No sucede demasiado a menudo, o más bien casi nunca… precisamente por eso cuando sucede te resulta más fácil darte cuenta. Recuerdo bien la conmoción que experimenté al ver en cine ‘El camino a casa’ (‘Wo de fu qin mu qin’, Zhang Yimou, 1999), o ‘Titanic’ (James Cameron, 1997), o cuando vi varias veces seguidas en televisión ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’ (Michel Gondry, 2004), o cuando en plena pandemia pude por fin ver ‘Spider-man: Into the Spider-Verse’ (Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman, 2018): la sensación, o más bien la intuición, de que aquello que estaba viendo iba a ser algo mítico, irrepetible, y de que detrás de las cámaras se encontraba gente en estado de gracia. Y algo más: lo afortunado que te sientes por verlo nacer como mito. Las personas que estaban en Cannes en 1979 debieron sentir algo parecido cuando vieron el primer pase de cierta película de Francis Ford Coppola…
Y tal cosa me ha vuelto a suceder con ‘Euphoria’, tanto hace casi dos años, con la primera temporada de la serie (que en realidad es de 2019), como ahora con la segunda recién concluida: la percepción de que estaba asistiendo al nacimiento de algo demasiado grande para ciertas mentalidades, o demasiado extremo para otras, pero de lo que alguna forma yo también era parte, porque había sido testigo de cómo nacía de la nada y se convertía en lo que es ahora: una de las grandes series canónicas de lo que llevamos de siglo, y una de las más enigmáticas. Viéndola, me pregunto qué habrá de especial en la miniserie israelí, de diez episodios aparecidos en 2012, en la que se basa, o si habrá algo interesante en algún sentido, porque viendo esta ‘Euphoria’ (2019-?) sobre todo me pregunto quién es este Sam Levinson y cómo un talento de esta magnitud se ha manifestado de semejante forma cuando todo lo anterior que ha hecho no anticipaba ni mucho menos lo que ha sido capaz de lograr.
Algunos dirán que exagero, tanto si se lo digo en persona como si leen estas líneas. Pero estoy seguro de que no. Ahora que tantas voces decían que los buenos tiempos de HBO habían pasado a la historia, y que su hegemonía televisiva había tocado a su fin con la temporada final, hace ya tres años, de ‘Game of Thrones’ (2011-2019), la cadena hace un salto mortal sin red apostando hasta las últimas consecuencias por esta ficción de Levinson, una verdadera locura que en ningún momento puede calificarse solamente de «drama para adolescentes». No creo que el famoso cineasta Barry Levinson, al que muchos recordarán por haber filmado títulos como ‘Rain Man’ (1989), por la que ganó el Óscar a mejor director, y de otras como ‘Bugsy’ (1991), ‘El secreto de la pirámide’ (‘Young Sherlock Holmes’, 1985) o ‘Good Morning Vietnam’ (1987), pudiera haber pensado en tener un hijo que con una serie un día iba a hacer algo mucho más importante que todo lo que ha hecho él en toda su poco estimulante filmografía.
Contando bastante de su experiencia con las drogas, Sam Levinson ya no es el impersonal pero sugerente debutante de ‘Another Happy Day’ (2011), o el cineasta brillante y prometedor, pero también exagerado y poco cabal de ‘Assassination Nation’, ni siquiera es el director de la bastante auto-indulgente y superficial ‘Malcolm & Marie’ (2021) que filmó para NETFLIX aprovechando parón de la pandemia; porque con ‘Euphoria’ se pone en la liga de los David Chase, David Milch o Michael Hirst, creando una serie tan absolutamente original y contundente que es verlo para creerlo. Con una energía para el montaje que envidiaría un joven Paul Thomas Anderson y un no tan joven Martin Scorsese, con una capacidad pasmosa para crear planos memorables en perfecta sintonía con sus operadores, nos narra la caída en los infiernos de esta inolvidable Rue Bennett (la cantante y bailarina Zendaya, estrella de Disney Channel… como si no fuera ella, haciendo suyo un papel dificilísimo), y lo hace con una personalidad que le sitúa entre los grandes creadores de series de la actualidad.
¿De dónde nace este talento puro para la puesta en escena y la dirección de actores? ¿Cómo surge esta imaginación portentosa para el dinamismo y la energía, el juego de colores, luces y sombras de esta serie ya mítica? Antes que otra cosa, y a pesar de las apariencias, ‘Euphoria’ es un musical, probablemente el más extraño y sórdido jamás realizado, pero que pertenece a ese género porque es música en imágenes, y sólo unos pocos cineastas son capaces de hacer algo como eso.