Creo que a veces la batalla dialéctica por lo verdaderamente elevado en Cine y Literatura no está tanto en lo comercial o no comercial, en lo profundo o en lo superficial, sino en lo que es un cine poético y lo que podríamos llamar un cine narrativo. Y creo que esa batalla está equivocada. Voy a intentar explicarme un poco más y a exponer mis razones.
De un tiempo a esta parte en Twitter, además de leer una enorme cantidad de comentarios dignos de personas que por una parte son unos flipaos y por otra deberían ver más cine y leer más libros (además de despojarse de un poquito de soberbia), estoy siguiendo a dos personas que por suerte también (de los pocos todavía, y bien orgulloso que estoy de ello) me siguen a mí: Eduardo Bernal y Justo Parreño, un escritor y un profesor de cine respectivamente, que son muy activos en esta red social y que además tienen las cosas muy claras en lo que se refiere a lo que piensan sobre este medio artístico. Bernal es bastante radical en su búsqueda y defensa de un cine más elevado, artístico y anticomercial, y Parreño es aún más radical que él, y llega a llamar estafadores a todos aquellos que, según él (y siempre de manera muy respetable), han pervertido el cine convirtiéndolo en un negocio y en un medio para aborregar a las masas. Estas dos personas se han visto muchísimas películas, han escrito mucho sobre ellas y tienen una preparación académica de la que adolecen otros muchos que no hacen más que dejar tonterías tanto en Twitter como en muchos blogs.
Ahora bien: lo que Parreño, por lo visto, considera únicamente cine, son películas que según sus propias palabras sublimen las imágenes y aquello que están contando. No estoy muy seguro de lo que quiere decir con eso, pero quizá se refiera a un cine, de nuevo, poético, que trascienda las meras imágenes y la mera narrativa para convertirse en otra cosa, en algo que se eleve por encima del suelo y de la imaginación de los espectadores. Nada que objetar. Pero esta forma de pensar es nada más que una reacción virulenta a un fenómeno (el llamado cine comercial) y muchas veces, la mayoría, es una visión reduccionista que te impide apreciar ciertas cosas. Sucede siempre: por querer enfrentarte a algo que detestas, acabas perdiendo parte de perspectiva. Y yo no soy precisamente sospechoso de ir por ahí defendiendo la cultura popular. Pero a veces me da la sensación de que lo que se está dirimiendo en estos debates es la diferencia entre un cine poético y otro narrativo, y que por lo general los más cinéfilos suelen considerar más elevado el primero y menos elevado (por decir algo suave), el segundo.
En realidad en el Cine y en la Literatura, a poco que se indague en cualquier de las dos artes, se acaba viendo con bastante facilidad la diferencia entre los directores más poéticos (antinarrativos, si queremos llamarlos así) y los más narradores. Lo que en LIteratura vendría a ser, muy a «grosso modo», la diferencia entre prosa y poesía. Así, un director como David Lynch no es precisamente muy narrativo (siempre recordaré la reseña de Jaume Genover sobre ‘Wild at Heart’…), pero «lo que le falta de narrativa le sobra de sugerencia». Por otro lado, un director como John Carpenter no es digamos muy poético, pero es un narrador puro (uno de los más grandes narradores que ha dado el cine estadounidense). Lo que al final se desprende de uno y de otro es que la sugerencia de Lynch termina siendo tremendamente narrativa, y las imágenes narrativas de Carpenter y de otros como él terminan siendo tremendamente poéticas. Es decir, las cosas no son tan fáciles como parecen.
Muchos que aman profundamente el Cine tienen conceptos diferentes sobre qué es lo más elevado y lo más profundo, y al mismo tiempo qué es lo más despreciable y prescindible. Para estos dos compañeros nombrados el cine poético es lo único importante, salvo escasas excepciones. Para la gente de Cinefix sobre todo tiene predominancia la imagen pura. Para otros como Bracero, por lo visto, si en un plano una sombra significa algo, o si un espejo está roto o si un travelling contiene algo de semántica. Cada uno, supongo, intentamos, desde nuestro acervo, nuestro aprendizaje y seguramente nuestros precursores (y nuestras limitaciones…), encontrar lo que diferenciamos que es cine de lo que no lo es.
En mi opinión, no solicitada por nadie, el cine más puramente narrativo (de género, de conceptos y referentes quizá más populares) puede poseer trazas líricas tan valiosas como el propio cine poético. Hay que saber diferenciar, ahí está lo complicado, el cine narrativo de baja estofa (del que abunda en Hollywood y lugares parecidos) del cine narrativo de gran exigencia y potencia evocadora. No todo el cine de aventuras es una basura, ni todo lo que se elige para la sección oficial de Cannes es una maravilla. Es decir, que hay grandes narradores capaces de mucho mayor lirismo que ese globo hinchado de Albert Serra, del que todavía nadie ha visto su película, pero están todos los cinéfilos de pro dando saltos por su selección en el festival más importante del mundo. Ya veremos lo que lleva al festival, si es bueno o no, y ya veremos lo que trasciende dentro de cuatro o cinco décadas, que no es tan fácil de adivinar como pareciera.
Y por lo pronto animo a quien lea estas líneas a seguir, leer y tener en cuenta lo que dicen estas dos personas nombradas más arriba, en lugar de a tanto juntaletras y supuesto cinéfilo que no hacen sino repetir (como ciertos alumnos de escuelas de cine, por cierto), lo que han dicho otros durante demasiado tiempo.
2 respuestas a “Poetas & Narradores”
La última vez que seguí las opiniones de otra persona siguiendo tus consejos conocí a Jesús G. Maestro, Adrián. No sé hasta que punto mi mente puede aguantar a dos personas que incluso consideras «radicales» en sus posturas…
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Jajajajj, tienes razón. Es muy duro ir conociendo a según qué radicales. Pero no es el caso de Bernal o de Parreño. Jesus G. Maestro hay uno en todo el universo.
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