Otro absurdo debate: películas vs. series de televisión

La gente se apunta a un bombardeo, si es mediático mucho mejor, y si es un debate cool muchísimo mejor. El otro día el ex-vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias (un tipo al que por otra parte respeto bastante…) dijo en su cuenta de Twitter que las series conseguían llegar a sutilidades a las que las películas no podían aspirar, o algo por el estilo. Creo que es un buen analista político, pero un mal analista cinematográfico. Claro que a años luz de Rufián, quien de vez en cuando deja caer alguna perla sobre alguna perla o alguna serie, haciendo un ridículo bastante importante. Todo el mundo puede opinar lo que quiera sobre aquello que le interese, faltaría más. Pero cuando un político habla sobre alguna serie o alguna película, algo chirría casi siempre. Más aún cuando hablan de algún libro o algún poeta, pero ahora vamos a hablar de películas y series. Se nota demasiado la idea impostada, el cliché, el lugar común y la falta de preparación básica.

Lo que estos políticos, y supongo que muchos otros cuya cuenta no sigo ni leo jamás, llevan a cabo no es más que una manifestación de lo que hace la ciudadanía: proponer un debate aún más bobo que aquel del que hablaba hace unos días sobre la supuesta (e inexistente, por escandalosamente desproporcionada) rivalidad entre HBO y NETFLIX. Pero por muy bobo que sea ese debate, creo que es interesante hablar de ello, no solamente para demostrar que es eso, bobo, sino para empezar a indagar en algunas cuestiones que tengo la intención de desarrollar en el libro sobre series que voy a escribir, que nadie me va a publicar después, y que terminaré poniendo a la venta en Amazon por 15€ en papel y por 7,5€ en digital. Y para empezar, esa idea de Iglesias, que aseguraba que las series pueden llegar a sutilidades que las películas no pueden aspirar, que supone, básicamente, negar la entera historia del cine, ponerse a favor de esa corriente que no se da cuenta de que las series existen, sobre todo, porque primero existieron las películas, y que no las sustituyen ni las superan, si no que las complementan, y que son dos medios diferentes, por mucho que se parezcan.

Vale la pena, incluso, insistir en el hecho de que una película no es una serie en un sólo capítulo largo, ni una serie es una película larga dividida en varias partes. Ejemplos empieza a ver a decenas de películas de las que luego se han hecho series, y de series que luego han conocido una película, y siempre se percibe algo diferente, algo en efecto sutil, como decía Iglesias, pero no en lo referente a la capacidad de sugestión de un título concreto, sino en cuanto a su estrategia narrativa, a la expresividad de sus componentes y a su mero conjunto. Se dice hasta la extenuación que las series permiten desarrollar más los personajes porque como disponen de más tiempo, quizá ocho o diez o treinta horas, pueden hacerlo mejor que una película de dos horas. Ignoran, seguramente, que un personaje no se desarrolla en el tiempo, sino en el plano, en la caracterización y en sus primeros compases dentro de una ficción. Lo que se desarrolla es su argumento, su historia, su peripecia. Pero un personaje no estará más desarrollado porque disponga de 77 capítulos para hacerlo, sino que simplemente le sucederán, en teoría, más cosas que a otro de una película… o puede que no.

Un personaje como House, interpretado de manera insuperable por Hugh Laurie, es él mismo desde el primer capítulo, de la misma forma que Adéle, el personaje interpretado por Adèle Exarchopoulos en la película homónima, es ella misma desde la primera secuencia. Luego no es que se «desarrolle» el personaje sino que vamos conociendo su historia y cómo reacciona a aquello que le va sucediendo. Ni House habría sido un personaje menos memorable en el caso de haberse visto «encerrado» en las dos o tres horas que dura un largometraje, ni Adéle se habría visto más desarrollada si hubiera conocido una serie de cuarenta y nueve capítulos. Esas ideas son propias de quien no ha reflexionado suficiente ni sobre las películas ni sobre las series, y se deja convencer por las ideas más poderosas. Le pese a quien le pese y le ofenda a quien le ofenda.

Y en cuanto a las supuestas sutilidades… Salvando bastante las distancias (bastante, mucho…) podríamos establecer una comparación con el relato y la novela, siendo las series una novela compuesta de varios relatos superpuestos, y el relato siendo una película. Es una comparación un tanto burda, lo sé, pero me sirve para sostener la idea de que un soporte narrativo, el que sea, y un género narrativo dentro de ese soporte, que puede tener varios, no supone una superioridad de ninguna clase. Yo no creo que las novelas de Faulkner sean más sutiles que sus cuentos, y viceversa. Y lo mismo pienso de las ‘Novelas Ejemplares’ de Cervantes respecto a sus novelas. Son marcos narrativos diferentes, y así deben ser comprendidos. En ellos la gran diferencia no es el tiempo, de la misma manera que la gran diferencia entre novela y relato no es el número de páginas. Existen novelas que son relatos muy largos (toda la producción de Pérez-Reverte, que no ha novelado ni una sola vez en toda su vida), y existen series que para su desgracia bien podrían haberse contado en una película de dos o tres horas. La diferencia no es el tiempo, sino la forma de manejar ese tiempo. Es decir, el montaje.

El montaje no es solamente la precisión técnica del corte, sino la concepción global de toda la obra, la estructura y la construcción (que no son lo mismo…), del material narrativo. Y no se enfrenta uno al montaje de un filme de la misma manera que se enfrenta al montaje de una serie. Es imposible hacerlo. Con eso está dicho todo. Es lo mismo, esencialmente, pero no es igual, en lo nuclear. Ese de ese montaje, de la dirección de actores, de la puesta en escena, de la voz del director o directores, de donde va a salir la sutilidad, o la falta de ella, de la película o de la serie. Negar que las películas pueden acceder a ciertas sutilidades es negar que las series puedan hacerlo, además de proponer una enmienda a la historia del cine, que estaremos de acuerdo, eso sí, que no es precisamente impecable, pero que ha llegado a algunas alturas poéticas indiscutibles, tanto en Europa, como en Asia o Estados Unidos. Si la gente quiere ver series únicamente, y dejar de ver películas, que lo haga, pero les va a faltar una parte importante del rompecabezas audiovisual en el que estamos actualmente inmersos. Es decir, que no van a entender nada de nada.

2 respuestas a “Otro absurdo debate: películas vs. series de televisión”

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