Los psicópatas dirigen el mundo

Tenemos demasiado metida en la cabeza la imagen que nos han dado las películas y las novelas de este tipo de individuos a las que se llama psicópatas: personas que aunque en algunos casos (me refiero aquí al superlativo Hannibal Lecter de Hopkins) puedan resultarnos fascinantes, siempre acaban mostrando su verdadero rostro, que es el más sanguinario y el más perturbador imaginable. Cuando escuchamos o leemos la palabra psicópata enseguida formamos en nuestra mente a un tipo (o tipa), de aspecto pérfido, mirada penetrante y perturbadora, voz susurrante y taimada… y nada más lejos de la verdad. Ese subgénero de psicópatas, que los hay, representan un porcentaje muy menor de todos ellos. En realidad a un psicópata tú nunca le ves venir. Nunca piensas… ummm, qué mal rollo. Todo lo contrario. Viven de los demás, de explotarles, de utilizarles, para poder medrar. Un psicópata necesita ser la persona más encantadora del mundo, y aprenden a serlo para hechizarte. Los psicópatas simulan ser tremendamente sociables y queridos por todos, porque ese es su tinglado. Así que nada de mirada taimada ni voz susurrante ni aspecto pérfido. Lo que de verdad les caracteriza es la ausencia total de remordimientos o empatía, un marcado narcisismo, una vulgaridad disfrazada de sofisticación, una astucia asombrosa.

Todos hemos conocido, siquiera sin saberlo, a gran variedad de psicópatas a lo largo de nuestra vida, y rara vez nos hemos percatado de ello, si es que en algún momento hemos dudado de sus buenas intenciones. No es cuestión de este artículo elaborar un pormenorizado listado de todos los tipos de psicópatas que existen, que son unos cuantos (e insisto, el de mirada pérfida que planea decapitarte y guardar tu cabeza en su congelador es un porcentaje muy menor de los psicópatas verdaderos). Sí lo es el de expresar con toda la fuerza que sea capaz de reunir que «a»: si el mundo es una puta mierda es por que «b»: el mundo está dirigido, controlado y configurado para psicópatas. Y en este caso me refiero al subgénero más peligroso de todos, el de la «persona respetable» (las comillas están puestas ahí para algo…), el del líder o lideresa, el del grupo de presión que consigue que los demás hagan lo que ellos quieren. Me refiero por supuesto a las camarillas de altos cargos religiosos, a la caterva de facinerosos banqueros de las entidades más corruptas del mundo, a los grupúsculos de contratistas de defensa que en sus ratos libres hacen acuerdos con mercenarios del ejército, a las grandes farmacéuticas, a las grandes empresas de telecomunicaciones, a las grandes empresas de energía… Lo de los políticos, que en muchas ocasiones medran gracias a sus contactos, alianzas y traiciones con algunos de estos grupos, es circunstancial, porque son esos los que controlan el mundo y los que lo transforman a su gusto. Son ellos los que de verdad dirigen el mundo hacia un agujero oscuro en el que ellos estén arriba, y los demás, todos los demás, abajo. ¿Cree el lector que exagero?

Claro, he hecho un silogismo a-b un tanto capcioso, porque primero habría que demostrar que el mundo de verdad es una puta mierda… ¿De verdad es necesario demostrarlo? Si hace falta se demuestra, pero creo que no hace falta. Es más, muy probablemente los que se empeñan en querer hacernos ver que el mundo es un lugar mágico y lleno de belleza es porque una de dos, o están convencidos por psicópatas, o son psicópatas ellos mismos. Ni siquiera la naturaleza es ese paraíso idílico en el que se solazan los animales. Existe belleza en la naturaleza, eso es innegable, pero lo que tanta gente se empeña en negar es que lo terrible se encierra en la belleza, igual que lo bello se agazapa en lo terrible. Y no es ese mundo el que nos incumbe. Nos incumbe el mundo del ser humano, y somos seres humanos únicamente porque vivimos en sociedad, en la polis, de lo contrario no lo seríamos. No existe la humanidad ni la libertad en la naturaleza, sólo la que nos damos unos a otros en este pacto llamado civilización. Claro, los psicópatas no cumplen las reglas del juego. Ellos son libres por sí mismos, se dan la libertad que necesitan para alcanzar puestos de poder y para que la relación con los demás sea completamente asimétrica: yo gano, tú pierdes. ¿Nunca ha estado en una relación así? Aunque fuera de amistad pero sobre todo sentimental. Una de esas en las que la otra parte siempre gana, en la que además no puede abandonar jamás la posición de víctima, pero que a la hora de la verdad se revela como el verdugo. Así trabajan los psicópatas.

Y esto no va a cambiar. Jamás. Existen personas de buena voluntad en el mundo, y no pocas, pero no están en puestos de poder. Y los putos psicópatas seguirán lavándole el cerebro (en eso son expertos absolutos) a la ciudadanía menos inteligente, menos crítica y más manipulable, y seguiremos en este juego del ratón y el gato hasta que el cántaro, de tanto ir a la fuente, se rompa, y demostremos una vez más que somos una especie altamente sobrevalorada, peligrosa, infantil y prescindible.

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