Influencers sin fronteras

Venga, ahora toca ser un poco carca. Un poco momia, un poco señoro. Un poco retrógrado, un poco rancio. Valga este texto, y otros que pueden ser parecidos, para establecer el hecho de que por mucho que pretenda otra cosa, soy un reaccionario de mente cuadrada que rechaza cosas nuevas y que huele a cadáver. Es decir, algo más con lo que poder meterme caña.

No sé si el lector de estas líneas se ha enterado, pero Leo Messi ha dejado de ser jugador del FC Barcelona. En una operación relámpago, se ha convertido en miembro de la plantilla del parisino PSG. Como no podía ser de otra manera la prensa deportiva mundial se ha volcado en la cobertura de todo este culebrón mediático, y entre Barcelona y París hemos tenido cientos de horas de televisión y radio, cientos o miles de líneas escritas en prensa, sobre el hecho de que el mejor jugador del mundo se haya ido de la supuesta mejor liga del mundo a probar suerte en otro equipo. Pero en mitad de todo este cisco, ¿quién le ha hecho una entrevista, o supuesta entrevista, al astro del fútbol mundial? ¿Algún periodista importante de este país o del otro lado del charco? ¿Algún cronista que lleve veinte años currándoselo delante de un micrófono? Pues no, resulta que el que se ha reunido con él es un tal Ibai Llanos, que para muchos (no para mí, que hasta hace poco no tenía ni pajolera idea de quién era), es casi tan famoso como Messi: una especie de influencer (streamer lo llaman ahora, youtuber o tiktoker, pero influencer creo que engloba a todo este fenómeno). ¿Y qué han dicho los periodistas que llevan currándoselo veinte años? Pues lógicamente: ¿quién es el tal Ibai y qué coño pinta aquí?

Hace pocas fechas Jordi Évole le dedicó un programa al tal Ibai, para luego decir que es un «comunicador brutal». Yo creo que Évole, que es un tipo muy listo aunque un periodista un tanto sobrevalorado, simplemente se ha dejado llevar por este fenómeno que ha venido para quedarse, y no tengo muy claro que significa eso de «comunicador brutal». Sea como fuere, Ibai Llanos es otro Rubius, otro de estos influencers que no han hecho otra cosa en su vida que jugar a videojuegos, comentarlos en las redes sociales y en sus canales, conseguir millones de seguidores que quisieran hacer exactamente lo mismo que hacen ellos (jugar a videojuegos y hacer bromas), hacer amigos por todas partes (amigos… contactos, para entendernos) para conseguir patrocinadores, comenzar a ganar indecentes cantidades de dinero por no hacer nada, y como todo esto de la fama es una bola de nieve que se retroalimenta a sí misma, llega el día en que Messi se larga del FC Barcelona y en lugar de conceder una entrevista a la Cope o a una cadena argentina, decide reunirse cinco minutos con Ibai. Y lo hace, simple y llanamente, porque a Ibai le siguen 6,5 millones de personas en Youtube y 7,1 millones en Twitch, y porque así sus palabras pueden llegar a más gente. Y el que se piense que es porque ha llegado un «nuevo periodismo» que reflexione un poco.

Y en cuanto a la susodicha entrevista… ¿de verdad fue una entrevista? Algunos que se han hecho profesionales de dar el coñazo en las redes las 24 horas del día los 365 días del año, entre ellos no pocos periodistas que se han cansado o no consiguen su hueco en los medios tradicionales, dicen que esto demuestra un cambio de paradigma. Pero el único cambio de paradigma es que las entrevistas ahora no sean entrevistas. El tal Ibai le hizo un par de preguntas a Messi de las que nadie se enteró porque no había micrófonos, y fueron del estilo de ¿hola, qué tal?, ¿cómo te va? Nada más. Si en el siglo XXI se ha inventado la narrativa sin ficción, no podía faltar la entrevista que no es entrevista, sino colegueo. ¿Pero qué se podía esperar de un tipo que se ha hecho famoso y multimillonario por comentar partidas de videojuegos (con mucha verborrea, no digo que no, pero escaso ingenio, las cosas como son) como el que comenta un partido de fútbol? ¡No te enteras, Massanet, esto es el futuro, esa actividad tiene millones de seguidores! … Pues muy bien, también tiene millones de seguidores el toreo, el terraplanismo y el reggeaton, y sigo pensando lo mismo.

Fenómenos como el Ibai, o el Rubius, y muchos otros de este país o de otros países, existen porque el internet los ha hecho posibles y al internet acuden cientos de millones de chavales semianalfabetos que no tienen otra cosa que hacer en todo el día que jugar a videojuegos, ver vídeos absurdos y comentar estupideces. Eso es lo que ha conseguido este gran invento del internet: hacer multimillonarios a chavales menores de veinticinco años que se han convertido en las estrellas mediáticas de una generación por estar sentados en su butaca, con un mando y unos cascos. Así se quieren ganar la vida muchísimos niñatos de quince o dieciséis años… ¡y es normal! ¿Por qué iban a querer hacer otra cosa? ¿Jugar a videojuegos y ganar pasta? El paraíso. Pero esto no es de ahora. Ya era yo un chaval y conocía a alguno que otro, con mucha labia y mucha jeta, que ya apuntaba maneras y que podía haber sido otro Ibai u otro Rubius, pero quizá no tuvo la suerte de poder serlo… ¿Quiere el lector saber de qué van los videos de este individuo en su canal de youtube?: de preguntas picantes, de regalos de cajas misteriosas, de invitados sorpresa (gente famosa, obviamente), de probar dulces, de regalar 500€ al que le haga reír… es decir de cuestiones verdaderamente fascinantes que por lo visto embelesan a la tropa y que tienen cada uno varios millones de visitas. Bravo.

Y dirá el lector: ¿y a ti esto por qué te molesta? No me molesta que la gente se haga millonaria haciendo el imbécil, ahí tenemos a presentadores, escritores y futbolistas haciéndolo desde hace mucho tiempo y supongo que estarán haciéndolo mucho tiempo más. Lo que me molesta son dos cosas: que no se llame a las cosas por su nombre y que se claven todavía más clavos en el ataúd del periodismo y de la comunicación. Cuando no se llaman a las cosas por su nombre no tenemos más que un mundo lleno de mentiras y falsas verdades, y cuando el periodismo y la comunicación están viciados, controlados por personas que ni saben lo que hacen, ni les importa, ni poseen la menor preparación para ello, y a las que sólo les importa el dinero, resulta imposible romper esa red de mentiras y falsas verdades, y muchas personas no pueden desarrollar un espíritu crítico. He trabajado durante años en sitios webs en los que compañeros y jefes no sabían escribir un párrafo de manera decente ni tenían la menor idea de lo que estaban haciendo, he ido a festivales de cine en los que cronistas de medios importantes preguntaban verdaderas subnormalidades a gente como Zhang Yimou o Robert Duvall. Ahora lo que la gente sigue (y cuando digo gente me refiero a los que tienen tiempo de estar dieciséis horas diarias viendo streaming… es decir gente que no trabaja, es decir adolescentes sin oficio ni beneficio) es a niños grandes que tienen su casa llena de juguetitos de películas y de ordenadores y sillas muy molonas, personas que no tienen la menor preparación en nada pero que son muy simpáticos.

Son a estos, al parecer, a los que se publican libros, porque las editoriales, como es lógico, saben que tienen mucho tirón, y les editan cómics, les hacen documentales (que dan vergüenza ajena), dicen de ellos que son los nuevos creadores, que son creativos-artísticos (juro que eso dicen del Rubius en el sonrojante documental que hicieron sobre su figura). Dicen ellos de sí mismos que son los nuevos creadores, los creadores del presente. Pues muy bien, creadores a los que sólo importa la cantidad de lecturas o descargas que tengan vuestros vídeos. ¿Qué importa el criterio de autoridad, los conocimientos, la exigencia? Todo eso son cosas del pasado. De carcas como yo. Los libros, que los critiquen los booktubers. Las películas, los blogueros sin nada mejor que hacer. Los deportes y la opinión, los influencers de cualesquiera red social. Y ya está. Eso es lo que tenemos. Supongo que cuando se muera F.F. Coppola (ojalá que eso pase dentro de veinte años o más, y que para entonces tengamos una nueva película suya, al menos) tendremos que leer o que ver lo que diga uno de estos influencers, y cuando Cormac McCarthy pase a mejor vida que nos informe un booktuber de esos. Unos y otros se siente más autorizados a hablar de cosas importantes que los que verdaderamente son conocedores del tema, de modo que nos hablarán de sus carreras y de su arte mucho mejor que un rancio crítico de cine o que una de esas momias que saben algo de literatura ¿No se supone que van a sustituir al viejo periodismo y a los que salen por ahí hablando de lo que saben? Pero antes de eso convendría que hicieran otra cosa: que sacaran de alguna parte un poco de sentido del ridículo. Aunque eso no lo encontrarán ni invirtiendo en ello todos los millones que han conseguido gracias a los seguidores menos exigentes del mundo.

6 Comments

  1. Demasiada juventud en paro y con sus padres viendo tele 5s o similares, eran de esperar todas estas nefastas consecuencias.
    El panorama, una vez embrutecido un buen porcentaje del personal no da indicios de mejorar en un breve plazo, por otra parte los periodistas se deben a sus empresas normalmente la banca y la élite financiera y ello deja el campo libre a los «influencers mas echados pa lante» ya que tampoco desarrollan su profesión con verdadero valor añadido sino mas bien con manipulación añadida. La banalidad intenta aplastarnos y espero que no lo consiga ya que la esperanza es lo último que se pierde, aunque no me acuerdo ya donde dejé la mía. (:-))

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  2. Saludos, Adrián, es el momento de muchos entrar en el complejo mundo de las comunicaciones, pero venderán bien ese producto. Es todo mercado haber como se logra vender en los medios de comunicación. Al tener la figura de Messi, busca, como puede explotar esa entrevista y tener más seguidores, sin seguidores; muchos de ellos no son nada, comparado a otros por ser únicos. Por tanto, este mundo esta lleno de oportunistas, que desean buscar fama, que a fin de cuentas es vano y pasajero como todo en la vida.

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