Conceptos comerciales

A veces pienso que en esta página mía digo algunas obviedades que saltan a la vista de manera descarada. Otras pienso que ciertos temas es necesario reiterarlos y machacarlos las veces que haga falta. Uno de esos temas es el que voy a tratar de exponer a continuación, que para una persona con una intensa vida artística (que no cultural…) no tiene la mayor relevancia porque están a otra cosa, pero que para el común de los mortales resulta de una ingenuidad alarmante. Me refiero a esos conceptos comerciales, claro, que para algunos receptores/espectadores, incluso para algunos críticos/cronistas, son conceptos artísticos, que son importantes a la hora de valorar la película o la novela en cuestión, cuando en realidad no tienen nada que ver con eso.

La cosa es muy sencilla: todo lo que vemos en la portada o en la cubierta o en la promoción de un libro o de una película es un concepto comercial, incluso aquello (precisamente aquello) que parece tratar de decirle al potencial comprador que lo que va a adquirir es de gran calidad. Así de claro. Es decir, que cuando nos dicen que la novela X ha vendido millón y medio de ejemplares, o que en la película Y el actor principal ha ganado el Óscar, la actriz principal ha estado nominada, y el actor secundario lo ha ganado dos veces, es un concepto comercial. No tiene nada que ver con su calidad o su profundidad o altura artística, que puede tenerla o no. Pero el común de los mortales, que como es lógico no se preocupan mucho de exquisiteces literarias o cinematográficas, sino de pasar un buen rato/leer o ver lo que está de moda/buscar algo que valga la pena para el fin de semana, se va a dejar llevar por el hecho de que la novela X lleva diez semanas entre las más vendidas, o de que la película Y se llevó cuatro o cinco óscares. Y punto final.

Y los amargados que sí nos preocupamos por «exquisiteces» literarias o cinematográficas también somos capaces de entender que las productoras y las editoriales, a fin de cuentas, son negocios, y para mantenerse en pie necesitan de éxitos, y necesitan vender. Pero estamos seguros de que dentro de esos negocios, de esas productoras y de esas editoriales, existen personas que quieren producir películas y que quieren editar libros que de verdad valgan la pena, además de poder, o no, vender mucho. Está claro que en este mundo rige la regla de oro (ya se sabe: el que tiene el oro hace la regla), pero no todo en esta vida puede ser el maldito dinero. No todo puede estar copado por cineastas y escritores cuyo único interés sea el dinero. Porque créame el lector cuando digo que el noventa y nueve como nueve por ciento de los escritores y cineastas de ahora mismo sólo tienen en mente ganar dinero, no crear una gran obra literaria o cinematográfica que valga la pena. Que eso lo quiera o lo busque o lo necesite la empresa (la productora, la editorial) es normal y lógico. Pero el artista, además, ha de aspirar a otra cosa.

Y aquí entra una vez más la regla que inventé yo hace un tiempo, que no es la de oro y que no tiene nombre. Si a un escritor o cineasta primerizo le dan a elegir entre estas dos opciones no complementarias entre sí…

  1. Crear una gran obra, arriesgada, grande, compleja, que pueda perdurar, dura, terrible a lo mejor, pero en las cercanías de una obra maestra.
  2. Escribir una mala novela o filmar una mala película que le haga millonario y poder así vivir maravillosamente bien.

…no hace falta ser un lince para saber que un porcentaje mayor del 99,99% elegiría la segunda opción. Y una vez elegida no hay marcha atrás, salvo muy rara excepción. El cine y la literatura han hecho millonarios a algunas personas, han arruinado a otras y han dado de comer a unas cuantas. Pero el éxito tanto en uno como en otro, el monetario, es aleatorio, es un verdadero azar. Nadie sabe qué tendrá éxito o qué no, hasta el punto de que incluso algunas grandes obras maestras han sido grandes éxitos. Sentirse superior, más grande, porque te leen millones de personas o tienes varios millones en el banco, creerse mejor escritor o cineasta que otros por ese insignificante es una equivocación que demuestra una gran ignorancia.

Porque el verdadero éxito, por lo menos en literatura, son estos cinco triunfos.

  1. Acabar la novela, el libro de poemas, la obra de teatro, el ensayo
  2. Que sea un buen trabajo, quizá un magnífico trabajo
  3. Que te publiquen
  4. Que tenga un impacto mediático/artístico/social importante
  5. Que perdure

Y todo lo demás son fruslerías para personas a las que la literatura y el cine les importa muy poco. Lo único que les importa es la fama y su cuenta bancaria.

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