Sigamos hablando un poco de eso que se han avenido en llamar «cultura popular» –aunque más bien habría que hablar de «cultura de masas», o de «cultura pop»–, que muchos, es decir todos aquellos que reniegan de eso que se han avenido en llamar «gafapastismo» llevan de un tiempo a esta parte insistiendo en que es tan valioso, tan válido, tan importante como lo pudiera ser la llamada «alta cultura». Basta entrar en Twitter, y me temo que en otra red social cualquiera, para ver hasta qué punto una legión de personas aficionadas al cine y a las novelas están echando el resto para que de una vez por todas se considere de manera global (como si no se hubiera conseguido hace ya algún tiempo…) que la cultura de masas es también cultura, tan elevada, tan profunda y magnífica como la otra, esa que ellos no quieren ni ver.
Para todos esos y esas, la llamada «alta cultura» está constituida al parecer de una serie de obras aclamadas por una élite, un grupo de académicos que han ido pasándose el testigo siglo tras siglo, como una secta oscura. Esta élite (social e intelectual) se ha puesto de acuerdo en aclamar obras o títulos aburridos, que solamente entienden ellos. Y esto no puede ser, de ahí el cabreo de tantos y tantas que disfrutan mucho más de una película de los ochenta que de una novela de Thomas Mann. Para estos defensores de la cultura de masas, los puntos de su doctrina son más o menos los siguientes:
- El arte es totalmente subjetivo, lo que te gusta a ti, no tiene necesariamente que gustarme a mí, con lo cual yo solo, sin necesidad de formación o de una base teórica, puedo establecer qué es lo valioso y qué es lo desechable.
- En relación a lo anterior, tanto vale una canción de Michael Jackson como un adagio de Mozart. ¿Tú tienes formación musical y tienes claro que el adagio es mucho más complejo y difícil de escribir y ejecutar? Yo desde mi no formación puedo aludir que a mí me gusta más, y con eso basta.
- Porque el arte no tiene por qué ser algo elevado que sólo entiendan las clases altas, el arte puede ser lo que yo quiero que sea.
- Y yo quiero que el arte sea algo divertido, algo con lo que gozar y pasar un gran rato. En caso contrario, aplíquense puntos 1, 2 y 3.
- Todo aquel que me contradiga, todo aquel que tenga argumentos para echar por tierra estos puntos con argumentos asentados en bases teóricas férreas, no es más que un gafapasta (lo que le niega cualquier respeto social) y un fanático intolerante (lo que le certifica como apto para ser ignorado).
En definitiva, es el arte el que tiene que bajar al fango de lo popular, no lo popular lo que ha de elevarse a un rango más elevado, más poético, que no es «mejor» sino capaz de trascender los límites de la sociedad y de lo cultural. El espectador o lector ha de obtener lo que quiere, porque está en el centro de la cultura de masas, es el activo más importante, el que posibilita una industria, una escala social y económica. Todos esos gafapastas o fanáticos intolerantes que atacan con vehemencia lo popular y tratan de imponer los gustos de una élite, que pretenden demoler con argumentos muy bien elaborados lo que a ellos les gusta de una manera visceral, son un peligro para lo popular, para su permanencia, para su triunfo definitivo. Ya va siendo hora, dicen ellos, de que una película de Marvel o de Disney gane el Oscar o incluso la Palma de Oro de Cannes. El pueblo lo merece. Darle el Óscar a mejor película a ‘Avengers: Endgame’ habría sido un triunfo sobre todo de los humildes, del pueblo llano, frente a los poderosos, los que tiranizan el arte para convertirlo en algo indescifrable, inalcanzable para la mayoría…
Pero la realidad es muy diferente a lo que estos guardianes de lo popular demandan. Puede que tales cosas tuvieran algún sentido (escaso, neurótico, narcisista, pero sentido al fin y al cabo) hace unas décadas. Pero no ahora. El arte popular tiene todas la de ganar, y el arte «elevado», o como se le quiera llamar, está en franca retirada, cuando no herido de muerte y a punto de desaparecer. Nunca se había producido tanta cultura de masas y nunca se había accedido a ella de manera tan masiva. Los costes de producción se han abaratado, y los de distribución también. Pedir, exigir más bien, que el arte culto ceda su espacio al arte popular, que le deje respirar, es como cuando hace varias décadas los espectadores más bakalas pedían que hubiese más salas de cine doblado cuando las salas en VO eran muchísimas menos, o como que Israel clamara ayuda internacional ante el daño que le hace la ocupación palestina en sus tierras (bueno… de hecho hace algo parecido…). Es no solamente una infamia, es una falacia como una catedral. La cultura de masas ha vencido por KO, se acabó el combate, pueden retirar el cadáver de la «alta cultura». Pero no solamente quieren vencer por KO, lo que quieren es que se reconozca de manera universal que una basura como ‘Reina roja’ se admita en la misma liga que ‘El Quijote’, o que un filme tan mal escrito, dirigido, intepretado y montado como ‘Avengers: Endgame’ tenga la misma consideración que la trilogía ‘The Godfather’. Quieren no solamente vencer al enemigo, sino aplastarlo, aniquilarlo, borrarlo de la faz de la tierra y de la memoria de aquellos que quieran recordarlo.
Así de claro.
Pero ni los poderosos son los que valoran una obra de arte en su justa medida, ni cualquier best-seller escrito bajo mínimos de inteligencia puede ponerse al lado de ‘El Quijote’. Las cosas son las que son, y la realidad es tozuda, inamovible. Los poderosos son, en realidad, los que venden basura al pueblo poco exigente, y los que se forran con ello, impidiendo la posibilidad de que verdaderos artistas tengan algo de visibilidad. Y el arte no es algo que deba disfrutar (si es que la palabra es disfrutar… que lo dudo mucho) todo el mundo, entre otras cosas porque a la gente ni le interesa el arte, sino pasárselo bien, y no hay nada que objetar a ello. Ni todos los libros son Literatura, ni la Literatura es algo al alcance de alguien que se haya leído 5.000 libros y se ponga a teclear en un ordenador. Puedes leerte un millón de libros, eso no cambiará nada. Una persona, en este caso Cervantes, que jamás pudo vivir de lo que escribía, era mil millones de veces más sabio, ingenioso, inteligente y perspicaz (no son sinónimos, por cierto…) que Arturo Pérez-Reverte, Juan Gómez-Jurado, Rosa Montero, Carlos Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones, Ken Follett, Mario Vargas Llosa, Almudena Grandes y Dan Brown juntos. Un sólo capítulo de su ‘Persiles’ les deja a todos en vergüenza, así como una sola sección de la catedral de Toledo deja a los arquitectos actuales en muy mal lugar.
El arte (la Música, la Literatura, el Cine) es superior e irreductible a la cultura. La cultura es localista, de identidad geográfica. El arte es universal. ‘El Quijote’, la catedral de Toledo, ‘La Divina comedia’, ‘Las meninas’ o el ‘Requiem de Mozart’, son patrimonio cultural de su país, por supuesto, pero pertenecen a la humanidad por entero. No hay fronteras, ni lenguas, ni identidades culturales que las contengan y en las que se disuelvan. La gente cree o bien que no necesita el arte, o bien que merecen que el arte esté a su altura sin ningún esfuerzo por su parte. Ni se plantean que jamás el arte se ha considerado de esa manera. Efectivamente hace muchos siglos el arte literario, musical o de cualquier otra disciplina estaba limitado a las clases altas, pero eso no significa tampoco que esas clases dominantes, por el mero hecho de tener riqueza o posición, pudiesen «entenderlas» o estuviesen «a la altura». El arte nace de la placenta de lo popular, se alimenta de ello, de la observación pura. El artista surge del pueblo, y trabaja, aunque la gente no lo entienda, para el pueblo. Pero no haciendo lo que el pueblo quiere o desea, sino lo que ni siquiera sabe que necesita. Una catarsis, una advertencia, una crítica, una revolución.
Y eso no va a cambiar, por mucho que quieran. La canción ‘Thriller’ de Michael Jackson es estupenda, y su videoclip, tal vez el más famoso de la historia, está muy bien filmado. Pero cualquier adagio de Mozart está técnicamente mejor escrito, musicalmente llega mucho más lejos, en todos los aspectos de ese arte. Si de verdad te interesa la música lo sabes, y si lo único que te interesa es disfrutar, ni lo sabes ni te interesa saberlo. Harry Potter está bien escrito, y algunos best-sellers no están nada mal, pero ‘El Quijote’ es el compendio de reglas narrativas de la Literatura, y para ponerse al lado de eso hay que ser o muy ignorante o muy estúpido. La cultura de masas fue la que dio lugar al posmodernismo, y no al revés. Y ahí estamos, en un mundo en el que el arte se confunde con cultura, y la vida con el arte. Pero algunos seguiremos proclamándolo el tiempo que sea necesario.
Una respuesta a “Sobre eso que llaman «cultura popular»”
[…] perdiendo parte de perspectiva. Y yo no soy precisamente sospechoso de ir por ahí defendiendo la cultura popular. Pero a veces me da la sensación de que lo que se está dirimiendo en estos debates es la […]
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