Desde luego, ‘Es una vida maravillosa’ –traducción literal del título original de la película– suena tan cursi y en muchos sentidos tan salsa rosa como ‘Qué bello es vivir’, cuando estaremos de acuerdo en que bello, lo que se dice bello, no se puede decir que sea el hecho de vivir para la gran mayoría de personas que existen sobre la Tierra, ni para las que han existido. Ni bella ni maravillosa es la vida, salvo para algunos afortunados, que seguramente sean ingenuos, ignorantes o malvados. La vida puede contener o albergar cosas maravillosas, pero muy esporádicas y muy efímeras, y sin embargo ‘It’s a Wonderful Life’, el largometraje número veintiséis de Frank Capra, no se erige bajo ningún concepto en un filme idealista, que trate de convencernos de ningún Sueño Americano, ni de lo maravillosa que es la vida, sino que por el contrario es un relato absolutamente realista que en su tramo final se vuelve fantasmagórico y casi siniestro y que se articula en torno a la idea de que toda vida, por muy dura y azarosa que sea, tiene una importancia capital por el contacto y la influencia que ha tenido en otras.
Es ‘It’s a Wonderful Life’ la película estadounidense por antonomasia de las Navidades, ese «gran clásico navideño» que, por lo que cuentan, llevan décadas reponiendo en las televisiones del otro lado del Atlántico, convertida en un icono popular indestructible, que todo el mundo conoce y que todo el mundo, la crítica incluida, considera otra de esas grandes películas estadounidenses «de las que ya no se hacen», llena de buenos sentimientos, de actores de la «época dorada» de Hollywood, y con una especie de moraleja final tan apta para los que buscan en el cine salir reconfortados de su visión. Pero, por suerte, ‘It’s a Wonderful Life’ es mucho más que un simple cuento navideño. Muchísimo más. Se trata de una obra maestra excepcional que por sus logros poéticos, líricos y narrativos se sitúa muy por encima de casi todo lo demás de su época, y que sólo tiene como rivales contemporáneos suyos aquella enormidad que fue ‘Gone With the Wind’ (1939) y la obra radical de Orson Welles, no mucho más. Nunca Capra voló tan alto ni consiguió un equilibrio tan perfecto entre todas las partes de uno de sus filmes, nunca las herramientas narrativas de un filme estadounidense tan sencillo como este fueron tan sabiamente utilizadas en busca de la emoción y la verdad, y pocas veces el cine estadounidense de antes de los setenta mostró semejante mezcla de madurez expresiva y audacia formal.
Pero, claro, para encontrar estos valores hay que despojar a este título de toda la hojarasca genérica que le han echado sobre sus hombros, y de todo eso de que es un título navideño, sea eso lo que sea, y de que se trate de un simple cuento buenista y bienintencionado. Laten en ‘It’s a Wonderful Life’ ecos no solamente de Dickens, también de Dostoyevski. Pueden rastrearse en sus imágenes y sonidos la personalidad y las ideas de un hombre, Capra, muy alejado en casi todo de los directores más famosos y renombrados de su tiempo (Ford, Lubitsch, Wilder, Hawks, Curtiz), capaz de construir un discurso moral y sociológico de gran calado y de gran capacidad subversiva, realmente progresista, diríase sin temor a equivocarnos de socialista, que se da de bruces con el estilo y la mentalidad tremendamente conservadoras de aquel momento y de aquel país (y que con el paso de las décadas ha ido a más). ‘It’s a Wonderful Life’ es el relato de la caída en desgracia de un hombre honesto y sacrificado a su pesar. George Bailey (James Stewart) no es un idealista, sino un miembro entregado a su comunidad, que pese a que le gustaría ir a ver mundo sabe que es, junto con su empresa de préstamos, el único que se interpone entre el despiadado banco de Potter (Lionel Barrymore) y los trabajadores de bajo salario de una ciudad arrasada por la crisis interminable de los años treinta.
Capra narra la historia de este hombre corriente, que bajo ningún concepto es un cruzado ni un héroe, como pocas veces se ha narrado en cine una epopeya semejante, y aunque comencemos con dos estrellas parlantes en el cielo (Dios y San José) que envían a un ángel de la guarda a George, a ayudarle y que no se suicide, esta ficción está presidida por un absoluto realismo, por una aplastante verosimilitud, y todos sus episodios, que se superponen unos a otros como esferas argumentales, que hacen avanzar la historia que el ángel Clarence ve de la vida de George como si fuera una película casera (¡y en la que incluso hay desenfoques, o se congela la imagen como si Dios o San José manejaran la moviola!) son pequeñas historias, pequeños relatos del gran relato que es la vida de George, hasta que en el segundo segmento, más corto y también mucho más inquietante, estamos de nuevo en el presente y Clarence le concede a George la posibilidad de no haber nacido nunca y de que vea lo que el mundo habría sido sin él.
Un gran cineasta, como todo narrador que se precie, se manifiesta en los cambios de tono, en las mezclas de ritmos, en las súbitas transposiciones de un puntos de vista. Capra se viste de maestro cuando Clarence concede su deseo a George, y de manera paulatina pero implacable, George irá entrando en una terrible pesadilla sin fin en la que por fin comprende lo que ha significado su vida, y el espectador se verá arrastrado a una narración apabullante en la que todo lo que se le ha venido mostrando se hace añicos ante sus ojos. Con un blanco y negro extraordinario y un montaje soberbio, Capra llevará al límite las posibilidades visuales y sonoras del cine de su época, convertido casi en un Orson Welles, siendo capaz de extraer de las sombras y de la negrura de sus imágenes una emoción difícil de describir, que va más allá de lo meramente navideño para hacerse universal: la redención de un hombre bueno al que se le concede una visión de su propia vida que solamente el cine es capaz de mostrar con esta potencia. Todos somos George Bailey al final y todos queremos «volver a vivir», aunque lo que nos espere sea algo terrible, porque por muy terrible que sea la muerte es casi siempre peor.
Me releeré el artículo cuando vaya a verla de nuevo, a ver si esta vez purgo de mi mente la otra impresión que me da la película (inferior a la versión optimista, cierto, pero aún presente) y que te comenté en el archivo de minicríticas.
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Cierto que lo comentaste, no lo recordaba…
Esto es como todo: si no entras, por la razón que sea, va a ser difícil que nadie te convenza.
Pero yo seguiré insistiendo, claro.
Un abrazo!
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No hace falta que insistas mucho, sé que Capra quería hacer la interpretación que le damos (me incluyo, aunque tenga en mente la otra) todos. Como con A beautiful mind, The shining, Once upon a time in America, The prestige… Tal vez me guste la idea de que la obra sea tan genial que yo no la entienda y me la tenga que explicar alguien a que simplemente no sea tan buena, 😦 .
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De todas formas está muy bien discrepar con estilo.
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