Lo increíblemente afortunado que soy

Lo soy. En algunas cosas soy mucho más afortunado que bastantes personas de este mundo. A mí me basta con tener tiempo y disponer de algo con lo que escribir (preferiblemente mi ordenador, aunque no es conditio sine qua non) para estar bien aunque las cosas me vayan muy mal, para encontrar cierta paz de espíritu por muchas horas que tenga que ponerme a ello hasta encontrarla, y para saber qué es aquello para lo que yo he nacido. Otras personas afortunadas necesitan pinceles, pinturas, cámaras digitales o de cine, necesita que les publiquen, ganar dinero con aquello que están haciendo, ser el centro de atención, obtener fama, obtener reconocimiento de los demás. Yo no. Yo sólo necesito, estrictamente hablando, tiempo y un soporte para escribir, y estoy bien.

Hasta que se acabe, hasta que un día pierda la vista y tenga que hacerlo al dictado, o hasta que me de artritis en los dedos, o hasta que contraiga una enfermedad incurable que me mate en pocos meses, o hasta que se me joda el ordenador y no tenga dinero para comprar otro nuevo porque no tenga dinero ni para pagar el alquiler, o bien nos caiga sobre la cabeza un pedrusco del cielo, o una ola de calor me diga que hasta aquí he llegado, o la III Guerra Mundial nos tome como un objetivo nuclear a gran escala, o una nueva Guerra Civil nos lleve a todos por delante, o una tormenta solar nos deje sin electricidad durante una década, o se caiga el siguiente avión conmigo dentro… y aún en algunos de esos casos podré disponer de un lápiz y de una página en blanco donde dejar mis pensamientos, o donde escribir una historia, y así volver a resguardarme, así que no será para tanto.

Recuerdo bien cuando no podía escribir. Lo tenía todo para poder hacerlo (tiempo, un ordenador, ganas) y no lo hacía. Parece otra vida. Cuando escribes todos los días, sobre todo ficción (algo que por desgracia no puedes hacer siempre, porque la mente necesita reposo y recargar pilas), todo gira en torno a eso y así puedes funcionar durante meses. No conozco nada más poderoso. Podría calificarse de droga, y si así lo fuera, sería la droga más inocua y más beneficiosa del mundo. En mi caso, y sospecho que en el de muchos otros, dejar mis pensamientos por escrito los ordena, los potencia y los enriquece. De modo que soy muy afortunado. Y cuando tengo la posibilidad de crear personajes, y darles vida, de escribir diálogos y tiempos narrativos, es decir cuando escribo literatura (no sé si de gran calidad o no, eso tendrán que decidirlo los que me leyeren), soy más afortunado aún. Todos esos caracteres que bullen por mi mente y que me acompañan a todas partes sin pedir permiso por fin cobran vida en una página y me dejan en paz durante un tiempo, o bien están más tranquilos y no necesitan reclamar mi atención a todas horas.

Dicen que la ficción nos hace mejores personas, más productivas, más inteligentes, más capaces. A mí todo eso me da igual. Se supone que la escritura moldea nuestro pensamiento, lo hace más agudo, más perspicaz, más elevado. También me da igual. Se supone que cuando escribes has de convertirte en un adalid de la literatura, de los cuentos, de la filosofía. No estoy de acuerdo. A la gente no le interesa la literatura y hace bien. La literatura no les necesita a ellos tampoco. La literatura viene de la magia, el mito, la religión, la oscuridad. Del lado oscuro de nuestra psique. Escribir no tiene ningún sentido y leer menos. Y ese es su verdadero sentido. Es el acto más rebelde y absurdo de un mundo en el que cada vez caben menos libertades. Y solo por eso merece la pena hacerlo.

2 respuestas a “Lo increíblemente afortunado que soy”

  1. Tengo ordenadores de sobra y bolígrafos y plumas los colecciono, papel guardo a mansalva, o sea que si se te acabasen los materiales y no te fuese bien realizar un dispendio no dudes en contactar conmigo, me entretiene mucho la lectura de tus textos, pero bueno esperemos que no haga ni falta y sobre todo mi apreciado amigo que no se te pasen las ganas de escribir porque a veces con estos entornos un tanto decepcionantes a veces pasa que a uno le viene la «bajona» (:-))

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