La tentación habría sido escribir: es el más grande actor vivo. Pero Daniel Day-Lewis está vivo pese a que ya no vaya a hacer más películas (por decisión propia, a los sesenta años), de modo que en ese aspecto sí podrían compartir trono. Pero si decimos en activo, estoy bastante seguro de que no hay discusión.
En el caso de que alguien se dedicara (de hecho me consta que se dedican) a buscar los más flagrantes errores y omisiones y desaciertos de los premios Óscar, y los BAFTA, y cualesquiera otros premios de interpretación, yo le diría a ese alguien que buscara si ese año Anthony Hopkins había participado en alguna película, y que si no lo había ganado pues ahí tenía el error. Y esto puede parecer exagerado o propio de una persona irreflexiva o de alguien que siente una devoción desmesurada (…bueno, todas las devociones son por definición desmesuradas, ¿no?), pero garantizo al lector que no, que tengo mis buenas razones, todas ellas nacidas de llevar tres décadas maravillado por la trayectoria de un intérprete extraordinario, uno de los escasos al que le cabe la definición de gigante, que incluso en malas películas (que las tiene, y no pocas) engrandece la experiencia del espectador con su sola presencia y da una lección de cine a toda la caterva de cachorros (tengan estos veinte o cincuenta años) que se creen grandes actores y grandes estrellas.
Para hacer un compendio más visual de su trabajo antes y después de que fascinara al mundo entero con su papel en ‘The Silence of the Lambs’, hagamos una lista con sus trabajos más destacados:
1968: Ricardo Corazón de León en ‘The Lion in Winter’
1980: Doctor Frederick Treves en ‘The Elephant Man’
1981: Adolf Hitler en ‘The Bunker’
1982: Quasimodo en ‘The Hunchback of Notre Dame’
1991: Doctor Hannibal Lecter en ‘The Silence of the Lambs’
1992: Profesor Abraham Van Helsing en ‘Bram Stoker’s Dracula’
1993: James Stevens en ‘The Remains of the Day’
1993: Jack Lewis en ‘Shadowlands’
1995: Richard Nixon en ‘Nixon’
1996: Pablo Picasso en ‘Surviving Picasso’
1997: Charles Morse en ‘The Edge’
1997: John Quincy Adams en ‘Amistad’
1998: Don Diego de la Vega/El Zorro en ‘The Mask of Zorro’
1999: Titus Andronicus en ‘Titus’
2001: Doctor Hannibal Lecter en ‘Hannibal’
2001: Ted Brautigan en ‘Hearts in Atlantis’
2003: Coleman Silk en ‘The Human Stain’
2004: Ptolomeo en ‘Alexander’
2012: Alfred Hitchcock en ‘Hitchcock’
2019: Papa Benedicto XVI en ‘The Two Popes’
2020: Anthony en ‘The Father’
Yo creo que con esto, y con alguna más que se me puede quedar en el tintero, si se han visto todas, cualquiera puede hacerse una idea global de la inmensa capacidad mutante de Anthony Hopkins, quien cumple quizá como ningún otro la máxima de que un actor debe ante todo transformarse, y esto por dentro y por fuera. Sobre todo por dentro, o por lo menos es lo primero que tiene que hacer. Un actor de cine tiene que descubrir en qué se parece él al personaje, y no el personaje a él. Espero se me entienda. Qué tiene ese personaje que tanto se le parece a él, y a partir de ahí darle vida y construirlo, algo bastante más complejo de hacer de lo que parece, porque en cine no ocurre como en el teatro: se construye esa realidad del personaje con pequeños pedacitos, casi siempre con secuencias e incluso tomas desordenadas. Y en todo esto Hopkins es el más grande. En esa lista están sus trabajos como Ricardo «Corazón de León», Adolf Hitler, Quasimodo, Van Helsing, Richard Nixon, Pablo Picasso, John Quincy Adams, Ptolomeo, Alfred Hitchcock, el papa Benedicto XVI… ¿En qué se parece él a todos esos personajes históricos o literarios? Porque a todos ellos les da un carácter muy diferente, ya que se transforma en una idea de todos ellos, y con un instinto y una valentía insuperables los hace suyos, como si nadie más pudiera volver a interpretarlos. Porque seguramente Hopkins se parece a todos ellos, en un abanico de casi infinitas cualidades psicológicas y de representación. Pareciera que ha nacido para interpretar a todos ellos, pero en eso consiste su arte: en hacer sencillo o inevitable lo que en realidad es un trabajo portentoso de interiorización, de transformación.
Pero probablemente donde Hopkins llegó al no va más en cuanto a interpretación cinematográfica se refiere, es decir, en cuanto a cineasta, fue en la gran obra maestra ‘The Silence of the Lambs’, en su pobre secuela ‘Hannibal’, y en el filme de aventuras ‘The Mask of Zorro’, además de su participación en esa serie absurdamente enmarañada titulada ‘Westworld’. La primera fue su redescubrimiento como actor superdotado y una de las mejores de la historia del cine, prolongada en una sosa segunda parte que nada aportaba pero en la quedaba otra lección magistral de voz, inteligencia y audacia compositiva. La tercera es una aventura bastante boba y trepidante en la que él está sencillamente perfecto, dando vida nada menos que a un noble español que en sus ratos libres es el Zorro. Con ella Hopkins dice a los demás y a sí mismo: «puedo interpretar lo que yo quiera, porque no tengo límites de ninguna clase». Y lo hace con una elegancia, con una luminosidad, una emoción y una belleza que dejan con la boca abierta. A su lado Antonio Banderas parece un niño, una hormiga eclipsada por un titán. Hasta Oliver Stone se asombraba en el rodaje de ‘Alexander’ de la presencia y el magnetismo de Hopkins. Y en ‘Westworld’, una serie que por desgracia ha ido de más a menos, a pesar de aparecer en pocos episodios se sitúa por encima del resto de actores (incluso del gran Ed Harris) con una facilidad pasmosa, dando vida a un individuo, Robert Ford, al mismo tiempo generoso y sombrío, encantador y terrible, enigmático y perturbador, que solamente él, que tanto en común tiene con Lecter, con Ptolomeo, con Nixon, con Stevens, con Hitchcock, podría haber interpretado. Él es Robert Ford, sin más, en una aparición que sonaba a despedida hasta que llegaron ‘The Two Popes’ y ‘The Father’.
En fin de año cumplirá 84, y aún se le ve en plena forma y sin conocer el desaliento. Ha dicho que para él la muerte será, con toda probabilidad, algo tan maravilloso y afortunado como su vida. Los afortunados somos nosotros, por poder verle una y otra vez en ‘The Mask of Zorro’ interpretando al más improbable noble español de ojos azules, pero también al más extraordinario y palpitante. Y maravillosa su carrera, en la que quizá la joya más impermeable al paso del tiempo sea ese personaje extraordinario de Hannibal Lecter. Pero no la única.
Su interpretación en The Bounty dando vida al capitán Bligh creo que podría entrar en la lista.
Buen artículo, saludos.
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Pues sí, sin ningún tipo de problema.
Muchas gracias, un saludo!
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