Denis Villeneuve, el estilista heredero de Ridley Scott

Vista ‘Dune’ (2021), la nueva versión de la novela de Frank Herbert tras la película de David Lynch de 1984 y las dos miniseries de 2000 y 2003, parece que quedan pocas dudas acerca de la deriva de la carrera del canadiense Denis Villeneuve, que empezó hace ya más de dos décadas con filmes pequeños, sugerentes y bastante estimulantes en no pocos aspectos, y que ha cambiado de rumbo y se ha sumergido en las grandes producciones, los macroestrenos con eventos mundiales y el hype como forma de vida. Cada cineasta se busca su propio camino, como se suele decir, pero el que ha elegido Villeneuve puede tener poco recorrido.

Hace unos años, con motivo del estreno de ‘Sicario’, los de Caimán (no recuerdo ahora mismo qué articulistas) llegaron a la conclusión de que Villeneuve no era un buen cineasta. Tampoco recuerdo las razones que daban al respecto, creo que no daban ninguna de peso, pero ese era su punto de vista al parecer inamovible. Sin embargo desde ‘Prisoners’ (2013) hasta ahora, Villeneuve ha presentado cinco largometrajes que han llamado la atención y que le ha situado en un lugar de privilegio en la industria del cine estadounidense, y muchos aficionados conocen su nombre y es habitualmente defendido a capa y espada como un gran director con un gran estilo visual, etc, etc… En mi opinión ni una cosa ni la otra: la carrera de Villeneuve oscila entre títulos realmente sólidos y otros bastante más discutibles o directamente poco estimulantes, pero lo que sí es indiscutible que sabe arroparse de buenos colaboradores que visten muy bien sus películas, y que de esa manera ha cogido el relevo a Ridley Scott como uno de los más avezados estilistas de la imagen del cine actual…

Sus inicios fueron dubitativos con las extrañas aunque nada desdeñables ‘un 32 de agosto en la Tierra’ (‘Un 32 août sur terre’, 1998), ‘Maelstrom’ (‘Maelström’, 2000) y ‘Polytechnique’ (2009), filmes pequeños, intimistas (los dos primeros con guiones suyos), que contaban dramas muy intensos, a veces al borde del morbo fácil, pero con los actores muy ajustados y con un más que solvente empleo de la cámara y el montaje. Fue poco después, con su cuarto largo, que comenzó a llamar la atención en todo el mundo. Y no es para menos, porque ‘Incendies’ (2010), es una de sus mejores películas. Un drama muy bien armado, con un grupo de actores formidable, que con una gran atmósfera y un crescendo emocional de primera categoría, conseguía atrapar al espectador con muy sutiles elementos. El filme fue nominado en los Óscar a la categoría de mejor película extranjera y era cuestión de tiempo que acabara mudándose de industria y terminara filmando película en Estados Unidos, como así fue.

Su siguiente filme, tres años después, fue el muy sólido y solvente ‘Prisoners’ (2013), con unos magníficos Hugh Jackman, Jake Gylenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Paul Dano y Melissa Leo, y ese mismo año dirigió (de nuevo con producción canadiense) la también potente (y poco comercial) ‘Enemy’, sobre la novela ‘El hombre duplicado’ de Saramago. Ya en ambas se prestaba máxima atención a la fotografía como elemento esencial de la película. Y esa atención se vería amplificada con sus dos siguientes películas: ‘Sicario’ (2015) y ‘Arrival’ (2016), muy diferentes entre sí y con el resto de su filmografía al ser dos películas de género tan marcado (thriller y sci-fi), y al acentuar la preocupación (si así se le puede llamar) de Villeneuve por los elementos más visuales, más epatantes, de unos relatos mucho menos arriesgados tanto en su concepción como en su ejecución, para un conjunto poco original. Sin embargo sí que logró un buen filme con la secuela/remake de ‘Blade Runner 2049’, que conseguía superar en belleza e intensidad emocional a su predecesora, para un conjunto realmente redondo que a la vez confirmaba una cosa: Villeneuve se ha propuesto ser el nuevo Ridley Scott.

Pero eso sí, superando a su «maestro» al menos en una cosa, la dirección de actores, que en su caso es mucho más brillante que en el del truquero y gélido cineasta británico. Pero Villeneuve se ha demostrado, en los interiores suntuosos de ‘Blade Runner 2049’, en la densidad visual de ‘Sicario’ o ‘Arrival’, en su creación de atmósferas densas e inquietantes, seguir los pasos del venerado director de ‘Alien’ (cuya mayor virtud es, precisamente, la creación de atmósferas densas e inquietantes), y desde luego lo está consiguiendo. Al igual que Scott, Villeneuve está tocando todos los palos genéricos, con el riesgo que conlleva de indefinición estilística y temática. Y ahora con la carísima ‘Dune’ ha apostado todo a una carta: el aspecto visual, el diseño de producción fastuoso con una fotografía deslumbrante. El resto de cartas de su última película no es tan potente, pero ese sí. Y la cosa parece haberle funcionado, como parecen haber funcionado sus vaivenes genéricos y conceptuales. Pero esta decisión tiene un recorrido bastante corto.

En realidad, a Villeneuve le ha pasado como a muchos otros, desde Christopher Nolan a Steve McQueen y quien sabe si también Chloé Zhao: se han visto arropados y anulados demasiado pronto por la voraz industria estadounidense, que ha depositado en sus manos proyectos mastodónticos que llevar a buen puerto. Y ellos, Villeneuve y Nolan, entre otros, se han dejado arropar, han conseguido sueldos millonarios y han levantado proyecto de envergadura con los que han conseguido grandes éxitos, pero han entrado en la dinámica de los grandes estrenos-evento, de los géneros como reclamo comercial, y han fiscalizado muy rápido unas carreras que se prometían más que interesantes (recordemos ‘Memento’ o ‘Shame’). Como son buenos directores, sus títulos poseen solvencia, y si los astros se alinean pueden incluso conseguir alguna buena película (‘Blade Runner 2049’), pero esa carrera por los grandes éxitos comerciales tiene poco recorrido: cada vez hay que hacer la película más grande, más exitosa, más deslumbrante técnicamente, y cada nuevo título se aplaza más en el tiempo, y la visión del director se diluye como un azucarillo en un vaso de agua.

Es la lógica de la pasta, la única que importa en el mercado anglosajón, tanto en lo cinematográfico como en lo literario. Bien lo decía el bueno de Jeff Nichols (sin duda uno de los directores más brillantes de su generación): «tengo la suerte de no haber tenido el suficiente éxito como para poder seguir haciendo mis películas». Tenía toda la razón.

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