oka: ¿el español es tu lengua materna? Te lo pregunto porque me cuesta entender algunas de las cosas que intentas decirme.

        ¿Por qué defiendes a Estados Unidos, si tal como dices es uno de los países más discriminatorios del mundo? Hay muchos tipos de sistemas totalitarios, y EEUU es el más sofisticado de todos ellos.

        Me alegro que te gusten mis entradas. Lo hago lo mejor que puedo o sé.

        Un saludo!

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      • Saludos, Adrián, es la vida del colonizado quizás,pero a mi entender es mejor que otros lugares y donde vivo mucho mejor. Adrián, sigue con tus entradas y son excelentes. Las disfruto un abrazo.

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