Ellos tenían razón y yo estaba profundamente equivocado. Pero, claro, yo tenía quince o dieciséis años y no tenía ni idea de nada. A principios de 1995 se estrenaba en España ‘Pulp Fiction’, con gran expectación por parte de cinéfilos y aficionados al cine en general. Yo fui a verla, por supuesto. Y me quedé maravillado. Ya había visto ‘Reservoir Dogs’ poco tiempo atrás, y esta película me confirmó que estaba ante un director, Tarantino, con todo el aspecto de convertirse en una estrella. Porque ya lo era, y su influencia en cierto tipo de cine iba a ser palpable en poco tiempo. A mucha gente le gustó tanto como a mí, y pronto llegaron las críticas profesionales. Críticas muy dispares, mucho más de lo que yo me esperaba. Era tan bobo que pensaba que sabía mucho de cine y esas cosas, y me cabreó el hecho de que algunos críticos, como Ángel Fdez-Santos, apreciaran su brillantez pero la atacaran por la frivolidad con la que mostraba la violencia. Todos esos argumentos me parecían propios de viejunos, de amargados, de gente que no sabía disfrutar de ciertas películas. Yo era un crío, y ahora soy un hombre, y ahora soy capaz de entender hasta qué punto los que así opinaban tenían toda la razón del mundo.
Hacía mucho que no la veía, y revisándola hace pocos días (y escribiendo una crítica sobre ella) me he reafirmado en lo que venía pensando hace tiempo: que esta es una película digna de un psicópata fabricada para psicópatas. Es decir, la película de un niño hecha para niños, para personitas para las que la violencia es algo divertido y disfrutable, y para las que no hay consecuencias aunque cometas actos atroces. Que sí, que es una comedia negra con todas las de la ley, pero incluso las comedias negras tienen algo de lo que la película de Tarantino, muy brillante en sí misma, carece: una visión del hombre despiadada, pero sustentada desde la crítica y la humanidad, por muy deforme que esta sea. En ‘Pulp Fiction’ no hay nada de eso. Es la oda fílmica de un hombre al que todo le da igual y al que le apetece reírse de cualquier cosa, sabiendo que la parte más descerebrada de la platea se reirá con él: de una violación, de una sobredosis, del asesinato involuntario de un muchacho. Todo da igual. Y la caterva de personajes que lo pueblan, incluso el Jimmy al que da vida el propio Tarantino (que afortunadamente, en un alarde de instinto, decidió no protagonizar sus películas…) son algo más que despreciables: son tan psicópatas como el propio director. Un director que, sin embargo, en ‘Reservoir Dogs’, su anterior película, en el momento más salvaje de todos, decidía apartar pudorosamente la cámara para no mostrar ese momento (y haciéndolo mucho más insoportable para el espectador, dicho sea de paso)…
Estoy de acuerdo en que es sano reírse absolutamente de todo, de la muerte, de la enfermedad, de la desgracia, de lo que sea. Pero hay que saber reírse. Hay que hacerlo con elegancia, con sutilidad, con inteligencia, con respeto. Es decir, con todo aquello que el director de esta película no tenía y que luego obtuvo en películas como ‘Django Unchained’ (2012), un filme mucho más compasivo, que muestra secuencias atroces en las que la violencia no es algo divertido ni excitante, sino terrible, insoportable, infernal. Porque eso es la violencia. Vivir inmerso en la violencia es algo inaguantable, es un infierno en vida, tal como muestra Spielberg precisamente en su mejor película, ‘Munich’ (2005). La violencia de cómic está bien un rato, incluso en ‘Django Unchained’ tiene lugar un tiroteo espectacular, pero lo que es de recibo es construir una película entera como una fiesta, una celebración, de la violencia. Cuando los hermanos Coen (cineastas a los que prefiero antes que a Tarantino…) hacen ‘Fargo’ (1996), filman momentos de una violencia espantosa. Existen momentos en los que te ríes, a pesar de ti mismo. Preferirías no reirte, pero te ríes. Porque es una excelente comedia negra, que te muestra lo peor del ser humano. Pero lo hace de un modo compasivo, inteligente, elegante. No como una celebración, sino como algo desolador, para que la risa se nos congele en la garganta.
A todos nos gusta pasarlo bien con una película y ver tiros y acción, sobre todo cuando somos unos chavales. Por alguna razón, a muchos de nosotros nos gusta el gore, y la sangre, y la bestialidad. Pero, insisto, cuando somos unos chavales… Luego dejamos de ser unos enanos mentales y comprendemos que el arte narrativo, las películas, las series, las novelas, el verdaderamente valioso, se hace para algo más importante que ellas mismas. Que el drama, la ficción, lo narrativo, puede ser muy lúdico y todo lo que se quiera, pero que entre otras cosas sirve para abrirnos los ojos al mundo y para hacernos más compasivos, más empáticos ante el dolor ajeno, más sabios respecto a la frágil condición humana. Reírse de desgracias, propias y ajenas, pero sobre todo propias, está muy bien porque resulta catártico. Pero hacer de ello una obra narrativa puede ser peligroso, y si eres un adolescente emocional, puedes salir trasquilado. El cine, la literatura, entre otras cosas está ahí para contarnos la verdad, para acercarnos a ella todo lo posible, y para trascender, para enfrentarnos a demonios a los que no queremos ver ni en pintura, no para vencerles, sino para verles más de cerca, para saber de qué pasta estamos hechos, y para purgarnos, para que esa violencia, ese ruindad de la que todos somos capaces, se extinga ante su representación. Pero cuando la película no la extingue sino que la justifica, cuando en lugar de lamentarla la celebramos y nos parece atractiva, algo se está haciendo mal.
Pero cuando eres un puto crío, no te enteras de nada. Y por lo que veo hay muchos críos de veinte, treinta o cuarenta años por ahí. A mí también me gusta mucho ‘El ejército de las tinieblas’, y me lo paso pipa viendo a Ash machacando zombis. Pero eso es un cómic, no la vida real. Es un divertimento, no una supuesta gran obra. Pero es difícil explicar esta diferencia cuando hay gente que parece poco dispuesta a diferenciar entre realidad y ficción.
Po
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Ajá…
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Desde que vi ‘Reservoir Dogs’ y Antes ‘Pulp Fiction’ me impactó tremendamente como muestra la violencia Tarantino en esas películas. Quizá es tan gratuita que a mi me llegó a parecer que Los Ángeles era un lugar extremadamente peligroso (dudo que sea el jardín del edén, es obvio) en el que cualquier persona lleva una pipa calibre 38 y la descarga a la mínima. Era como si toda esa violencia permaneciera latente y estuviera lista para explotar en cualquier momento. Y siempre muy ligado a unos ultraviolentos años 70. Admito que ese uso de la violencia me fascina y me mantiene enganchado a la pantalla en ambos filmes pero comprendo que resulta desacertado mostrarla así.
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EEUU es el país sin ley, en el que muchos estados permiten a sus ciudadanos llevar armas como si estuviéramos en el oeste. Esto se traduce en la asiduidad con la que salen armas en sus peliculas…
Reservoir Dogs es diferente: su violencia es seca y terrible. Pulp Fiction es un chiste en el que todo parece motivo de risión, la película perfecta para psicópatas.
Un abrazo!
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Ahora opino igual sobre Pulp Fiction. La vi siendo adolescente y me reí de todo, sí; pero es que esa edad es la de la frivolidad. Sí que es cierto que jamás me ha parecido tan buena como sus defensores acérrimos afirman; ni de lejos.
No hace mucho la he vuelto a ver, no recuerdo ya en qué plataforma, y tienes razón: es una fiesta, una oda a la violencia. Me parece una película que a cualquier posmoderno le fliparía, tenga la edad que tenga.
Me costó un poco darme cuenta de todo esto porque: 1) Hacía años que no la veía; y 2) La nostalgia de la adolescencia a veces te hace ser menos crítico con ciertas cosas.
Sin embargo, hay que superar esas barreras si quieres tener un criterio decente y estar a la altura del arte al que te enfrentas, sea grande o mediocre ese arte.
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